Francisco J. Ferraro

Ante una nueva era

La tribuna

11257751 2025-03-07
Ante una nueva era

07 de marzo 2025 - 03:03

La irrupción de Donald Trump en el panorama internacional está provocando cambios económicos y geoestratégicos tan relevantes, que puede afirmarse que iniciamos una nueva era en relación al orden internacional existente desde la segunda guerra mundial. Los parámetros de ese posible orden no pueden precisarse, pero el desdén de Trump por la democracia, su intento de golpe de estado, sus tics autoritarios y su colaboración con Putin, no son compatibles con un líder que defienda principios morales internacionales. Ni su estilo de relación con otros países y el menosprecio de los acuerdos y organismos internacionales son acordes con un marco regulatorio multilateral como base de las relaciones internacionales.

En sus relaciones con otros países presiona imponiendo acuerdos con exigencias de inmediatez, como lo hizo con el presidente de Colombia, que se negó a recibir deportados, y que lo tuvo que aceptar al día siguiente por la amenaza de aranceles de hasta el 50%; o la decisión de imponer de inmediato aranceles del 25% a México y Canadá, consiguiendo de Sheinbaum y Trudeau un aplazamiento de 30 días, a cambio del despliegue de fuerzas armadas en sus respectivas fronteras, para evitar la inmigración irregular y el tráfico de fentanilo.

El comportamiento de Trump lo explicó en El arte del trato, un libro que publicó en 1987, que resume en “amenazar, negociar, sacar ventaja y ver qué puede conseguir”. Este procedimiento es el que ha utilizado con Zelenski: inicialmente exigió 500.000 millones de dólares por la ayuda militar prestada y, ante la incapacidad de Ucrania de asumir dicha deuda, le obligó a un acuerdo de cesión del 50% de la explotación de las tierras raras ucranianas. No satisfecho con la victoria conseguida, le montó una emboscada en el despacho oval, cortó los suministros de armas a Ucrania y le canceló el servicio de inteligencia del Pentágono, lo que obligó a Zelenski a humillarse una vez constatada la incapacidad de Europa para sustituir a EEUU en su defensa a corto plazo. Y así, sus deseos se van cumpliendo, trato a trato, imponiendo el chantaje y el miedo. Hasta la élite progresista que se congrega en la ceremonia de los Oscar en los Ángeles, habitualmente reivindicativa y crítica con los dirigentes políticos, este año ha enmudecido. Trump está encantado, no solo de conseguir lo que quiere, sino de provocar miedo.

Enfrentarse al desafío de Donald Trump de un orden mundial autoritario regulado por la ley del más fuerte no está en los proyectos de China, ni es abordable por países individualmente. Son las democracias occidentales, y más concretamente Europa por su nivel de institucionalización, quien puede abordar la defensa de un mundo democrático y multilateral, con acuerdos básicos que proporcionen seguridad.

Es cierto que la Unión Europea tiene limitaciones económicas, tecnológicas, de gobernanza y de defensa autónoma, pero es una potencia económica y democrática reconocida y respetada. Y Estados Unidos, a pesar de la arrogancia de Trump, no está exento de problemas. Algunos inesperados, como los indicios de crecimiento negativo en este mes y medio de mandato, con caídas del consumo, de las bolsas, de la inversión y de la confianza de los consumidores, y el aumento de la inflación y del déficit comercial. Aunque son datos de un corto periodo de tiempo y pueden cambiar en los próximos meses, muchos analistas coinciden que el arma económica más preciada de Trump –los aranceles– empobrecerá a todos, empezando por Estados Unidos, como ya ocurrió en 2018 y 2019, cuando Trump impuso aranceles y la economía se desaceleró. Y otros economistas con perspectivas a más largo plazo prevén que las dinámicas internas política (polarización) y económica (capitalismo de amiguetes) provocarán el deterioro institucional y la reducción de la innovación, y que internacionalmente sufriría la pérdida de relevancia del dólar como moneda de cambio y el encarecimiento de sus suministros por la subida de aranceles y la inseguridad de EEUU como socio.

Por tanto, nos encontramos en un escenario de fortalezas y debilidades relativas en el que Europa debe enfrentarse a Donald Trump, con modales más correctos de los que él utiliza, pero con firmeza, tanto para lo que bilateralmente es pertinente (aranceles, seguridad), como liderando a los países interesados en el respeto a la integridad territorial de los Estados y a un orden multilateral reglado. Todo ello exige unidad europea, coraje y resiliencia, no sólo de los responsables políticos, sino también de una sociedad que puede sufrir algunas restricciones en el corto plazo.

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