Pablo Gutiérrez-Alviz

Últimas tardes con Enrique

La tribuna

10745503 2025-02-04
Últimas tardes con Enrique

04 de febrero 2025 - 03:06

El martes pasado Enrique Valdivieso impartió su última conferencia. Fue en la sede de nuestra querida Real Academia Sevillana de Buenas Letras (en adelante, RASBL) de la que era un destacado, activo y generoso miembro. La dictó por la tarde en la Casa de los Pinelo, con motivo de la presentación de la segunda edición de su excelente libro (como todos los de su autoría) sobre Pedro de Campaña, pintor renacentista de origen flamenco afincado en Sevilla. Dio una lección magistral con su habitual y recio estilo de castellano de Valladolid, adobado de barroca e inteligente ironía sevillana. Deleitó a la concurrencia que llenaba el salón de actos. Un auténtico placer escuchar sus comentarios sobre los cuadros que había seleccionado, y que iban apareciendo en la pantalla instalada al efecto. Nos indicó, como anécdota, que la primera y lujosa edición de este libro la sufragó Endesa; y esta empresa mercantil regaló todos los ejemplares a sus clientes más distinguidos. Por tanto, el profesor Valdivieso, en su afán por difundir la Cultura, quería sacar una nueva edición para que pudiera estar al alcance de cualquier lector. Gracias a la restauración de los cuadros de Pedro de Campaña que configuran todo el retablo de la Iglesia de Santa Ana le otorgaron a Enrique el título de Hijo Adoptivo de Triana.

Me regaló el volumen recién presentado, y me dijo: “Disculpa, pero, ya sabes, hace tiempo que no los dedico”. Nos dimos un abrazo. Tras despedirse de sus numerosos y maduros alumnos y demás devotos seguidores se marchó a su cercana casa de la calle Mateos Gago.

El miércoles por la tarde hablamos por el teléfono. Le felicité por su intervención en la Academia, y me contó que iba a sacar otro libro. “Quiero que lleve el sello de la RASBL (un óvalo con un olivo y el lema Minervae Beticae), como el que puse en mi anterior obra de La Pintura Sevillana en el tránsito del siglo XIX al XX”, me comentó. Por otra parte, le confirmé que ya tenía colgados los cuadros que me había regalado, y se rio con cariño. Porque Enrique, espléndido, tenía esos detalles. Le gustaba pintar y te sorprendía con el obsequio de sus lienzos, siempre relacionados con algún acontecimiento reciente. Tras las jornadas de Tauromaquia y Cultura me entregó la copia de un tema jocoso El picador enano; y otro día, tras comentar los riesgos de la inteligencia artificial, me regaló uno muy colorista con todas las trazas de ser (casi) un Miró. Acto seguido, charlamos del proyecto que tenía terminado para celebrar una exposición en Sevilla con los mejores cuadros que expoliaron las tropas francesas. Y quedamos para el día siguiente; nos veríamos en la sesión ordinaria de la Academia.

Ese jueves, a las siete y media de la tarde, acudió puntualmente a la Casa de los Pinelo. En estas reuniones un compañero procede a disertar durante unos 20 minutos sobre algún tema de su especialidad. Eduardo Peñalver habló de En los márgenes del libro antiguo, prohibidos y expurgados. A continuación, se suscitó un interesante coloquio del que cabe destacar las contradicciones de los censores y el clero respecto a las obras de Erasmo de Rotterdam. Enrique, en un aparte, señaló la interesante iconografía de la Inquisición, y que el arte también decayó bajo la censura del Santo Oficio. Al terminar la sesión, el profesor Valdivieso se despidió de los académicos allí presentes sin saber que era para siempre. Y se fue discretamente a su domicilio.

Hoy se celebrará el funeral del excelso maestro y gran académico en la Iglesia de la Caridad. Rodeado de los cuadros de Valdés Leal y Murillo, que tenía tan estudiados, y con las copias de los robados por el mariscal francés Soult. Ya nunca podrá ver expuestos los originales expoliados en la ciudad de Sevilla de la que debería ser Hijo Adoptivo. Nadie ha hecho tanto por el arte pictórico en nuestra capital. Sus honras fúnebres también podrían haberse celebrado en la catedral de Triana bajo la mirada cómplice de los cuadros de Pedro de Campaña. En todo caso, el sabio profesor (con su esposa) entrará en su próxima Casa, su nuevo domicilio, acompañado por unos angelotes rollizos y rubicundos. Y podrá certificar que son originales. Como los de Murillo.

Descanse en paz.

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