Donde vivimos

Postrimerías

01 de abril 2025 - 03:05

Adoramos a los niños por ocurrencias como la que la pequeña Vera le dice a su padre, el escritor y crítico literario Juan Marqués, durante un paseo por no sabemos dónde: “Creo que el sol nos sigue”, maravilloso hallazgo del que se ha servido para titular su último libro en Pre-Textos, un breve cuaderno de notas que algo tiene de la libre mirada y la bendita inocencia de los adultos que no han dejado de habitar la infancia. Podemos ver ese sol, dibujado por la misma Vera, en el frontal de cubierta de uno de sus libros de poemas, incluido junto a los anteriores en una reciente Poesía reunida, publicada por La Veleta, para la que Marqués eligió otra frase que encontramos en el cuaderno: “De qué vas a vivir”. Hacerlo es un milagro, en efecto, cuando se dedica uno a según qué oficios, o por cualquiera de las penosas circunstancias que pueden llevar a tenerlo todo en contra, y sin embargo se vive. Y se ríe y se celebra, y se agradecen los dones y los días. En el infatuado mundo de la literatura, voces como la de Marqués –“Se leía los libros: mi epitafio”– representan, como suele decirse, un soplo de aire fresco, relacionado con una doble cualidad que se ha vuelto excepcional en nuestra era sobrada de sombríos predicadores y egómanos sin humor ni medida: la absoluta falta de afectación y una natural y saludabilísima inclinación a no tomarse en serio. La pregunta, por lo tanto, queridos muchachos, sería no de qué vas a vivir, sino cómo quieres hacerlo o mejor, si tomamos como referencia los versos del gran Philip Larkin que abren el cuaderno, dónde o desde dónde te propones enfrentar la vida, si atendiendo al presente que transcurre ahora mismo –y se va o está yendo, y por eso mismo es valioso– o con la mirada puesta en el pasado –a riesgo de que las eventuales nostalgias se transformen en incurable melancolía– o llevados de la aprensión por el improbable porvenir, que es lo que convierte en ociosa la formulación primera. La cita que aparece antes, del húngaro Frigyes Karinthy, el brillante autor de Viaje en torno de mi cráneo, dice escuetamente: “Sólo existen los días”. A continuación y en diálogo con ella, leemos la luminosa respuesta de Larkin, que no necesita traducirse: “Days are where we live”. Luego el poema, cimero en su contenida brevedad, incluye otra sentencia: “They are to be happy in”. Los días están –diríamos en español pedestre– para que seamos felices en ellos. Eso es todo, serlo o intentarlo y no echarlos a perder con vanos lamentos. No siempre se puede, claro, pero libros alados como el de Juan Marqués, que se leen en un suspiro y diez mil cien sonrisas, son una ayuda inestimable para seguir tirando.

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