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Más visitantes e ingresos y más y mejor empleo. Cuando queda poco menos de un mes para acabar 2024, el balance del turismo en Andalucía es más que positivo. Tanto que el consejero del ramo, Arturo Bernal, no duda en calificarlo como el “mejor año de la historia”. La comunidad andaluza recibió hasta septiembre casi 29 millones de turistas, por lo que la previsión final es de 35 millones. Los ingresos llegarán, según la Junta, a los 29.500 millones de euros y, sólo durante los nueve primeros meses, se han registrado 438.700 empleos, un 2,8% más que el año anterior, mejorando, además, la temporalidad.
Con estas cifras se puede concluir que las cosas en materia de turismo se están haciendo bien. Pero no debe caer en la autocomplacencia. En los últimos tiempos se observa cómo aumenta la turismofobia, algo sumamente preocupante si tenemos en cuenta que, nos guste o no, el turismo es una de las principales industrias de Andalucía, un auténtico motor de empleo y riqueza. Esta turismofobia se debe, principalmente, a una deficiente ordenación de esta actividad económica por parte de las administraciones, lo que está provocando serios problemas a los ciudadanos en materia de vivienda, limpieza urbana o el derecho al descanso. Además es preocupante la expulsión de los residentes de algunos de los lugares más simbólicos y de fuerte carga emocional, como barrios históricos, monumentos, etcétera. Por tanto, la acción de las administraciones debería empezar a centrarse más en solucionar estos desajustes y en aumentar la calidad de la oferta (y por tanto de la demanda) que en mejorar los números en bruto.
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