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Abengoa vuelve a estar al borde del abismo por tercera vez en un lustro. Hace cinco años, la crisis de liquidez desencadenada en el verano de 2015 terminó con la presentación de preconcurso en noviembre, que pudo levantar un año después, evitando la que hubiese sido la mayor quiebra de la historia empresarial de España. Ahora, en el recién estrenado verano de 2020, Abengoa vuelve a estar en una situación muy similar: está en causa de disolución y sólo si cumple una serie de medidas propuestas en su Plan de Negocio Actualizado será capaz de reequilibrar su patrimonio. De facto, ese plan supone la tercera reestructuración financiera a la que tiene que someterse desde 2015. La primera fue la que evitó la quiebra: supuso la pérdida de la propiedad para los accionistas históricos y quitas del 70% de la deuda bruta consolidada de 8.791 millones de euros. Se hizo efectiva en abril de 2017. La segunda, ejecutada con grandes dificultades dos años después de la primera, fue en marzo de 2019 ante la necesidad acuciante de liquidez y avales. Entonces ya se veían los síntomas de que la nueva Abengoa tenía los mismos problemas que la antigua, una losa en forma de deuda que el negocio que aún le queda -tras vender muchos de los activos que contaba antes del preconcurso- no da para ir reduciendo a un ritmo sostenible. Es más, aunque la dirección de Abengoa que preside Gonzalo Urquijo esgrima la crisis generada por el Covid-19, la tercera reestructuración tiene las mismas causas que las anteriores. Urquijo no se anduvo con tapujos cuando la presentó a los mercados: la multinacional andaluza no se salvará si no logra antes de fin de junio una nueva línea de liquidez con entidades financieras por importe de 250 millones de euros, 300 millones de euros en nuevas líneas de avales revolving, modificar los términos y condiciones de los diferentes tramos de deuda sin descartar quitas y renegociar los pagos a proveedores con deuda vencida y a otros acreedores. Dos de las medidas dependen parcialmente del Gobierno, porque incluyen avales ICO y garantías del Cesce. Se agota el tiempo y la búsqueda de esa financiación, avales y más plazo para pagar la deuda bruta actual -5.948 millones tras crecer un 5% en 2019- no va por buen camino. El mercado lo sabe: devaluó el viernes su exiguo valor en Bolsa en otro 20% ante el temor a la quiebra. Abengoa vive horas cruciales que determinarán si salva la situación o vuelve a pedir preconcurso, del que sería mucho más difícil salir que hace un lustro. Varios analistas sostienen que, de producirse, conllevaría la disolución. La multinacional aún emplea a 14.025 personas -de ellas, más de 2.500 en España y la mayoría en Andalucía- , por lo que su caída, quizás definitiva, tendría un fuerte impacto en el PIB y en el empleo de la autonomía.
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