El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Su propio afán
NO podremos estar así mucho tiempo, como tampoco puede uno quedarse a vivir en una convalecencia, pero qué buen rato éste de políticos entretenidos entre ellos, olvidados de gobernar. Están cumpliendo al pie de la letra la predicción de Borges en "Utopía de un hombre que está cansado". Cuenta que los gobiernos "fueron cayendo gradualmente en desuso […] Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos: algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos". Si el maestro nos viera, ni Casandra tuvo tanta vista.
Pero sucede -volvamos a la convalecencia- que es temporal, y ¡gracias a que Rajoy tuvo la previsión de dejar los presupuestos aprobados! Tanto quejarnos de que se hace el muerto y para una vez que anduvo vivo, no se lo agradecemos.
Mientras tanto, el trabajo arduo de los columnistas, que es el de buscar el tema, nos lo dan hecho y requetehecho. A cambio, tenemos muchas posibilidades de equivocarnos en nuestros análisis y predicciones (¡no como Borges!). Está todo tan abierto, hay tantas variables e imponderables. Pero para el público, que es el que importa, tan curiosas pueden resultar las maniobras pactistas de los políticos como los malabarismos explicativos de los periodistas.
Para el pleno disfrute de la coyuntura, conviene ponerse a tono con el haiku de Susana Benet: "Obras del metro./ Al fondo de la zanja/ crecen arbustos". Por supuesto, el tema es, como explica la autora, "el deseo de la naturaleza de hacerse presente en cualquier parte, con una energía salvaje, sin cuidados, brotando al fondo de esas calles abiertas como heridas". Pero no se nos escapa que esos arbustos son posibles por la ineficacia y la parálisis de los gestores públicos.
Esta situación interina la gozamos más los que huimos de los dogmatismos economicistas y políticos. Que sea insostenible en el tiempo, como ya avisan la Bolsa, la prima de riesgo, los agentes sociales y como ve cualquiera, desmonta el sueño de los liberales a ultranza, que anhelan un mundo sin gobierno. Pero que en el ínterin nada se pare, que vivamos tan tranquilos, deja en evidencia a los intervencionistas de toda laya y condición que creen que respiramos reales decretos, comemos leyes y que sin la acción incesante del Estado desfalleceríamos.
Esta es la cara (y a lo bueno hay que mirarlo también cara a cara). Mañana cargaremos, qué remedio, con la cruz. Porque cualquier zanja puede convertirse en una trinchera.
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