
Envío
Rafael Sánchez Saus
Un día en la Fernando III
Crónicas levantiscas
Melilla deberá acoger más menores inmigrantes que Cataluña. Sí, siete más, 34 para la ciudad autónoma por 27 de la segunda comunidad más poblada de España, en virtud de una fórmula matemática que ha sido concebida para descargar a Cataluña de lo que Junts entiende como un fenómeno que amenaza su identidad nacional: la inmigración. Bajo la apariencia de un razonamiento lógico que conjuga varios criterios objetivos, la fórmula que el Gobierno ha pactado con Junts para distribuir a estos menores se hunde en su incoherencia cuando las diferencias del reparto son tan tremendas. 27 para Cataluña, 795 para Andalucía y 806 para Madrid. Y 34 para Melilla. No se han cortado, Junts ha impuesto su discurso.
Hay una ultraderecha parda que se expresa de un modo tan siniestro como el que empleó Santiago Abascal ayer en el Congreso, un discurso criminalizador de los inmigrantes que ha sido adoptado por Carlos Mazón, ése hombre que huye. Pero también hay unos ultras blancos, tan xenófobos como los de Vox, que pactan con el Gobierno y que, por el momento, han logrado dos vergonzosas concesiones por parte de un Ejecutivo progresista: una transferencia de las competencias de extranjería a la Generalitat, agazapada bajo una delegación de políticas de inmigración, y un reparto de menores con mínima afectación en Cataluña. Con los mismos criterios que ha utilizado el Gobierno, pero con otra ponderación, el resultado podría haber sido el contrario.
Hay algo positivo en este decreto ley, y es la reforma que permite al Gobierno distribuir a los inmigrantes si alguna comunidad autónoma ve triplicada su capacidad asistencial, un cambio al que estuvo a punto de sumarse el PP, que nos hubiera ahorrado el bochorno de la victoria de Junts y que Canarias venía reclamando de un modo muy sensato.
Y no fue posible porque los de Núñez Feijóo también sienten la presión de los ultras pardos, de lo que podemos concluir que el veneno de la xenofobia ya ha sido inoculado en la política española. Unos, por convicción; otros, por conveniencia. Si volviéramos a mirar a la inmigración con la cautela de las décadas anteriores, aún estaríamos a tiempo de discutir de un modo racional sobre los costes de la acogida, la integración efectiva y el reparto de las cargas, pero esto ha estallado, la inmigración se ha convertido en un asunto electoral.
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