José María García León

La empresa HISMA y el 18 de julio

Historia

Al comienzo de la Guerra Civil, Franco solicitó personalmente ayuda a Hitler por carta.

Goering le convenció para montar una red comercial que serviría de tapadera a esa colaboración.

Todo se fraguó a través de ‘hombres de negocios’ alemanes desde el Marruecos español

Entrevista de Serrano Súñer con el Conde Ciano.
Entrevista de Serrano Súñer con el Conde Ciano. / Archivo De La Familia Serrano Súñer

03 de julio 2021 - 20:43

Desde prácticamente el comienzo de la Guerra Civil, ambos bandos en contienda solicitaron al extranjero apoyo para sus causas respectivas. En torno al 24 de julio de 1936, Adolf Hitler recibió personalmente una carta de Francisco Franco en la que éste le pedía ayuda apremiante para su recién iniciado golpe contra la Segunda República. Si bien Hitler, según su doctrina nacionalsocialista, desconfiaba de Franco, al que consideraba demasiado dependiente del capitalismo y de la Iglesia, no dudó desde el primer momento en aceptar esa ayuda, consciente de las favorables posibilidades que se le brindaba, entre otras, porque su intervención en España le supondría un idóneo campo de prueba para poner en práctica las innovaciones de su industria armamentística. Algo parecido ocurría con Mussolini, que, aunque consideraba a Franco no precisamente muy identificado con el fascismo, intuía que podría serle muy útil para conseguir la alianza de España a la hora de lograr el control del Mediterráneo, si bien jugando un papel subalterno. Algunos, con cierta retranca, cuando Franco se hizo con todo el poder a finales de septiembre de 1936, como mucho empezarían a hablar de un “fascismo frailuno”.

Habida cuenta de que Alemania al inicio de la Guerra Civil mantenía relaciones diplomáticas y, por tanto, el reconocimiento legítimo de la España republicana, resultaba obvio que cualquier colaboración con la España sublevada debería hacerse con las mayores reservas. El pragmatismo de Goering, frente a los informes reacios de la Armada y el Ejército alemán sobre una posible intervención en España como apunta Angel Viñas, fue decisivo para convencer a Hitler. La idea se basaba en potenciar toda una red de especulaciones comerciales a fin de controlar, más bien monopolizar, desde una perspectiva mercantil, el tráfico de exportaciones e importaciones (sobre todo de wolframio) entre la Alemania nazi y el bando sublevado. No olvidemos que, en esos momentos, Franco no era más que una especie de “primus inter pares” entre los demás generales golpistas.

El crucero alemán 'Deutschland'.
El crucero alemán 'Deutschland'. / D. C.

Dos noticias precipitaron los acontecimientos en apenas veinticuatro horas. El 23 de julio la embajada alemana en París enviaba un telegrama a Berlín, dando cuenta del envío a la República por parte de Francia de 30 aviones bombarderos y de un elevado número de cañones de 75 mm. Como señala el general Salas Larrazábal, aunque Francia siempre sería bastante remisa en su ayuda, dicho telegrama concluía afirmando que “amenaza comprometer definitivamente la situación de Franco·. Un día después, las gestiones de Luis Bolín, enviado por aquél a Roma, fracasaban ante la negativa italiana a prestarle cualquier ayuda. Andando ya la Guerra Civil, las gestiones de Serrano Súñer, que nunca simpatizó con Hitler, harían posible un mejor entendimiento con Italia. La situación, pues, no admitía mayores demoras, imponiéndose el funcionamiento de una empresa comercial con la suficiente solvencia para garantizar la consecución de la causa y, de paso, levantar las menos sospechas posibles.

Tal fue el origen de la empresa HISMA.

Agentes nazis en España desde 1934.

La rapidez con que se llevaron a cabo todas estas gestiones y la participación activa de destacados “hombres de negocio” alemanes en España, llama poderosamente la atención, sobre todo, en el Marruecos español. También, el cómo esa misiva llegó a las propias manos de Hitler, cuando la figura de Franco apenas tenía entonces suficiente dimensión fuera de nuestras fronteras. Pues bien, todo ello se explica en gran medida por la decisiva intervención de agentes nazis destinados en España, algunos de ellos desde dos años atrás, como bien ha puesto de relieve en recientes investigaciones Martín de Pozuelo.

El primero de ellos era Hans Hellermann, tal vez el más influyente de todos, que en 1934 ya se hallaba instalado en Barcelona, bien situado entre grupos falangistas y de contrarios a la Generalitat, lo que le valió ser nombrado responsable, primero en Cataluña, y luego en toda España de la incipiente red de la organización nazi. Al frente de la empresa Import Business-Hellermann & Phillippi, que importaba piezas para motores (una hábil tapadera para camuflar todo tipo de actividades clandestinas), desarrolló una amplia labor en torno al puerto de Barcelona. Dichas actividades se encuadraban dentro de un departamento, dependiente de la Gestapo, denominado Servicio de Control Portuario, dirigidas a cualquier alemán residente en España al que se considerara contrario o simplemente crítico con el nazismo. Téngase en cuenta que por esos años residían en nuestro país unos 30 000 alemanes, muchos de ellos ubicados tras la I Guerra Mundial.

Izada bandera roja y gualda en Cadiz .
Izada bandera roja y gualda en Cadiz . / D. C.

