Federico Soriguer

Los nuevos cruzados

La tribuna

Los nuevos cruzados
Los nuevos cruzados / Rosell

06 de mayo 2024 - 00:45

Algunos creyentes viven como si hubieran vuelto los tiempos de las cruzadas. Solo así se explica la aparición de una militancia teísta que aquí, en este artículo, estaría representada por dos libros recientemente publicados. Uno de ellos por dos ingenieros franceses, Bolloré y Bonnassies, (La ciencia-Las pruebas: El albor de una revolución”), un verdadero best seller, en el que los autores demuestran un buen conocimiento de las novedades de la ciencia, y que abruman al lector con pruebas (científicas) que demostrarían la existencia de Dios. De distinto calado es el libro de González-Hurtado (Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios) quien arremete contra los ateos: “(…) las nuevas pruebas dejan al ateísmo derrotado y en franca retirada”, “(…) la derrota de los ateos es como la derrota de Hitler por los aliados o la del Ebro por los nacionales”, “(…) uno de los objetivos de este libro es minimizar las bajas producidas por aquellos –los ateos– en su estéril acometida final”, etc. A fe mía que convicción no le falta al autor, aunque tampoco le sobre caridad (caridad cristiana, religión desde la que escribe y de la que hace ostentación), a la hora de alancear a los incrédulos. Desde los comienzos del libro cita, al igual que los autores franceses, a numerosos científicos que creen en Dios o se han convertido en creyentes, argumento poco solido especialmente cuando comete errores innecesarios como colocar a Cajal entre los creyentes. En el libro de José Carlos González-Hurtado, leemos: “No es por casualidad que prácticamente todos los genocidas hayan sido ateos y que la inmensa mayoría de los holocaustos hayan sido producidos en nombre de ideologías ateas”, una afirmación cuanto menos ingenua pues la historia está llena de guerras de religión y de muertos en nombre de Dios de las que ahora no quiero acordarme, pues no parece muy caritativo ni de buena educación, echarse los muertos a la cara. Los autores, de ambos libros creen firmemente que tras su lectura ningún ateo, agnóstico o incrédulo podría seguir siéndolo sin perder el sueño y si lo hacen será por tratarse de esos “necios” que son incapaces o tan soberbios de reconocer la verdad cuando alguien (como ellos) la muestra antes sus ojos de manera tan convincente. Ambos son dignos representantes de una corriente actual que, a falta de mejores calificativos, llamaremos teo-científica, comprometidos en el monumental empeño de hacernos llegar a todos la buena nueva de que hoy ya no es posible ser ateo, ni agnóstico, ni incrédulo, ni siquiera solo “ilustrado”, pues la ciencia habría demostrado, más allá de toda duda razonable, que Dios existe, que la teoría del motor inmóvil es cierta y que, además, Dios creó un universo antrópico. De hacernos ver, en fin, que estamos a las puertas de una segunda venida, de una nueva evangelización que barrerá el laicismo materialista, comunista y ateo que ha infectado el mundo en los dos últimos siglos. El empeño por la demostración racional de la existencia de Dios pertenece a lo mejor de la tradición de la Iglesia Católica, que fue capaz de crear un cuerpo teológico monumental en el que está anclado el pensamiento ilustrado occidental, una historia de la que nos ha dejado recientemente una muestra el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UMA, Ignacio Núñez de Castro, SJ., en un encuentro en la Academia Malagueña de Ciencias, hablando precisamente de los libros aquí citados (https://www.youtube.com/watch?v=BMCnirU44pY).

Pero frente a esta tradición de la Iglesia Católica, el salto dado por estos autores es cualitativamente muy relevante. La tesis de estos nuevos cruzados de la fe, de estos teo-científicos es que la ciencia ya está preparada para el asalto final de la demostración de la existencia de Dios. Así será si lo dicen en nombre de la ciencia, pero quizás no deberían olvidar que al intento de la ciencia de sustituir a Dios se le llamó y no sin razón, “cientismo”. Un calificativo que no se distingue mucho de la que hacen ahora en sentido contrario estos autores. Si algún día los hombres descubrieran la naturaleza divina podrán ver a Dios cada a cara, estarán a la altura de Dios y ya no serán “como dioses” sino serán “como Dios mismo”. Y en ese momento Dios ya no será necesario. No deberían olvidar los teo-físicos, que los “cientistas” que intentaron sustituir a Dios por la ciencia, no lo consiguieron.

Cuando un creyente adopta una actitud beligerante en defensa de Dios se parece mucho a un ateo militante contra Dios de los que, también, abundan en la actualidad. Los nuevos cruzados olvidan que Dios, de existir, en su infinita grandeza, no necesita que se le defienda, como no necesita que se le ataque si tan convencido se está de su inexistencia. Estos creyentes y estos ateos en realidad están hablando de ellos mismos, si acaso de religión o de religiones, no de Dios. Dios es solo una gran disculpa para resolver sus demonios familiares. Por eso el mejor consejo que se podría dar a estos autores es que no utilizaran el nombre de la ciencia en vano, que es lo mismo que ellos exigen y con toda razón, cuando alguien habla en nombre de Dios.

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