Rafael Garófano

El Hospicio Provincial (Valcárcel), sede de acontecimientos sociales en Cádiz

historia

El histórico edificio acogió en 1879 la Exposición Regional Andaluza, en cuya organización y financiación se volcó la ciudad, reformando el inmueble

Fachada del Hospicio Provincial en 1879, antes de la Exposición Regional.
Fachada del Hospicio Provincial en 1879, antes de la Exposición Regional. / D. C.

08 de octubre 2022 - 18:23

El gran edificio del Hospicio, en uno de los límites del perímetro urbano de la ciudad (ante un gran espacio sin urbanizar, frente a la playa de la Caleta, como garantía para la defensa establecida por los ingenieros militares), es uno de los testimonios del carácter ilustrado de la ciudad de Cádiz.

En este enorme edificio proyectado por el arquitecto Torcuato Cayón y terminado de construir en 1763, con 11 aljibes y huertos complementarios donde obtener alimentos frescos para los asilados, la Diputación Provincial, que tenía a su cargo la administración, encomendó a las Hijas de la Caridad la asistencia y los cuidados de los que en él se albergaban: además de los numerosos niños huérfanos, pobres y desvalidos de toda la provincia, muchos ancianos y todos los “dementes” (en terminología de la época) que necesitaban atención permanente e internamiento, hasta que en 1852 se segregó este último servicio, yéndose todo el personal al antiguo convento de Capuchinos.

Este edificio, por tanto, era (junto con otros, como la Cárcel Real o la Casa de Viudas), el resultado de una actitud ilustrada, consecuencia del proceso de secularización que ya, alejándose de actitudes religiosas y caritativas, mantenía la consideración y el respeto por la dignidad de las personas desde la que, más adelante, el Estado liberal fue fraguando los servicios sociales de carácter público, para atender las necesidades básicas de los ciudadanos.

Pero en sus comienzos, como la consideración de la infancia, de la juventud, del trabajo y de la autoridad eran diferentes, también lo eran la educación y la enseñanza, consecuencia de lo cual, en aquel Hospicio niños y jóvenes aprendían y trabajaban duro para aportar ingresos a la institución que los acogía. Tareas que realizaban en talleres de todo tipo, de albañilería, carpintería, herrería, tonelería, sastrería, zapatería, fábrica de hilos y cuerdas, y cuarenta telares para lienzos de hilo y algodón.

Esta seguía siendo la función a que este edificio se dedicaba cuando, en 1877, la Sociedad Económica de Amigos del País de Cádiz (constituida en 1814), siguiendo las directrices de la de Madrid sobre la conveniencia de organizar exposiciones que fomentaran el intercambio comercial y el desarrollo industrial, aprobó en su seno la organización de la Exposición Regional Andaluza, planteada con tales contenidos y dimensiones que en Cádiz solo sería posible montarla en el edificio del Hospicio, para lo que se obtuvo autorización de la Diputación Provincial.

Para que ese proyecto saliera adelante (estando Cádiz en un momento de marcada crisis socio-económica) surgió en la ciudad un extraordinario espíritu colaborativo y de participación, con aportaciones económicas de instituciones, organismos y particulares, hasta superar incluso el presupuesto inicialmente previsto. Se redactó un Reglamento y se nombraron las comisiones que se ocupasen de la organización de las diferentes secciones de productos, así como los jurados que premiasen los mejores de cada clase (que era uno de los atractivos para la participación de los productores, por lo que ello suponía de promoción comercial). Mientras, el ingeniero D. Luis de la Orden, contando en todo momento con la dirección del Hospicio, se ocupaba de proyectar y dirigir las reformas del inmueble y la adecuación de los espacios complementarios que los distintos productos requerían. Entre ellas, la restauración de la bella fachada (de 85 X 22 m.), y el cerramiento con una valla perimetral de madera de un gran espacio libre que había ante ella, ampliando la zona disponible para cierto tipo de productos de la exposición. Sobre la verja de la puerta de dicha valla, el lema de la exposición “Ilustra, Fomenta y Premia”, y entre esta puerta y la del edificio una calle entoldada bordeada de parterres.

