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En los últimos meses venimos recibiendo información sobre el crecimiento diferencial de la economía española con los países de la Unión Europea. Sin embargo, muchos españoles no perciben el positivo comportamiento, y nos preguntan con frecuencia a los economistas si los datos de los que presume el Gobierno son ciertos. Pues sí, son ciertos. Si bien en 2020 sufrimos un bache económico por la pandemia de Covid más intenso que todos los países desarrollados, y tardamos más que la mayoría de estos países en recuperar el nivel de PIB de 2019, en los últimos años la economía española crece significativamente más que la mayoría de los países europeos, y singularmente más que Alemania, Francia e Italia. Y no solo hemos crecido más en los últimos años, sino que las instituciones de análisis económico prevén que el crecimiento de la economía española en 2024 sea muy superior a la media europea. La última previsión del FMI para 2024 (2,9%) duplica la que hacía a principios de año, superando incluso la previsión para EEUU.
Además, en los últimos años no solo aumenta el PIB, sino que también lo hace con contundencia el empleo y se reduce significativamente la tasa de paro (aunque sigue siendo elevada por el paro estructural). Y al balance positivo también se puede sumar la reducción de la inflación y el saldo positivo de la balanza de pagos. Siendo cierto todo lo anterior, ¿por qué afirmo en el título de este artículo que no progresamos? Les expongo varias razones y podrán valorar su importancia.
1) Si bien el PIB es la magnitud más comúnmente utilizada para valorar la evolución económica de un país, es mucho más relevante el PIB per cápita (PIBpc) porque tiene en cuenta entre cuantos se reparten los ingresos. En las dos anteriores décadas el crecimiento demográfico de España ha sido reducido, por lo que la diferencia entre las dos magnitudes era poco relevante, pero desde final de 2019 hasta el mes de octubre de este año la población en España aumentó en 1,6 millones de personas como consecuencia de la inmigración, por lo que, si en el referido periodo el PIB aumentó un 6,6%, en los 5 años el PIBpc solo aumentó un 3,1%. Además, en una perspectiva más amplia, el PIBpc de 2023 fue un 8% inferior al de 2008.
2) El PIB puede crecer por aumento del empleo, de la productividad o una combinación de ambos factores, siendo lo determinante para el desarrollo a largo plazo el aumento de la productividad porque mejora la eficiencia del sistema productivo y aumenta su capacidad competitiva. Pues bien, si el PIB aumentó un 6,6% hasta el tercer trimestre de este año, el empleo aumentó un 9,3%. Por tanto, la productividad por ocupado disminuyó. Además, el aumento de la productividad está vinculada con la inversión, que es un 21,3% inferior a la del año 2007.
3) Por tanto, el crecimiento ha sido especialmente intensivo en trabajo, y fundamental en actividades en las que predomina el empleo con cualificación no muy elevada, en muchos casos estacionales y con salarios reducidos (la retribución media por asalariado es inferior a la de 2019), por lo que en España se está produciendo el fenómeno de “pobreza laboral” (personas empleadas con retribuciones inferiores al umbral de pobreza). Las actividades en las que más ha aumentado el empleo son las vinculadas al turismo (hostelería, comercio, actividades recreativas, transporte), lo que ha intensificado un “modelo productivo” con baja productividad, y que genera niveles de renta reducidos.
4) Desde la perspectiva de la demanda, el aumento de la población ha estimulado el consumo, aunque el consumo por habitante ha disminuido desde 2019, mientras que ha crecido extraordinariamente el consumo público (19,4% desde el cuarto trimestre de 2019 al tercero de 2024), y también han aumentado las exportaciones. El elevado crecimiento del consumo público ha sido posible por el aumento de algunos impuestos, por el efecto positivo de la inflación en la recaudación tributaria y por un endeudamiento público elevado.
5) El problema que se deriva del panorama comentado es la perspectiva de un débil crecimiento potencial de la economía española en los próximos años provocado por la baja productividad e inversión, por lo que se prevé una progresiva reducción de la tasa de crecimiento del PIB, acercándose al 1% al final de esta década. Enfrentarse a este pronóstico exige reformas estructurales.
Además de todas las consideraciones anteriores, y teniendo en cuenta que el progreso de un país no solo se mide por las magnitudes económicas, el deterioro institucional de España agrava las perspectivas de futuro.
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