Martín Domingo

Puede volver a ocurrir

El lanzador de cuchillos

17 de febrero 2025 - 03:04

Dos décadas después de salir –nunca lo hizo del todo– del infierno de Auschwitz, Primo Levi recorrió Italia para dar a los escolares noticia de lo terrible que puede llegar a ser el hombre. En aquellas charlas a niños y adolescentes de un tiempo de bonanza, contaba que en el odio nazi no había racionalidad: que no podían comprenderlo, pero podían y debían comprender donde nace, y estar en guardia.

El escritor judío repetía en todas las escuelas que si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo.

Las nuestras, también. Por eso, meditar sobre lo que pasó es deber de todos. Todos debemos saber, o recordar, que tanto a Hitler como a Mussolini, cuando hablaban en público, se les creía, se les aplaudía, se les admiraba como a dioses. Eran jefes carismáticos, poseían un secreto poder de seducción que no nacía de la credibilidad o de la verdad de lo que decían, sino del modo sugestivo con que lo decían, de su elocuencia, de su arte histriónico, quizá instintivo, quizá pacientemente ejercitado. Las ideas que proclamaban eran, en general, aberraciones, o tonterías, o crueldades; y sin embargo, se entonaban hosannas en su honor y millones de fieles los seguían hasta la muerte. Estos fieles, y entre ellos también los diligentes ejecutores de órdenes inhumanas, no eran esbirros natos, no eran –salvo excepciones– monstruos: eran gente cualquiera. Los monstruos, decía Levi, existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios listos a creer y obedecer sin discutir.

Hay que desconfiar, pues, de quien trata de convencernos con argumentos distintos de la razón: hemos de ser cautos en delegar en otros nuestro juicio y nuestra voluntad. Sigamos la recomendación del escritor turinés: puesto que es difícil distinguir los profetas verdaderos de los falsos, es mejor sospechar de todo profeta; es mejor renunciar a la verdad revelada, por simple que se nos presente. Es mejor conformarse con otras verdades más modestas y menos entusiasmantes, las que se conquistan con trabajo, poco a poco y sin atajos, por el estudio, la discusión y el razonamiento. Levi y los demás supervivientes de los Lager no quisieron olvidar y, sobre todo, no quisieron que el mundo olvidase. En una semana hay elecciones en Alemania y el nuevo partido nazi será segunda fuerza.

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