Tras dos años de gestiones y trabajos, el 3 de agosto de 1879, el Gobernador provincial, en nombre del rey Alfonso XII, inauguró brillantemente la Exposición Regional Andaluza en el Hospicio Provincial, haciéndola coincidir con la Velada de los Ángeles (el acontecimiento anual que más forasteros atraía y que se celebraba en el inmediato paseo de Las Delicias), aunque, finalmente, la exposición tuvo abierta sus puertas durante 50 días. Desde el primer momento empezó a publicarse la revista Crónica de la Exposición Regional de Cádiz, dirigida por el ilustrado D. José M. Gómez Colón. Revista que publicó 12 números informando de la exposición y los acontecimientos que en ella diariamente se celebraban, reservando el último número, del 31 de octubre, para publicar la relación de los productos premiados. También la prensa nacional estuvo atenta a la exposición de Cádiz y La Ilustración Española y Americana, la más prestigiosa de las revistas ilustradas, acompañó sus crónicas con grabados xilográficos.

En el acto de apertura de la Exposición el presidente de la Sociedad Económica, D. Vicente Rivas, pronunció un discurso (en la mejor línea del “desarrollismo decimonónico”) en el que, entre otras cosas, dijo que frente a la violencia y la guerra “…el trabajo redime y dignifica al hombre, como han probado sobradamente la ciencia, las artes y la industrias. Porque, en efecto ¿quién sino el trabajo inteligente y libre, surca los mares, atraviesa las llanuras y horada las montañas con el vapor, acumula y difunde los conocimientos con la imprenta, da a la trasmisión del pensamiento la rapidez del pensamiento mismo con el telégrafo, conserva las facciones y la voz de los seres queridos con la fotografía y el fonógrafo, rompe los continentes para abrir paso a la humana actividad, y llevará mañana el mar, y con el mar el bienestar y la riqueza, la civilización y la cultura, a las ardientes soledades del África central? ¿Quién sino él cambia en deliciosos vergeles los incultos eriales?, ¿quién sino él y solo él, transforma el planeta y la sociedad, mejorando cada día con rapidez y seguro paso al hombre mismo en su triple esfera, moral, intelectual y material?...”. Palabras con las que se repasaban los últimos avances que el siglo XIX estaba sacando a la luz, dándole a la humanidad unas capacidades que entonces se entendían, exclusivamente, cargadas de bienes para mejorar la vida de las personas. Función que aquella exposición que se inauguraba pretendía acelerar y expandir en Andalucía y, sobre todo, en Cádiz.

La exposición se estructuró por Grupos que, a su vez, de subdividían en numerosas Clases de productos. Siento estos los Grupos:

- Obras de Arte.

- Productos que tiendan al progreso intelectual y moral.

- Ganadería y Agricultura.

- Productos de las industrias extractivas.

- Industrias fabriles y manufactureras.

- Industria marítima.

La participación de los productores fue muy mayoritariamente de Cádiz y muy desigual por parte de las ciudades que respondieron a la convocatoria, según el siguiente orden de las que más productos presentaron: El Puerto de Santa María, Sevilla, Jerez, San Fernando, Málaga, Madrid, Puerto Real, Algeciras, Barcelona, Córdoba y Granada. Los visitantes a la Exposición fueron muchísimos, tanto industriales, como comerciantes y curiosos, y grande también la diaria animación, que estuvo fomentada por la celebración de actividades y conciertos ofrecidos por las bandas de música de los distintos cuerpos militares de la guarnición.

De entre los muchos e interesantes objetos y productos presentados solo me fijaré en los relacionados con el nuevo Dique de Carenas en Matagorda, de la firma Antonio López y Compañía, que se había inaugurado el 2 de julio del año anterior y que venía a impulsar definitivamente la industria naval de la Bahía. Como de este Dique se hablaba muchísimo en Cádiz pero eran pocos los que personalmente lo conocían, la propia empresa presentó en la exposición, de madera, un modelo topográfico en relieve del dique, a escala 1/200, con todas sus instalaciones complementarias y los terrenos de marismas y salinas en los que se ubicaba (maqueta que obtuvo la Medalla de Oro de su especialidad y que ya venía con el prestigio de haber obtenido la Medalla de Plata en la Exposición Universal de París del año anterior), mientras que, en la sección de fotografía, el gran fotógrafo gaditano Rafael Rocafull, propietario y director del estudio Bellas Artes (de la calle Ancha, 24), presentó no solo una colección de fotografías de la construcción del Dique y una panorámica del mismo de 8,5 m. (compuesta de 8 vistas fotográficas), sino que montó un Cosmorama, para que los visitantes a la exposición tuvieran la sensación, al mirar por los visores ópticos del mismo, de estar “ante la realidad misma” (lástima que la técnica fotográfica no hubiera alcanzado aún la forma de captar los colores de las imágenes, ni hubiese forma de imprimir directamente las fotografías en las publicaciones).

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