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Los partidos políticos de este país han avanzado –unos más que otros– durante las últimas décadas en la articulación de procesos democráticos internos para la toma de decisiones, un asunto con trascendencia más allá de sus propias siglas, pues lo acordado en su seno, ya sean nombres o ideas, repercute en el conjunto de la nación. Hablamos de procesos como las primarias u otros más asamblearios, recurrentes en los partidos de la izquierda.
Lo que ocurre es que de un tiempo a esta parte, esa participación ha mermado en la práctica, porque hay formaciones que han tenido experiencias negativas, con guerras fraticidas que han abierto en canal al partido. Hasta los menos propensos a la participación han sufrido su desgaste, como el PP de Pablo Casado que salió del Congreso Nacional de 2018 y dio lugar al posterior espectáculo político de su sustitución fulminante por Alberto Núñez Feijóo.
Quienes acumulan más experiencia en este tipo de formatos participativos son los partidos de izquierdas, aunque les haya costado abrir conflictos internos que luego han pagado en las urnas, porque la ciudadanía penaliza las disputas domésticas y, sobre todo, las de egos, que suelen ser mayoritarias.
Será la resaca de algunas de esas experiencias, como la del PSOE andaluz, cuando quedó dividido entre los partidarios de Juan Espadas y los susanistas, o la nueva deriva hacia los hiperliderazgos políticos, pero el resultado es que hay militantes socialistas a los que ya se les ha olvidado votar. Y se quejan, aunque no alcen mucho la voz. Con el proceso congresual ya muy avanzado (se ha celebrado el federal y el regional andaluz), no han tenido que elegir. En los congresos provinciales, salvo en Jaén y Cádiz, habrá más de lo mismo, porque María Jesús Montero ha dado la consigna de no “tensionar” a las bases. Reclama acuerdos para que haya candidatos únicos en cada territorio.
Llegará después el turno de las agrupaciones locales y aquí los socialistas no se juegan menos, porque en los últimos años han perdido mucho poder municipal en favor del PP y su recuperación empieza por la elección de los dirigentes locales, posibles futuros candidatos a alcaldes. En especial, preocupan las capitales de provincia y ahí está por ver si Montero aplica el dedo para elegir a los “mejores” o deja que las escaramuzas actuales sigan su curso para que los militantes tengan al final algo que votar. Ser o no ser, he ahí el dilema.
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