Zona catastrófica

La tribuna

10829414 2025-02-09
Zona catastrófica

09 de febrero 2025 - 03:06

En la profundidad de las ciudades se esconde la historia del pasado, pero también la intuición del futuro. La arqueología nos propone contemplar lo que sucedió hace siglos, cómo eran nuestros paisajes urbanos, pero también puede ser la lectura secreta de los cuadernos del porvenir.

En Sevilla hay un lugar que muestra lo que podría ser la huella de una catástrofe. Se encuentra en el yacimiento del Patio de Banderas, que en los últimos años ha replanteado la crónica de la ciudad con nuevas y curiosas posibilidades históricas. Hay hipótesis sobre restos romanos, un templo de época visigoda –ese tiempo lleno de incertidumbres arqueológicas– y huellas del que pudo ser el emplazamiento original del Alcázar viejo del califato omeya. Es un espacio que parece un fabuloso acertijo para los investigadores del pasado. Y una sugerente provocación para los que escribimos ficciones históricas.

En ese solar hay evidencias de algo terrible que pudo suceder a comienzos del siglo III d.C. Hay muros desplazados y volcados de forma violenta, vencidos sólo en una dirección, el noroeste. No hubo reconstrucción posterior, como si hubiera ocurrido algo apocalíptico. Una catástrofe que habría borrado la memoria durante varias generaciones.

Según los indicadores geoarqueológicos y las dataciones radiocarbónicas, podría tratarse de una ola de grandes dimensiones, pero no existen confirmaciones definitivas. Los arqueólogos no se atreven a asegurar que fuera un tsunami y hay teorías que apuntan a un conjunto de episodios quizás de tormentas e inundaciones que también afectaron a zonas del Golfo de Cádiz en la misma fecha.

No sabemos qué ocurrió, pero otro hallazgo arqueológico nos acerca a la probable realidad. Hace unos años en Écija, la antigua Astigi, se descubrieron unas piedras con una inscripción en la que aparecía un anuncio oficial procedente de Roma. Era una de esas lápidas que el emperador mandaba grabar por todos los rincones del imperio. En estos mármoles descubiertos en Écija se advertía de que determinados territorios de la Bética estarían exentos de pagar tributos durante un tiempo. ¿Qué áreas estaban liberadas de impuestos y por qué razón? ¿Tal vez se trataba de algo relacionado con ese devastador tsunami?

Ya se sabe que la civilización grecorromana lo inventó todo y que desde entonces no hemos hecho más que repetir lo mismo con diferentes versiones. Aquella piedra de la ordenanza gubernamental debió de ser ni más ni menos que la declaración de una zona catastrófica. Esa medida del Estado que hoy en día permite articular ayudas a los damnificados y reparar infraestructuras en los territorios devastados. Un impulso estatal que creemos propio de los tiempos modernos, pero que ya existía en el imperio romano. Como casi todo.

No sabemos si los andaluces de aquel probable tsunami que asoló parte de la Bética recibieron finalmente esas ayudas. Pero sí conocemos que en los pueblos valencianos afectados por la dana del pasado octubre esos recursos económicos se están retrasando demasiado. Lo que ha llegado por el momento parece ser insuficiente. Además, hay enfado y malestar con la perversidad de la letra pequeña que tantas veces se esconde en los contratos de las empresas de seguros. Las palabras publicadas en el Boletín Oficial del Estado del 7 de noviembre de 2024 donde se declaraba la zona catastrófica parecen humo, vaguedad y tibieza. Como si las leyes y normativas encaminadas a la justicia no fueran más que un trampantojo de retórica vacía.

Han pasado tres meses desde el desastre de la dana. Y los telediarios vuelven a asomarnos a ese paisaje en el que aún se hunden los pies en el barro y huele a ciénaga y a los recuerdos podridos de todo lo que se perdió. Poco a poco van quedando a lo lejos aquellas imágenes terribles, los puentes y edificios arrasados, los cadáveres flotando, los bulos como marca de nuestra época. Hay tres personas aún desaparecidas. Y eso estremece…

Sin embargo, todo va convirtiéndose en un recuerdo, en una nebulosa de algo que pasó y que pronto se olvidará. Una lejana y confusa evocación en el álbum de nuestra memoria. Y quién sabe si en alguna huella arqueológica para los historiadores del futuro. Quizás como les ocurrió a aquellos ciudadanos de la Bética que fueron asolados por un misterioso tsunami. Un rastro para que los que aún no han nacido puedan leer el mapa de desastres de nuestro presente.

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