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Rey, hombre de Estado y sentido común
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Con motivo de la conmemoración de los ochenta años de la muerte de Antonio Machado, en la pequeña localidad de Colliure (Francia) se están multiplicando los actos en recuerdo de un poeta que ha sido también un referente ético para muchas generaciones. A nadie se le escapa el perfil político del autor de Campos de Soria: fue un intelectual profundamente comprometido con la II República -a la que consideraba una oportunidad para la modernización y democratización de su querida España- y, al final, cuando todo estaba perdido quiso correr su misma suerte. Sin embargo, y esto es importante, la significación moral de Antonio Machado va mucho más allá de sus creencias políticas concretas -indisolublemente unidas al momento histórico que le tocó vivir- para ser una luz que hoy puede alumbrar a todos, independientemente de las opciones partidarias. Sólo los sectarios pueden considerar al poeta como patrimonio exclusivo de una facción política determinada.
La gran actualidad de Antonio Machado -más allá de sus imperecederos valores puramente literarios y estéticos- es su denuncia de lo que él llamó con evidente acierto las dos Españas. Es importante recordarlo hoy, cuando el ambiente político se está enrareciendo con la cristalización de dos bloques antagónicos -otra vez, las derechas y las izquierdas- que se ven ya más como enemigos que como adversarios. Estos días, una exposición patrocinada por Unicaja en Sevilla, muestra el legado de Antonio Machado junto al de su hermano Manuel, que fue simpatizante (más o menos sincero) del bando sublevado, además de uno de los mejores poetas que ha dado España en el siglo XX. La relación de estos dos hermanos resume de una manera dramática la brutal tragedia de la Guerra Civil y la imposibilidad de una tercera España. Unirlos de nuevo en la memoria de los españoles es el mejor homenaje a los dos poetas inmortales. En el ánimo de todos debe estar el firme compromiso de que nunca más se repita aquella etapa negra.
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