Un chiclanero, el inventor más prolífico de España

INVESTIGACIÓN

Antonio Ibáñez es el creador, entre otros, del agua flotante que evita ahogamientos en piscinas

Ibáñez, junto a un prototipo de generador eléctrico ecológico.
Ibáñez, junto a un prototipo de generador eléctrico ecológico. / D.C.
M.c. Meléndez

24 de agosto 2017 - 02:01

Chiclana/No muchos saben en Chiclana que el inventor más prolífico de España, creador de más de 200 patentes, entre ellas la del agua flotante que evita ahogamientos en piscinas, es "chiclanero de pura cepa", como él mismo reclama.Y es que el ingeniero industrial Antonio Ibáñez de Alba nació en 1956 en una calle cercana a la Iglesia de San Juan Bautista de este municipio, donde vivió hasta cumplir los cinco años.

Sus padres, Jerónima de Alba y Leal y Rafael Ibáñez Aragón, decidieron en 1963, como muchos andaluces, emigrar a Cataluña, donde se establecieron con sus ocho hijos. Sin embargo, a pesar de la corta edad con la que este premiado investigador salió de Chiclana, él reivindica, incluso con cierta vehemencia, sus orígenes, al afirmar que "nunca te olvidas de tus raíces. Me siento muy unido, me siento parte de mi pueblo". Para agregar que "mi sangre andaluza se percibe en mis ideas, en mis conceptos. Mis prontos son, sin duda, andaluces". Hoy, este gaditano, viajero infatigable como consecuencia de su vocación, tiene fijada su residencia en Castilla-La Mancha, tras pasar sus años jóvenes en Barcelona y un periodo importante de formación en Los Ángeles, donde trabajó para la NASA.

Pausadamente, van surgiendo los pocos recuerdos que, lógicamente, Antonio Ibáñez tiene de esos primeros años de su infancia. Nieto e hijo de agricultores, rememora con cariño y cierta nostalgia esa etapa de su vida. Recuerda las viñas que su abuelo tenía cerca del río Iro, una gran alberca cercana a estos terrenos, la misa de los domingos en la Iglesia de San Juan Bautista y las calles estrechas, muchas de ellas aún sin asfaltar, cercanas a su domicilio. Sigue haciendo memoria y cuenta que "cuando era pequeño mi madre nos llevaba en agosto a bañarnos al río Iro". Habla de La Barrosa, el Castillo de Sancti Petri y alguna tarde de pesca con su padre.

Asegura que tiene en el pensamiento "volver algún día a la tierra que me vio nacer", donde reside su hermana Loles, a la que admite ve poco porque no viene tanto como le gustaría, a causa de su absorbente trabajo. No es para menos. Antonio Ibáñez no para de crear. Su actividad es frenética y describe de forma apasionada cada uno de sus proyectos, sus investigaciones y descubrimientos. Comenta que sintió esa "llamada de la ciencia" cuando era muy pequeño y concluye que "hay que ser perseverante, no abandonar nunca". Una máxima que es constante en su vida.

La experiencia de años dedicado a la investigación le hace lamentar que en España no exista cultura a este respecto y defiende que ésta debe ser pieza fundamental en el desarrollo económico de un país.

Relata cómo fue criticado e incluso señalado como "un iluminado o un loco" cuando presentó su proyecto de palmeras artificiales para la condensación de agua en zonas desérticas. Es decir, obtener vida de lo artificial, agua en el desierto. Pero a finales de los noventa calló muchas bocas, al ser reconocido internacionalmente y lograr la Medalla de Oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual por esta invención, que llamó en los ochenta la atención del mismísimo Gadafi, quien desembolsó más de 1.000 millones de euros en la compra de 50.000 palmeras.

Antonio Ibáñez reconoce que en la gran mayoría de los casos acude a la autofinanciación para llevar a cabo sus investigaciones. "El inversor español quiere resultados inmediatos y todo esto necesita un tiempo hasta que se consolida, algo que sí entiende el inversor privado extranjero", al que se ve obligado a recurrir.

A espera de esta financiación se encuentra una cápsula que se sitúa en contacto con la piel y alerta del cáncer de mama en sus fases iniciales. "No hay tiempo que esperar. Con ella podríamos salvar muchas vidas", afirma con contundencia.

Sin embargo, nada hace desfallecer a este infatigable chiclanero. Así, tiene previsto presentar este octubre, en el Salón Internacional de la Piscina, Wellness e Instalaciones Acuáticas de Barcelona, uno de sus últimos inventos: un sello invisible que se aplica sobre la nuca y controla el tiempo de sumersión de los bañistas. Y es que su empeño por evitar las trágicas muertes de niños en piscinas parece que se ha convertido en una obsesión para este científico, ya que a este último sistema le precedieron otras como una piscina antiahogo, que obtuvo en 2003 el Primer Premio Internacional en el salón de la Feria de Barcelona a la Innovación Tecnológica, y el agua flotante, que ha acaparado la atención de la prensa nacional e internacional.

Actualmente, Antonio Ibáñez está negociando con clubes de fútbol de Francia, Inglaterra y Bélgica la instalación en sus estadios de otra de sus propuestas más novedosas: una pantalla que protege el césped de las inclemencias meteorológicas, una patente que en España se podrá ver esta temporada en el campo municipal Pedro Escartín, del C.D. Guadalajara.

De una autopista submarina al árbol apagafuegos

El listado de las numerosas patentes registradas por el chiclanero Antonio Ibáñez es interminable y de lo más variado. Así, junto a sus proyectos más conocidos se pueden encontrar otros tan sorprendentes y originales como una autopista submarina o un innovador túnel fabricado con materiales de plástico para ser instalado en zonas desérticas y facilitar así el desplazamientos de trenes de alta velocidad. De esta manera, se evitan los problemas de invasión de arena que se suelen dar en el desierto. Incluye también esta relación vehículos eléctricos sin batería, una central eléctrica ecológica, un chip antipiratería para los discos o un sistema de transmisión de imágenes por ondas cerebrales, que permitiría diversas aplicaciones en sectores como la tecnología informática, internet, redes sociales, las investigaciones médicas o el estudio y prevención de enfermedades. En 2006 obtuvo el Primer Premio de Castilla-La Mancha a la Innovación por el árbol apagafuegos, que se expuso en la Feria Internacional de Expo-Ocio de ese mismo año celebrada en Madrid.

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