El segundo era Adolf Langenheim. Al frente del aparato nazi en Marruecos, posiblemente conociera a Franco desde 1935 y acordara con éste servir de enlace para hacerle llegar a Hitler sus peticiones. Para ello se recurrió a Ernst Bohle, agente clave para la implantación del Partido en América y que tenía en Méjico su principal centro de operaciones. Aunque en principio se mostraría algo reticente, acabó aceptando, por lo que entregó el mensaje de Franco a Hitler en Bayreuth.

El tercero de ellos era Johannes Bernhardt, jefe local del partido nazi en Tetuán, capital del Protectorado Español en Marruecos, y hábil organizador de la trama empresarial que se estaba instalando en la Península. Acabada la Guerra Civil, obtuvo la nacionalidad española y vivió varios años en Denia, a pesar de estar reclamado por el Consejo de Control Aliado. Murió en Múnich en 1980.

Los servicios secretos de la República

Respecto al papel desempeñado por los servicios de inteligencia de la Segunda República a la hora de hacer un seguimiento de estas actividades nazis en España, resulta bastante chocante que apenas repararan lo suficiente en todo ello. No parecen, pues, muy prestos ante la presencia de estos agentes, aunque lo cierto es que hasta un año después de su proclamación no fue cuando se planteó la creación de unos servicios secretos capaces de informar debidamente a sus dirigentes. En el contexto de aquellos años, una de sus principales puntos de atención fue vigilar el avance de la izquierda extremista, que provocaba el recelo de la burguesía republicana. Respecto al exterior, la mayor hostilidad hacia España entonces provenía del fascismo italiano, según criterio del propio Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, que llegó a denunciar “la campaña de falsedades, con sistemática difamación de nuestro régimen “. Incluso, con ocasión del conflicto de Abisinia, el gobierno español reconoció el descuido tenido con la defensa de las Islas Baleares ante una posible invasión italiana y la tardanza en adquirir la debida protección antiaérea.

Tetuán.
Tetuán. / Archivo Municipal de Ceuta

Con todo, estos servicios, que no parecen despertaran un excesivo interés por parte de los sucesivos gobiernos republicanos, adolecían de personal técnicamente cualificado y de los medios adecuados para ello. Lograron detener en Madrid, donde tenía su centro de operaciones, a Erich Schnaus, aunque cabe preguntarnos si esta detención se debió más a la evidente torpeza de este agente nazi que a la eficacia de nuestros servicios secretos. También, a poco de producirse el golpe del 18 de julio, fueron fusilados en Barcelona cuatro alemanes, imaginamos que relacionados con estas actividades clandestinas, “a pesar de poseer todos su documentación correspondiente” (Diario de Cádiz). Aún así, Hellermann continuó con su labor siguiendo fielmente las directrices emanadas desde Berlín por Heinrich Himmler. Al parecer, sin conocimiento alguno, al menos oficialmente, del aparato consular y diplomático alemán en España. Lo cierto es que el dirigente socialista Luís Araquistain ya había venido advirtiendo, a finales de 1934, de las posibilidades de que España entrara en esta dinámica a favor de las potencias totalitarias, Italia y Alemania.

Tetuán, 31 de julio de 1936

Ese día tuvo lugar la constitución de una empresa, cuyo nombre comercial era “Sociedad Hispano Marroquí de Transportes” y conocida genéricamente como HISMA, donde actuaron testaferros de Franco, según Ricardo de la Cierva. Con un capital inicial de 200 000 pesetas, la firma tuvo lugar en un edificio de la calle O´Donnell número 12 de Tetuán, aunque días después trasladaría su sede social a Sevilla. De todo ello levantó el correspondiente acta Tomás Súñer y Ferrer, Cónsul de España, que hacía de notario público en funciones. Bernhardt fue un hombre clave en esta empresa, así como en la constitución posterior de SOFINDUS, una especie de holding que comprendería más empresas de este tipo.

Precisamente, respecto a esos días, en el Diario de Cádiz de la época vemos noticias relacionadas con la presencia de navíos alemanes en aguas de la Bahía. El 28 de julio se anunciaba que Alemania enviaría a España tres navíos de guerra y, precisamente, el 1 de agosto el comandante del crucero Deutschland cumplimentaba a las autoridades gaditanas. Cuatro días después se daba cuenta de la llegada a Cádiz del destructor Leopard, en su periplo por puertos españoles “para prestar ayuda y protección a los súbditos alemanes que se encuentren faltos de auxilio”. Dicha llegada coincidió con unas declaraciones del general Queipo de Llano dando cuenta, desde Sevilla, de que ya se llevaban recaudadas 40 000 pesetas para “la adquisición de aeroplanos que tanta falta nos hace”.

De mayor calado fue la presencia del buque alemán Usaramo, en realidad un mercante con capacidad para transportar pasajeros que salió de Hamburgo el 2 de agosto y llegó a Cádiz el día 7, perseguido de cerca por el destructor Almirante Valdés. En teórica visita turística, transportaba militares y técnicos, así como aviones desmontados, seis cazas He-51 y diez Junkers, más artillería antiaérea y munición diversa (Diario de Cádiz, 4 septiembre 2016). El 15 de agosto tuvo lugar en el balcón del Ayuntamiento gaditano la solemne izada de la bandera roja y gualda en sustitución de la tricolor de la República. Curiosamente, en ese mismo día se produjeron las primeras bajas alemanas, dos alféreces, Helmut Schulze y Herbert Zech.

Conforme la guerra fue alargándose ambos bandos fueron intensificando sus peticiones de ayuda extranjera. Así, las primeras Brigadas Internacionales llegaron a mitad de octubre en apoyo de la República.

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