Enrique / García-Máiquez

Un viejo chiste

Su propio afán

18 de enero 2016 - 01:00

LOS primeros años de Zapatero se publicó un chiste en la prensa de cuyo autor no puedo acordarme. El PP tenía muchos más diputados que ahora, 148, pero estaba en la oposición y a su alrededor se decretó una línea roja o cordón sanitario. No se contaba con ellos para nada. En cambio, partidos nacionalistas muy minoritarios disfrutaban de un poder desproporcionado a su representación. Y aquí llegó el chiste: nos situaba en un futuro en el que el PP disfrutaría de una inmensa influencia política… porque sólo tendría seis diputados.

Se reía y denunciaba un mecanismo extravagante del parlamentarismo. El poder de los partidos no depende de su peso electoral, sino del juego posterior de sumas y restas. A menudo un partido minúsculo inclina la balanza, bloqueada por el tenso equilibrio de los pesos pesados.

Aquel chiste se ha hecho realidad. No con el PP, sino con el PSOE, pero es lo mismo. Con el peor resultado de su historia, es el partido decisivo para formar gobierno, tanto en un sentido como en el otro. Estamos ante la misma desviación práctica del sistema proporcional y representativo a manos de la aritmética del cálculo de fuerzas.

Siendo esto irremediable en nuestro sistema (mientras que no se arbitre una segunda vuelta) y siendo legal e incluso legítimo, habría que manejar ese poder con delicadeza, sin olvidar que surge de una distorsión. Citando al tío de Ben de Peter Parker: "With great power comes great responsability", esto es, que un poder grande e inesperado conlleva una gran responsabilidad.

Sin embargo, parece que Sánchez no ha entendido ni el lema de Spiderman ni el viejo chiste. Su situación (más privilegiada imposible) es la de poder hablar con todos; y sería su deber. Pero en vez del pequeño peso capaz de decidir la balanza que es, actúa como si ostentase una mayoría que decreta ostracismos. Se ha cerrado en banda a nada con el PP, como si estuviese como ZP en 2008, con 164 diputados. El otro día se lo comenté a mi mujer. Me hablaba ella de no sé qué, y yo contestaba: "sí, claro". Hasta que se revolvió: "A ver, ¿qué te he dicho, eh?" "No sé", tuve que confesar. "Eso fastidia mucho, ¿sabes?, que te digan 'que sí' como a las locas". "Pues es verdad que tiene que fastidiar una barbaridad a la vista de lo enfadado que está siempre Pablo Iglesias con Pedro Sánchez; pero peor sería que siempre te dijese "no" sin pensarlo, como hace Sánchez con el PP, ¿no?"

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