Manuel Bustos Rodríguez

Atisbando el remplazo cultural

La tribuna

10982616 2025-02-19
Atisbando el remplazo cultural

19 de febrero 2025 - 03:05

Agran escala algo se está moviendo en el mundo. Nuestra valoración no puede ser sino incierta, pues ni somos magos ni podemos ver todavía sino entreveradamente. El paso del tiempo nos irá descubriendo el sentido y el significado. De momento solo podemos aventurar conjeturas.

Lo que sí parece cierto es que el juego fuerzas está cambiando y se atisban algunas, hasta no ha mucho casi inexistentes, que parecen llamadas a revertir a medio plazo, si se mantiene su intensidad, el dominio ejercido en todo el Occidente desde hace décadas por lo que se ha dado en llamar cultura progre y, últimamente, cultura woke. Es esta una cosmovisión que patrocina la difusión de ciertos dogmas por ella considerados indiscutibles y que abarcan varios temas a día de hoy muy difundidos y con frecuencia exacerbados: el cambio climático como obsesión, la interculturalidad, la inclusión, el género (antiguo sexo) como producto puramente cultural, la sustitución de la verdad por el relato, la revisión histórica trufada de victimismo, la regulación amplificada, la igualdad llevada al extremo, el intervencionismo (cuando no la mofa) de las creencias religiosas cristianas, el rechazo de la pedagogía del mérito y del esfuerzo, etc.

En la promoción y defensa de esta visión del ser humano y del mundo, tantas veces alejada del sentido común, en parte expresadas en la Agenda 2030, paradójicamente han convergido tanto la izquierda, que se ha agarrado a ella con fruición, como un sector muy importante de la derecha y de los grandes poderes internacionales. De ahí la convulsión producida en el mundo, y no solo por el tema de los famosos aranceles, por el ascenso del extravagante Trump al poder y por el avance de los partidos llamados patrióticos en Europa, únicas fuerzas capaces en principio de combatir políticamente, con eficacia, dicho proyecto global. Basta con echar una ojeada cada día a los medios para ver cómo, inquietos, refuerzan el viejo antiamericanismo, insisten una y otra vez en caricaturizar al primero, algo para lo que el propio personaje se presta como nadie, y se refieren a los segundos presentándolos como extremistas y fascistas.

La preocupación es máxima en una Europa ganada todavía mayoritariamente por dicha cosmovisión progre, tanto por la contestación a ella que se está abriendo paso a través de las redes sociales, de la juventud y entre una masa cada vez mayor de hipotéticos votantes en contra de las posiciones dominantes, como por el futuro de ciertas instituciones transnacionales, entre ellas, incluso, la propia Unión Europea. De ahí la fuerte resistencia de los afectados por estos cambios, las medidas legislativas condenatorias arbitradas como defensa, los cordones sanitarios establecidos y la censura para frenar el avance y la cada vez más abierta contestación, a la que últimamente se han sumado de forma interesada las grandes empresas que dominan las redes sociales. La lucha será, pues, larga y dura.

Pero no debemos ser ilusos: el presidente Trump va a lo que va (“EEUU primero”), aunque, y esto anima a muchos, entre sus medidas políticas hay no pocas que combaten duramente la hegemonía de la causa progre-woke. No debemos olvidar a este respecto que el combate cultural deberá ser en los próximos años eje central de la acción si se quiere crear una alternativa a la cosmovisión dominante, para la que serán necesarios todos los apoyos. Hay un cansancio creciente en sectores cada vez más amplios de la población.

Sin embargo, es preciso paralelamente amortiguar la posible fragmentación de Europa provocada por los excesos nacionalistas, de los que hemos tenido ya malas experiencias en el pasado. No olvidemos que la consigna de Trump más arriba referida está presente también en la acción política de los partidos emergentes de otros países, y que varias de las propuestas del adversario han calado ya en quienes han sido llamados a combatirlos. Hay, en resumidas cuentas, una tarea pre-política que hacer: la de liberar el espacio internacional de la dictadura progre-woke, pero cuidando cómo debe construirse el porvenir. Mas, previamente, ¿habrá en Occidente la fuerza y la capacidad, práctica y de ideas, suficiente para zafarse de unas actitudes tan arraigadas entre las masas, después de tanto tiempo de bombardeo sistemático con el relato hegemónico?

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