Con la venia
Fernando Santiago
Quitapelusas
Su propio afán
Anuncié aquí mi firme decisión de no votar a Trump de ninguna de las maneras por su paso atrás en la defensa de la vida, aunque 1) yo no podía votarle y 2) deseaba que arrollase. Cumplí finalmente mi palabra y no le voté en absoluto; y la sigo cumpliendo ahora, alegrándome muchísimo de su victoria. Cosas todas objetivamente intrascendentes, como estará a punto de objetarme alguno de los lectores críticos que me honran con sus generosas y sacrificadas visitas.
Sin embargo, y esto sí es trascendente, mi artículo generó un inesperado debate entre los pocos que estaban de acuerdo conmigo y quienes, aun siendo antiabortistas de toda la vida, no iban a dejar de votar a Trump (aunque votarle tampoco podían). Esta anécdota me ha servido para comprender la categoría del voto, que es, en esencia, moral. Siendo el mío imposible, produjo debates tan serios como si fuese un voto de verdad y, además, decisivo. Incluso en España, donde sí que puedo votar, pasa lo mismo. La relevancia fáctica de un voto es insignificante, excepto en la conciencia de uno, donde es mayoría absoluta.
La situación –por si no la recuerdan– era ésta: Trump se desentendió del aborto por razones electoralistas. Sabía que los provida nunca terminamos de decidir nuestro voto por nuestra causa y los proabortistas sí, de manera que damos motivo para que los políticos, que quieren ganar las elecciones como es su trabajo, dejen a los nasciturus en la estacada de sus cálculos. Los cálculos, por cierto, le han salido redondos a Trump, que ha arrasado. Yo decidí no caer en la trampa. El argumento de mis contrincantes era el socorrido mal menor, que, como una buena capa, todo lo tapa, y más frente a Kamala, y que Trump “luego” cambiaría las cosas del aborto para mejor. Yo estoy deseando que los que me quitaban la razón tengan razón. ¿Se notará algún cambio, más allá de evitar la pulsión abortista demócrata, que no es poco? Yo, cuanto más equivocado, mejor.
Por supuesto, en muchas otras cosas, el cambio será enorme y ya ha empezado, y eso lo sabía, y por eso me iba a alegrar tanto. Pero yo quería poner mi abstención (virtual) al servicio de los niños por nacer. En el alegrón, en cambio, no me voy a equivocar. Con los demócratas venía más de lo mismo, que ya es demasiado. Con Trump los cambios son seguros y será muy interesante ver cuáles prioriza. Intelectual y políticamente, serán años apasionantes. Moralmente, también.
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