Rafael Rodríguez Prieto

¿Europa llorona?

La tribuna

11061051 2025-02-24
¿Europa llorona?

24 de febrero 2025 - 03:05

El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Marx afirma que los hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: primero como gran tragedia y luego como miserable farsa. De esta manera, ridiculizaba el golpe de Luis Bonaparte en 1851 en comparación con el que instauró la dictadura militar de su tío Napoleón Bonaparte en 1799. La actualidad de este escrito se deriva de dos circunstancias: las disputas entre diferentes tipos de capitalismo y la utilización de los trabajadores para que los ricos impongan sus intereses. Como cantó Franco Battiato, “las barricadas se alzan/ por cuenta siempre de la burguesía/ que crea falsos mitos de progreso.”

Más allá de justificar la utilidad del materialismo histórico para comprender nuestro presente, podemos percibir que a la tragedia neoliberal de los ochenta le ha seguido la farsa populista del presente. La revolución neoliberal de Reagan y Thatcher –previamente ensayada en la dictadura de Pinochet– estableció que los dogmas de los mercados -presuntamente- libres, las desregulaciones y privatizaciones de bienes y servicios públicos abonarían el camino al paraíso. Hoy, sin embargo, en un contexto de criptoestafas piramidales para tecnopardillos, se nos dice que los aranceles no solo son admisibles, sino un instrumento de política exterior. En fin, nuevas pieles para la vieja ceremonia, recordando el viejo disco de Leonard Cohen.

Últimamente, un sobrevalorado Trump se asoma al telediario para contradecir, en parte, algunos dogmas neoliberales que, junto a instituciones antidemocráticas, se habían asentado durante décadas en nuestro imaginario. Mientras tanto, unos políticos perdidos en la burocracia que emana de la capital de un Estado fallido se dedican a reunirse, sin aparentemente nada que decirse y menos que decirnos.

De modo que la UE, la que abandona a sus agricultores, pescadores y ganaderos a su suerte, exigiéndoles esfuerzos, que ni por asomo pide a los productores de fuera de la UE, va a denunciar que los aranceles de EEUU nos arruinan. La UE, que se dice campeona de la democracia, humilló a la ciudadanía griega tras ignorar un referéndum en que se oponía a las desastrosas políticas de (sic) austeridad realizadas a la mayor gloria de la banca, especialmente alemana. La misma UE que carece de empresas tecnológicas relevantes y que cuando hubo que buscar una vacuna contra la covid dejó en manos del sector privado, algo que debía haber sido desarrollado por el sistema público de investigación europeo. La que regaña a Trump por su posición sobre Ucrania, lleva comprando cantidades ingentes de gas ruso desde el inicio de la guerra. La misma UE que ha tenido un grave problema de corrupción en el seno de su parlamento por pagos presuntamente realizados por Marruecos y Qatar. La UE que permite a las grandes empresas tecnológicas ventajismos tributarios en su propio territorio en función del lugar donde sitúan su sede, critica a los tecnoligarcas que rodean hoy a Trump como hicieron en el pasado con Obama. ¿De verdad que la misma entidad que no alza su voz, de forma contundente, contra tiranos como Maduro o injusticias como la del Sahara va a dar lecciones a EE.UU. de política exterior? A los europeos nos falta autocrítica y nos sobra arrogancia.

Tratar a Trump como un loco es una forma profundamente idiota de resolver un problema. Se trata de un presidente con un fuerte apoyo popular, algo que la mayoría de los reunidos en París hace unos días, no pueden decir. Un capitalista aupado por buena parte de la clase obrera estadounidense, harta de una presunta izquierda estéril, preocupada por las margaritas y los derechos de las cabras, mientras deslocalizaban las industrias que les daban de comer en el medio oeste.

La UE vive un momento de inflexión. Está en juego su supervivencia. Debería entender que la brecha entre su ciudadanía y las instituciones es real, no mera retórica euroescéptica. No vendría mal analizar el impacto que sus políticas neoliberales han tenido en su población y en su propio descrédito, al renunciar de forma sistemática a la única identidad europea reconocible: el Estado del bienestar. Y es que, si en algo nos diferenciamos de EEUU, China o Rusia, es contar con un Estado social y democrático de derecho que la propia UE parece despreciar. Luego se preguntarán por el auge del populismo o por qué la sociedad europea está cada vez más desengañada.

Si la UE quiere sobrevivir tiene que acelerar su proceso de integración. Debe ser un Estado con todas sus características y consecuencias. La realidad geopolítica dicta que ya no es una opción; es una cuestión de vida o muerte. Si, como es lo más previsible, sus Estados miembros deciden no hacer nada, colapsará y probablemente, algunos que la componen, se desintegrarán. “Ay de mí, Llorona/ Llorona de ayer y hoy;/ayer maravilla fui, ay Llorona,/y ahora ni mi sombra soy”.

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