Francisco J. Ferraro

Trump y el futuro de Europa

La tribuna

10580819 2025-01-24
Trump y el futuro de Europa

24 de enero 2025 - 03:04

En los primeros discursos y decisiones desde la toma de posesión, Trump ha puesto de manifiesto que su segundo mandato será más disruptivo que el primero. Ha pronunciado discursos inspirados en el odio y venganza contra sus enemigos que alientan la polarización, ha puesto de manifiesto sus intenciones anexionistas, su estilo autoritario y antidemocrático y ha abandonado la motivación tradicional de la política exterior de Estados Unidos de defensora de la democracia, las fronteras y los valores universales.

Europa no mereció referencias singulares en sus discursos, pero sus iniciativas anti-multilateralismo (salidas inmediatas de la OMS, del Acuerdo de París y del pacto de la OCDE para gravar a las grandes multinacionales) les afectan directamente. No obstante, lo más preocupante para Europa es la promesa proteccionista (“Impondremos aranceles y gravámenes a países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos”), equivalente a la estrategia conocida de “empobrecer al vecino”, que provocó el desastre económico del mundo en los años 30 del pasado siglo.

Aunque en los primeros días no se han concretado medidas arancelarias contra Europa, en su proyecto se incluía un arancel universal de hasta el 20%, que parece aplazar como arma negociadora para conseguir que los europeos compremos más combustible y productos agrarios estadounidenses, para que los socios de la OTAN aumenten su gasto militar o para obligarles a que asuman mayor apoyo económico a Ucrania. En cualquier caso, la salida de organismos internacionales afecta directamente a Europa, y la imprevisibilidad de las decisiones de Donald Trump ponen en guardia a empresas exportadoras y responsables políticos europeos.

Ante este panorama incierto y potencialmente belicoso es fundamental tomar conciencia de que, en un mundo de competencia global, en el que la fortaleza de los competidores es básica, no hay respuesta solvente fuera de la Unión Europea, aunque algunos políticos europeos nacionalistas estén entusiasmados con Trump. Por tanto, la Unión Europea ha de enfrentarse a un escenario global de competencia en el que las reglas están por definir en muchos casos. Los activos de la UE son más habitantes (450 millones frente a 335 de EEUU), más exportaciones (14,8% del mundo frente al 14,1%), menos dependiente de importaciones (10,8% frente al 16,4%), con un nivel de ahorro interno casi el doble que el de EEUU, pero con un PIB inferior (17,5% de la UE y 26,1% de EEUU). Sus limitaciones, sin embargo, son importantes: económicas (crecimiento más débil desde hace décadas del PIB y la productividad), tecnológicas (sin grandes empresas en sectores de vanguardia de las TIC), de gobernanza (la Comisión Europea no es un poder ejecutivo con la capacidad del de Estados Unidos), emergencia de partidos populistas con creciente relevancia en muchos países, sin capacidad de defensa autónoma y una población poco dispuesta a reformas que alteren su confort.

Los retos son por tanto complicados, pero si la UE no adopta un posicionamiento y estrategia firmes ante las iniciativas de Trump el futuro será de sometimiento y decadencia. Una estrategia autónoma exige reformas institucionales que aumenten de poder y agilidad por la Comisión Europea, aumentar la capacidad competitiva (innovación, inversiones) y reconsiderar el modelo de Estado de bienestar para mejorarlo en cuanto a su sostenibilidad y contribución más eficiente a la igualdad de oportunidades.

En una encuesta reciente del European Council on Foreign Relations (ECFR) y la Universidad de Oxford la mayoría de los encuestados de 24 países del mundo contemplan a la Unión Europea como una gran potencia capaz de lidiar con Estados Unidos, lo que le invita al ECFR a sugerir que “en lugar de posar como árbitro moral del comportamiento de los demás, Europa debería reforzarse a nivel interno y buscar nuevas alianzas internacionales para defender sus valores e intereses en un mundo transaccional”. Así parece entenderlo la presidenta de la Comisión Europea, que ha expuesto en el Foro de Davos su planteamiento estratégico: a) impulsar la cooperación internacional con más países en temas de interés compartido, aunque sean autoritarios, y b) más integración europea: construcción de un mercado común de capitales que canalice el ahorro de los europeos hacia inversiones en sectores estratégicos, simplificación de las normas en el Mercado Interior, incentivar la innovación y completar la unión energética.

Animemos a los gobiernos y principales partidos políticos a que colaboren con esta estrategia.

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