Notas al margen
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Brindis al sol
El movimiento regionalista, tan olvidado, aportó a los territorios españoles otra forma de mirar su cultura. Andalucía supo encarnar plenamente aquellas nuevas ilusiones. Entre otras cosas, porque sus amplias manifestaciones culturales desbordaban vida y se extendieron por doquier. Por eso, cuando el regionalismo agotó su recorrido, al ser reconvertido por falsos profetas en un medio fácil para medrar en política local, entonces, la mayoría de la población andaluza se abstuvo de seguir por ese nuevo redil. Es decir, en un camino transformado en germen de nacionalismos, tal como sucedió en Cataluña, País Vasco y Galicia. Tres territorios víctimas de vendedores de espejismos, con sus encantamientos separatistas. Los que creían que por vivir en otra calle ya eran distintos y merecían ser más ricos y felices, se apuntaron a esos fervores y creyeron que bastaba inventarse un himno y una bandera, para entrar en el paraíso. Pero, dando una magnífica lección de vieja sabiduría, los andaluces se negaron a que sus diferencias con los otros se transformaran en materia moldeable para adquirir una excluyente identidad. De estos signos las tierras del sur ya estaban más que sobradas. En cambio, las regiones antes mencionadas tuvieron que instrumentalizar incluso una de las lenguas hablada en sus territorios, sacándola de su digno papel comunicativo para que apuntalasen supuestas esencias nacionalistas. Mas la Andalucía vieja y sabia no sucumbió a esos cantos de sirenas. Y aunque aparecieron partidos que mimetizaban los programas nacionalistas –en unos casos, cargados de buenas intenciones; en otros, con manifiesto oportunismo y más bien escasos de ideas– lo relevante, conviene recordarlo, una y otra vez, ha sido la imperturbable reacción mayoritaria de los andaluces. Una reacción sabia y madura, que, a pesar de sus muchos, muchísimos, problemas económicos y sociales, no se ha dejado engatusar nunca por los juegos malabares redentores de las creencias identitarias. Por eso, sorprende muchísimo que el presidente de la Junta, en un acto significativo, la pasada semana, se lanzara, con gran énfasis, a estas alturas, a reivindicar y alentar el habla andaluza, como si ésta corriera algún peligro. Los andaluces han protegido su forma de hablar sin degradarla en ningún cambalache político ni en refriegas de identidades y lenguas. Con vieja y sabia cordura, han dado ejemplo. Los gravísimos y actuales problemas andaluces son otros. De esos es de los que hay que hablar.
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