Enseñanzas de Alemania

Editorial

25 de febrero 2025 - 03:04

Si todo discurre como está previsto Alemania será gobernada por una coalición entre la democracia cristiana, triunfadora de las elecciones del pasado domingo, y la socialdemocracia, que salió de esos comicios derrotada con estrépito. El objetivo único de esta confluencia de intereses es evitar que el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), que fue el segundo más votado y que ha experimentado una subida espectacular, no pueda hacer otra cosa que ejercer como oposición en el Parlamento federal. Llevado a la política española es como si el PP y el PSOE no hubieran dudado ni un segundo en ponerse de acuerdo para impedir que Vox llegara a tocar cualquier instancia de poder. Ello refleja el abismo de cultura política que separa a Alemania de España y cómo el país germánico, al menos una buena parte de su clase dirigente, vive todavía bajo el trauma del nazismo. Al margen de esta facilidad para entenderse entre fuerzas de signo opuesto, algo que forma parte de la esencia de la política alemana desde hace décadas, lo destacado y preocupante de las elecciones es el impulso de AfD, que coloca a un partido de la derecha radical en el nivel de apoyo popular más alto desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ocurre a pesar del cordón sanitario impuesto por el resto de las fuerzas políticas, que lo condena a la oposición. Este fenómeno, que no es un hecho aislado en Europa, demuestra que algo se está moviendo en la opinión pública europea y que faltan respuestas por parte de los partidos tradicionales a problemas que están en las preocupaciones cotidianas de la ciudadanía. AfD ha hecho de la alarma por la situación descontrolada de la inmigración irregular su principal bandera. Ahí está la clave de su avance, más que en nostalgias de un pasado que todavía avergüenza a muchos alemanes o en el nuevo tablero mundial que se dibuja tras la vuelta de Donald Trump. Las elecciones alemanas arrojan unas enseñanzas que nadie debería ignorar. Tampoco España.

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