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La política exterior de España es competencia propia del Estado, por ello, la diplomacia tradicional es ejercida únicamente por instancias estatales. Pero en un mundo cada vez más globalizado e interconectado, surgen nuevos “actores no estatales” con un protagonismo creciente en las relaciones internacionales cuyo fin es influir en gobiernos, grandes empresas, medios de comunicación y, por supuesto, en los ciudadanos. Este nuevo modelo de relaciones internacionales basado en el polilateralismo, es lo que se denomina “Diplomacia Pública” con la que se abandona el uso del hard power en favor del soft power. Es el triunfo de la persuasión frente a la imposición. Ningún Estado renuncia a ejercer, junto a la clásica diplomacia tradicional, una moderna diplomacia pública, a lo que se han sumado las más importantes regiones y ciudades del mundo.
Andalucía tiene motivos de sobra para desarrollar una diplomacia pública propia, ya que su percepción exterior es aún inferior a su realidad y soporta ciertos prejuicios y estereotipos negativos que le perjudican en el escenario nacional e internacional. El objetivo debe ser mejorar nuestra imagen exterior y ganar prestigio internacional para conseguir que ciudadanía y líderes políticos, empresariales, culturales y mediáticos, mejoren su percepción sobre Andalucía con el fin de persuadirles en la consecución de nuestros objetivos, lo que se traduce, en última instancia; en la atracción de talento, inversiones y empresas; en impulsar la internacionalización de nuestra economía; y en que Andalucía gane capacidad para influir en los procesos de toma de decisión.
Son muchas las regiones y ciudades que practican, con mayor o menor intensidad, la diplomacia pública. Caso paradigmático es el de Málaga, que promoviendo durante años una imagen de capital cultural, tecnológica y comercial, hoy es percibida como una de las capitales del sur de Europa. Bilbao, Madrid y Barcelona han hecho también esfuerzos en este sentido. Sevilla, “tan famosa como desconocida” por falta, precisamente, de una diplomacia de ciudad potente. El caso de la provincia de Cádiz es ejemplo de ausencia total de diplomacia pública coordinada y por ello, su percepción exterior no es acorde a su potencial.
Una adecuada estrategia de diplomacia pública andaluza, liderada por las instituciones autonómicas pero con la necesaria participación de otros actores como universidades, empresas, cámaras de comercio, líderes de opinión, think tanks, etc. debería incluir entre sus posibles acciones: incrementar la promoción de los valores y fortalezas más desconocidos, contrarrestar los estereotipos y la narrativa negativa, impulsar la cooperación y el intercambio de conocimiento con regiones europeas con las que compartamos nuevos desafíos, liderar una alianza cultural con regiones hispanoamericanas, convertirse en centro de referencia para la enseñanza del español con acento andaluz, y ¿por qué no?… ofrecer su milenaria vocación de tolerancia intercultural para ser sede de una futurible conferencia de paz entre judíos y palestinos. El reciente viaje a China del Presidente de la Junta con una delegación comercial, industrial y turística, los acuerdos con regiones europeas sobre la base de nuestro modelo energético, la captación de eventos culturales y deportivos de gran impacto internacional o el protagonismo alcanzado por Andalucía en el Comité de las Regiones de la UE son ejemplos que marcan el camino a seguir.
Un instrumento imprescindible para ello es la implementación de una buena marca-territorio, lo que exige definir una identidad propia, reconocible y diferenciada de la competencia, en la que se destaquen los principales valores y fortalezas de Andalucía a fin de mejorar su imagen y reputación en el exterior (“Reputation means money”). La marca debe ser políticamente neutra y contener un elemento emocional; nuestra pasión por las cosas bien hechas.
Andalucía goza de atributos muy valorados que forman parte de su prestigiosa marca turística. Pero la marca-país debe ir más allá para incluir otros valores como lo aeronáutico, energético, minero, agropecuario, infraestructuras y parques tecnológicos, economía azul, facultades de prestigio, etc. Pero también su estabilidad institucional, liderazgo por la igualdad territorial y lealtad a España.
Pensemos que el ser humano actúa, no en función de cómo son las cosas, sino de cómo las percibe. Mejorar esa percepción, ganar en imagen y afianzar nuestro mensaje, debe ser el reto de nuestra diplomacia pública. La imagen de un Galeón de nombre Andalucía en Expo Osaka 2025, ofreciendo una experiencia inmersiva que muestre lo que marinos, científicos y artistas andaluces fueron capaces de hacer durante siglos y contar al mundo lo que hoy queremos y podemos ofrecer, sería una buena metáfora de la nueva diplomacia pública andaluza.
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