Que viene la ola

31 de agosto 2024 - 03:04

En el fondo produce ternura ver que haya adultos que sean capaces de pensar que una imagen fue capaz de parar un maremoto el 1 de noviembre de 1755, incluso los hay que salen cada año con un estandarte de la Virgen de La Palma a La Caleta. Es lo que tiene el pensamiento mágico, un atavismo capaz de achacar a supuestos seres superiores propiedades que no se pueden confirmar con la ciencia o la razón. Tienen el mismo nivel que los Reyes Magos o el Ratón Pérez, solo que en estos personajes creen los niños porque nosotros se lo hemos inculcado. La religión y el nacionalismo son las dos grandes calamidades de la humanidad. Pensar que nosotros somos mejores que nuestros vecinos porque creemos en el dios verdadero o porque tenemos la piel blanca va en el sentido contrario de la historia. Desde la Ilustración la ciencia y la razón ocupan poco a poco el centro de nuestras vidas. Como dijo Massimo D’Alema, “la fe es un don y yo no lo tengo”. Imagínense que el terremoto de Lisboa del otro día hubiera sido de mayor intensidad y hubiera provocado un maremoto, eso que ahora llamamos tsunami, ¿cuál de las 30 Vírgenes gaditanas sacaríamos a parar las aguas? Digo más, ¿por qué en Japón o en Indonesia no tienen alguna Virgen que les ayude a parar el efecto devastador de las olas? Una vez le preguntaron a Cruyff, nada más llegar a España, qué le había llamado la atención del fútbol español. “Todos los jugadores se santiguan; si Dios existiese los partidos terminarían en empate”, dijo. Digo yo que será mejor hacer como en Chipiona y procurarnos un plan de prevención para casos de alarma con el fin de evitar los efectos de un maremoto. Por supuesto el que quiera sacar una Virgen en procesión está en su derecho, tuviera que ver, sea la de La Palma o cualquier otra. Ya se sabe que fe es creer en lo que uno no ve, así que el que tenga fe puede hacer con su vida lo que estime, incluso unirse a ese grupo voxero denominado El Último Tramo, que se ven más veces para comer y beber que para rezar, vivir la religión cada uno a su manera, algo muy católico, apostólico y romano, la vía Sinatra a la salvación eterna. Por si acaso, el que se lo pueda permitir que se vaya a vivir a pisos altos, incluso a un ático de esos con piscina, que acumule agua mineral, comida no perecedera y linternas, por si cualquiera de las vírgenes no obran el milagro y tardan en llegar los servicios de emergencia. Ya escribió Jardiel Poncela “¿pero hubo alguna vez once mil vírgenes?”. Allá cada cual. Y el que se quiera refugiar en una iglesia, una mezquita, una sinagoga o el templo de su elección, allá cada cual. Cuando suba la marea no habrá pensamiento mágico que le libre de ahogarse. Ya se sabe que los caminos del Señor son inescrutables.

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