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"La vida es muy dura para todo el mundo"

VIVIR EN LA CALLE

Ángel Vázquez, el sintecho al que intentaron prender fuego, fue profesor en Cataluña

Los vecinos de Puerto Real se han volcado con él tras el incidente

Ángel Vázquez, sintecho al que intentaron quemar / C.P.

Puerto Real/Para muchos pasa desapercibido. Es la persona que pide limosna en la calle de la Plaza, un sintecho y un sin nombre, como tantos otros. Pero Ángel Vázquez, que es como se llama, sí ha llamado la atención de muchos puertorrealeños que se paran con él, charlan unos segundos, le dan los buenos días y reciben a cambio una sonrisa o una broma de un hombre que lleva ya dos años y medio en las calles de Puerto Real. “Algunos confirman que tres años. La verdad es que yo no lo sé”, dice él mismo.

Piensa mucho, lee mucho, habla mucho, sonríe mucho y también bebe mucho. Simpático e impertinente a partes iguales, levanta simpatías y rechazos. La cara y la cruz de un hombre que acabó en la calle por problemas con su familia. “Por no discutir”, afirma. Pero se bloquea cuando intenta buscar explicaciones o el origen de su vida como persona sin hogar. Le resulta difícil encontrar el momento, si es que lo hubo, en el que toda su vida cambió por completo.

Ángel bromea en un parque de El Porvenir. / C.P:

Le gusta hablar con la gente, especialmente con los estudiantes, a los que les da consejos sobre las profesiones por las que deberían apostar. Y es que Ángel es una persona formada. Tiene estudios superiores. “Filosofía y Psicología”, asegura. Fue maestro en Badalona y montó una academia en su casa. “Como solo trabajaba medio día, daba clases particulares en casa”.

También controla algunos idiomas. “Incluso el marinero: ¡Quillo, tira la red!”, bromea antes de recordar su etapa en un barco durante un invierno. A unos amigos de Melilla le faltaba personal para navegar y se fue con ellos para descubrir el mar. “Un invierno embarcado es ruina. Lo siento pero no. Ya sé de lo que hablo”. Entonces estaba en Cataluña, y de ahí se fue hasta Jerez, su ciudad natal, antes de recalar en Puerto Real. Allí tiene a parte de su familia con la que no tiene trato. Nunca llegó a casarse, solo estuvo “arrejuntado” un tiempo pero “la libertad me tiraba más”, sentencia.

Quienes no lo conocían han sabido de él por un lamentable incidente. La madrugada del pasado martes, alguien quiso prenderle fuego mientras dormía en los soportales de la Plaza de la Alameda. Lo poco que tenía se quemó. Él logró salir ileso. “Me desperté de un golpe de tos y vi a un majareta que ya había visto tres veces esa noche. Me eché a dormir y al poco tiempo, no sé cuánto porque no tengo reloj, noté humo y temperatura. Observé de donde provenía y vi que era de mi lugar. Recogí lo poco que pude y me fui a la gendarmería”, explica Ángel con un rimbombante discurso.

Aunque la verdadera mochila de Ángel es su propia experiencia en la calle, echa en falta la vieja que perdió en el incendio. En ella tenía sus libros, sus gafas y una radio. También su kit de supervivencia para las frías noches de invierno. “Envío un mensaje. Hay cosas que las ignoras hasta que ocurren. Gracias por la solidaridad de las personas que me han demostrado el aprecio. Vuelvo tener el mismo equipo para dormir o mejor. Me han dado comida y mostrado lástima o pena. Todo va en conjunto. También las personas que eligen la compasión como excusa. Quien me aprecia me lo ha demostrado con un: ¿Qué necesitas?”.

Lugar en el que Ángel pasaba las noches y que fue incendiado / C.P.

Este repugnante ataque a quien representa el eslabón más débil de la sociedad no es el único que ha sufrido. Hace poco le agredieron “unos niñatos” en la esquina de la calle Ancha. “He tenido abusos circunstanciales, me han volcado mis propiedades y lanzado objetos. Casi siempre cuando estoy dormido”. Fue en uno de esos incidentes cuando perdió la documentación. “Tenía un carro de supermercado que me volcaron encima y me dañaron una vértebra. Se llevaron mis cosas: los documentos y una agenda telefónica con los números de familiares y amigos”, recuerda. “¿Denunciar?, ¿para qué? Una vez consumados los hechos me van a preguntar quién ha sido. Y yo qué sé quién fue”, dice indignado.

Ángel cuenta episodios de una vida muy complicada sin una pizca de autocompasión. “La vida es dura para mí y para todo el mundo, pero las experiencias te van enseñando. Aunque desde luego no es lo mismo un secretario que solo mueve el bolígrafo y las teclas que un operario que sale de cavar o mover piedras”. Y demostrando que es una persona que está al día, habla de que ahora “hay contratos de inclusión, creo que en el GEN, y aunque son por tres meses, la gente está feliz porque por lo menos paga el alquiler”.

Sobre las gestiones que se están realizando para que pase las noches en un albergue, refiere que no ha pedido nada, que han sido los vecinos los que han insistido, aunque no le gusta la idea de compartir vivienda con otras personas “porque ignoro quiénes son y no quiero problemas. Sigo en la calle, a mi aire. Yo no quiero televisión. Con comer, beber y un libro, ya soy un hombre feliz”, asegura Ángel dando por finalizada la charla. ¿Puedo hacer un comunicado?, dice para acabar. “Será breve. Muchas gracias por vuestra amistad”.

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