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En tránsito
Eduardo Jordá
¿Capitalismo o estatalismo?
Su propio afán
Que Trump esté dando la espalda a la defensa de la integridad territorial y a la soberanía de Ucrania (o poniéndose de perfil) me entristece. Sobre todo, pensando en los ucranianos que han muerto heroicamente defendiendo su país de una guerra de agresión rusa con la esperanza de que el apoyo estadounidense les permitiese repeler la invasión. Pero no era Estados Unidos quien le respaldaba o empujaba, sino la administración Biden y, al cambiar ésta, las prioridades norteamericanas han girado. Nuestra simpatía o no por Zelenski no debería tener que ver, porque, aunque no nos gustasen sus posiciones ideológicas, una nación pequeña está siendo acosada. Quienes están contra Ucrania porque Zelenski les parece un mal gobernante es como si apoyasen una invasión marroquí de las Canarias porque no nos gusta Sánchez.
Pero no tiene sentido llorar sobre la leche derramada y, por lo visto, tampoco sobre la sangre derramada. Las negociaciones de paz caminan inexorables y yo recuerdo una letra de una canción de Serrat que decía: «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio». Serrat estaba completamente equivocado. A menudo es muy triste la verdad, lo que siempre tiene es remedio o, como mínimo, la posibilidad de enmendarla a partir de ahora.
No se puede dejar la defensa de nuestra soberanía a la ayuda de unos socios que dependen de sus propias vicisitudes electorales, y tienen sus intereses que priorizar. En su jugosa gira europea, que conviene seguir atentamente, J. D. Vance lo está diciendo por activa y por pasiva, con una mezcla muy emotiva de cariño a Occidente y de zarandeo. Europa tiene que aprovechar sus oportunidades y desprenderse de los prejuicios que perjudican su energía, su economía y su peso en el mundo. Estados Unidos se ha cansado de ser nuestro primo de Zumosol, porque se ha dado cuenta de que estaba haciendo el primo. Ponía la pasta, ponía el músculo y ponía la cara para que nosotros le diésemos, además, lecciones morales.
Si Estados Unidos se quita de en medio o se echa a un lado, no nos va a gustar. Pero aunque sea triste, hay remedio –como avisa Vance– si ponemos manos a la obra, aumentamos nuestros presupuestos de Defensa, reconstruimos nuestra industria, fortalecemos nuestra moral, creemos en la libertad, invertimos en educación y en innovación, y arrimamos el hombro. En resumen, que vamos a crecer de golpe, más que nada porque no nos queda otro remedio.
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