Trump y Putin

La colmena

19 de febrero 2025 - 03:05

Basta un gesto de agresión para empezar una guerra, pero hay que hilar mucho, y muy fino, para desactivarla. Ha sido así a lo largo de la Historia y no es distinto en el tablero geopolítico actual. Lo estamos viendo con la frágil tregua de Israel en Gaza y lo comprobaremos en las próximas semanas con la operación (¿seguro que de diplomacia?) que acaba de desplegar Estados Unidos para poner fin a tres años de muerte y destrucción tras la invasión “exprés” de Rusia en Ucrania.

Resulta evidente que el fin de la guerra no se logrará “en un día” como prometió Donald Trump en su regreso a la Casa Blanca, pero también habría que asumir que a un tirano con delirios expansionistas como Putin lo tiene que reconducir otro tirano de su talla (es lo que ocurre con los extremos; que no están tan lejos).

¿Pero cuál será el precio de buscar la paz en Ucrania sin Ucrania y sin Europa? No es ninguna paradoja. Son las fotos de la negociación bilateral USA-Rusia las que ocuparán las portadas estos días. En Arabia Saudí primero, con Marco Rubio tanteando el terreno, y con un cara a cara entre Trump y Putin que podría producirse de forma inminente. Para Ucrania y para la UE, denunciar el ninguneo de estos primeros pasos es obligado, pero más aún evitar lo será que queden sentido tres años de conflicto armado.

Les voy a recordar una foto que ilustra ya los libros de historia: el Acuerdo de Potsdam del 1 de agosto de 1945. Tras los preparatorios en Teherán y Yalta, fue la negociación clave para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. En tono sepia están Attlee, Truman y Stalin. Eran los “tres grandes”, el primer ministro británico, el presidente estadounidense y el dictador soviético. El gran estadista Charles De Gaulle, entonces presidente de la República Francesa, se quedó fuera. El cabreo fue tal que pasaron muchos meses antes de que accedieran a aplicar los acuerdos de Potsdam. En el 47, sin embargo, fueron los Tratados de París los que decidirían las nuevas fronteras y fijarían los términos de paz. Se construía el día después y, ahora sí, con Francia de anfitriona.

Pero esa era otra Francia y aquella era otra Europa. Del deshielo Washington-Moscú no debería preocuparnos la foto de Putin y Trump sino la letra pequeña de lo que vendrá. En tres años de guerra no hemos tenido ni un solo momento, ni una sola razón, para la esperanza. Si hay una oportunidad, ¿no vale la pena intentarlo? Siempre que se trabaje ya, fuera de los focos, en la retaguardia, para que el vis a vis no sea un duelo de titanes para repartirse (los recursos) de Ucrania.

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