Manuel Bustos Rodríguez

El despejado camino del separatismo

La tribuna

11569292 2025-03-27
El despejado camino del separatismo

27 de marzo 2025 - 03:04

Aestas alturas del tiempo, creo que muy pocos podrán dudar, salvo los buenistas por naturaleza o los partidarios de las políticas gubernamentales, del futuro que le aguarda a nuestra nación, que no es otro, si ningún imponderable surge, sino su fragmentación en varios estados-nación. En otras palabras, el territorio de lo que hoy todavía llamamos España podría equivaler en principio a la suma de las comunidades autónomas de Andalucía, Madrid, las dos Castillas, Extremadura, Cantabria, Asturias, La Rioja y Murcia. Por su parte, las de Valencia, Islas Baleares y Navarra podrían estar en juego, según por dónde apunten los afanes expansionistas de Cataluña y el País Vasco en el futuro; en tanto que Galicia, con fuerte presencia nacionalista, puede asimismo convertirse en otra comunidad avocada a la separación, mientras que Ceuta y Melilla dependerán de la política que se vaya a seguir con respecto a Marruecos.

En los dos primeros casos que he citado, a cambio de templar ánimos y obtener apoyos, se ha hecho la vista gorda y concesiones, que son ya prácticamente irreversibles. Si hace algunos años, el fortalecimiento del Estado menguando poder a Cataluña y el País Vasco tenía aún visos de posibilidad, hoy, en el dudoso caso que esto quisiera hacerse, implicaría un alto coste político y social, que muy pocos estarían dispuestos a pagar. Y suponiendo que se optara por afrontarlo, puede que nuestra encogida Europa se decidiera a entrar, pero, probablemente, no como pudiera pensarse en apoyo del Estado miembro afectado por el separatismo, sino para preservar a las comunidades de marras de hipotéticas violaciones de las libertades y los derechos humanos que también asisten a los independentistas. Las consecuencias de un Estado fallido y dividido son incalculables.

En cualquier caso, las concesiones paulatinas al nacionalismo y, más recientemente, la aceleración del proceso independentista, implican ya sólidos pasos permitidos desde el propio Gobierno de España, favorables a la segregación de las dos comunidades citadas en manos de los soberanistas desde hace tiempo. Y, por si fuera poco, no creo que esté en la idea de los dos grandes partidos nacionales el unirse para frenar dicho proceso, suponiendo que de verdad lo desearan, pagando por ello el correspondiente peaje electoral que puede intuirse. Consecuentemente, la estrategia política estriba en dejar que siga adelante, que no parezca estarse avanzando en el sentido apuntado, sino en el de la paz, la estabilidad y la concordia, argumento sin duda muy fácilmente vendible a los ciudadanos.

Pero aun siendo todo este asunto fuente de desigualdades de gran calado y, a la vez, una enorme hipoteca para nuestro futuro, incide en favor de su continuidad la falta de una reacción significativa en una ciudadanía resignada y, sobre todo, en quienes tienen puestos de responsabilidad en el Estado. Estos han elegido de forma destacada la cesión en lugar de hacer frente al problema en toda su gravedad. Además, no creo que el sentido patriótico de los españoles sea muy elevado, ni que sus preocupaciones traspasen el ámbito de lo cotidiano, máxime cuando la vida va poniéndose cada vez más difícil para las personas. Gustan algunos, eso sí, de recordar a veces el famoso discurso del rey, ya lejano y sin continuidad, del 3 de octubre de 2017; pero aún seguimos sin dar nuevos pasos que lo avalen.

Hay, pues, una aceptación tácita o pasiva del proceso en marcha, con algunas voces críticas silenciadas o tergiversadas; aunque, eso sí, exista mucho postureo vano forzado por el compromiso. Ni siquiera los tribunales de rango superior, tras el gran fiasco de las condenas por el referéndum ilegal de 2017, intervenidos en buena medida por el poder ejecutivo, tardíos en sus veredictos y casi siempre expuestos a que estos queden sin cumplimiento por decisión política (pensemos en los casos de amnistía y, a medio plazo, en los posibles referendos de autodeterminación) parecen generar esperanza.

Como los acontecimientos se suceden con rapidez, estamos ahora comprensiblemente preocupados por lo que está ocurriendo en el ámbito internacional con las medidas arancelarias, el incremento del gasto de la defensa o la guerra de Ucrania. Y, sin embargo, en España se está decidiendo también nuestro futuro, sin que parezca preocupar mucho a la gente. Después de largo tiempo de padecer el chantaje del nacionalismo, asignatura pendiente de la Transición política, el aburrimiento que el tema suscita (cualquier tropelía resulta ya indolora para el Común) y el erróneo sentimiento de que no existe un camino distinto del que los separatistas desean, en unión a la falta de vigor y la comodidad, nos han conducido a una especie de parálisis e inercia social. Nada, por cierto, más deseable para los transgresores.

También te puede interesar

stats