La tribuna
La trampa de Trump
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Cuánta perplejidad provoca la admiración sin fisuras, que roza el baboseo con aflojamiento de pantalones, que sienten por Donald Trump muchos españoles que se dicen patriotas y son de misa y comunión diarias (propagandistas de la fe incluidos). Que a un tipo tan zafio, del que basta ver el vídeo donde, junto al proxeneta Epstein, mira con cara de tasador de ganado vacuno a unas mozas en reunión, o saber que compró con muchos dólares el silencio de una actriz porno con la que se lio estando tan felizmente casado como sigue, para conocer su catadura moral, lo tengan en un altar gente de misa diaria, apostólica y romana, es decir, en las antípodas de su estilo de vida, es un misterio mayor que el de la santísima trinidad. Está en contra del aborto, argüirá alguno. Quisiera saber cuántos abortos habrá costeado ese señor que se dice en su contra (bueno, quizá en esto se parezca a esos compungidos creyentes que ignoran lo que hace su mano izquierda mientras se dan golpes de pecho con la otra). Y catadura moral incompatible con una vida entendida según el catecismo aparte, casi tan misterioso es que quienes se proclaman patriotas españoles (podrían ser un poco más imaginativos y no hablar de “hacer España grande otra vez”, copiando el lema trumpiano; no sé, “hacer España grande, una y libre otra vez”, por ejemplo, o así) admiren a un tipo que va firmando decretos en el Air Force One mientras dos acólitos sujetan un mamarracho de mapa en el que, por su cara bonita, renombra el Golfo de México como Golfo de América, dejando a España, a aquella España en verdad grande que conquistó esas tierras, a la altura de una suela de zapato. Se indignaban con el anterior presidente de México, por decir sandeces y exigir perdón a los descendientes de los conquistadores, que son él y sus paisanos, no los actuales españoles, y ahora, cuando el hombre cuya firma parece el diagrama glucémico de un diabético descontrolado desecha el nombre hispano del Golfo de México, callan.
Pero, siendo esto misterioso, más lo es, e incomprensible, que defiendan a ultranza a un tipo dispuesto a llevar a Occidente al suicidio, por su desconocimiento de qué fundamenta el mundo occidental (obra de la vieja Europa, esa Europa hoy vilipendiada por tanto tuerto europeo). Las tres patas que sustentan la civilización occidental, que conocida ya la Tierra del uno al otro confín es la mejor y más avanzada que ha habido, se pongan como se pongan los que admiran los distintos Orientes con papanatismo idéntico al de quienes se prosternan ante Trump, son el uso de la razón que nos legaron los griegos, la ordenación social de la vida conforme al derecho, herencia de Roma, y la creencia en que todas las personas somos hermanos, iguales por tanto, base del cristianismo. Pues bien, Trump está dispuesto a quebrar la segunda, la ordenación de la vida social conforme al derecho. En su muy interesante libro Quien tiene miedo muere a diario, el fiscal Ayala, compañero de los jueces Falcone y Borsellino, que pagaron con sus vidas juzgar y condenar a mafiosos, explica que el triunfo de la mafia en Sicilia se debe a que el favor prima sobre el derecho. El Estado no hace que impere la ley, deja que impere el favor. Cuando la gente se mueve por favores, y se pliega a ellos y sus derivas, queda en manos de la mafia, que a veces coincide con el Estado, aunque la mayoría se limite a contagiarlo, colonizarlo. Trump se está saltando la ley a su antojo, su política se basa en intercambiar favores (hoy con Putin, mañana con Xi, pasado con quien convenga) y está legitimando el imperio de los políticos que, tras ser elegidos, hacen y deshacen a su albedrío, sin respetar ningún principio ni ley, esto es, políticos con ardides mafiosos. Dicen: esto es lo que hay si queremos cambiar las cosas. Pero no, cambian la ley, anulando las reglas de juego, para supeditarla a su telaraña de favores. Si luego un juez quiere contrarrestar este exceso, a inhabilitarlo y asunto resuelto. Biden indultó a su hijo, sí, algo infame, pero porque estaba condenado. Trump va camino de no tener que indultar a nadie porque ningún tribunal dispondrá de resortes legales para condenar sus actos. Es la quiebra del derecho, columna vertebral de la civilización occidental. Y ahora que lo sigan jaleando encandilados europeos que sólo ven, con razón, el caballo de Troya del islamismo que avanza en Occidente, quebrando su tercera pata, pero no quieren ver este otro caballo de Troya llamado Trump, que nos convertirá en sumisos chinos o rusos, liquidando la segunda pata de la civilización que nos hizo grandes.
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