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Broncano
PUERTO REAL
Puerto Real/Fue la segunda víctima del coronavirus en el Hospital de Puerto Real. Uno de los cuatro gaditanos que el pasado 8 de abril perdieron la batalla. “Un hombre de 82 años, vecino de Puerto Real y con patologías respiratorias previas”. Así se habló de él cuando pasó a engordar la lista negra de la pandemia, cuando su nombre se perdía entre las miles de personas que han pagado con su vida la llegada del virus mortal. Pero además de una cifra, era un marido, un hermano, un padre, un abuelo, un empresario y, nada menos, que el Rey de los garbanzos con langostinos: Juan Sánchez García, ‘el del caballo negro’.
Después de dos semanas enfermo en casa, pasando lo que parecía una gripe común, Juan acabó hospitalizado con coronavirus. Su familia ya sospechaba que “esa gripe no era normal” porque al tercer día tuvieron que bajarle la cama a la planta baja. No podía subir las escaleras y eso no era normal en un octogenario muy vitalista. “No era un abuelo de jugar al dominó”, dice su familia. La retirada no entraba en sus planes. Hasta pocos días antes de enfermar estaba bandeándose entre comercios mayoristas para suministrar su negocio y montando a sus caballos.
Su afición al campo le acompañó desde que nació un 19 de febrero de 1938, en el número 19 de la calle Cerro Fuerte del jerezano barrio San Miguel. Sus padres, Salvador y Soledad, se la inculcaron mientras trabajaban en fincas como las del Marqués de Domecq o La Zarza. Entre toros, caballos y ganado pasó su infancia y su juventud. Cuando cumplió 30 años, a través de su mejor amigo, Agustín Calderón, le ofrecen trabajar como encargado de la Finca Fuerte Ymbro, en San José del Valle. Un trabajo que, cuenta su familia, le ofrecieron cuando acudía a buscar a la matrona para el nacimiento de su primer hijo, Antonio. A él le siguió Soledad y Salvador, su hijo pequeño, quien estuvo junto a él en sus últimos días ejerciendo de hijo y dándole cuidados en una situación extrema.
“Cuando mi padre ingresó aislado en el Hospital de Puerto Real yo dije que me quedaba con él”, relata Salvador Sánchez. Al principio costó un poco, pero se accedió a su petición con una condición: “si entras no puedes salir, te tienes que quedar con él mientras permanezca hospitalizado”, recuerda. Y así fue. Junto a su padre pasó 18 días en una habitación de hospital en la que el personal apenas entraba.
“Con el aislamiento era todo muy complicado. Las enfermeras tenían que ponerse protección para entrar y yo me hice cargo de la situación: le pinchaba el anticoagulante, le colocaba la sonda nasogástrica, cambiaba goteros o le ponía la morfina”, cuenta Salvador con un lenguaje médico que hasta hace un mes desconocía. “La verdad es que se portaron muy bien e hicieron todo lo que pudieron”.
Es el trato con el personal sanitario y los momentos que pasó a solas junto a su padre, lo positivo que saca Salvador de la experiencia vivida en esa habitación de la tercera planta, donde vivió momentos muy duros. “Uno de los días ingresó un hombre en la cama de al lado, también contagiado y tuve que avisar yo a la enfermería de que el señor se había muerto”.
Durante su estancia en el hospital, cuando estaba bien, Juan se interesaba por la venta que fundó. En 1971 compró una pequeña parcela en Puerto Real donde montó “El Caballo Negro”, el restaurante que en sus orígenes regentaron su hermana Soledad y su cuñado Juan, y del que el propio Juan Sánchez se hizo cargo cuando en 1988 se apartó laboralmente del campo.
Desde que abrió la venta siempre quiso crear un hotel en la parcela aledaña, y tras cuatro años de mucho trabajo y esfuerzo, lo inauguró. Allí fue conde celebró sus bodas de oro con Juana Romero Cordero, con quien compartió su vida, sus proyectos y creó una familia que hoy le llora y a la que no se le ha permitido ha permitido despedirse como se merecía. Salvador no pudo hacerlo porque nada más salir del hospital tuvo que aislarse de nuevo hasta esperar los resultados del test que le hicieron para comprobar si había contraído el virus. “Por la ventana tuve que hablar con mi madre, sin poder abrazar ni a ella ni a mi mujer y mis hijas”.
El entierro tampoco estuvo a la altura. “El sepulturero y mis dos hermanos. Nada más. Ni tan siquiera un cura porque nos dijeron que el Papa ya había dado una misa en Roma para todos los fallecidos”, lamenta Salvador. “Y en principio solo podía ir una persona, mi hermano Antonio, pero le dije a mi hermana que fuese, que no se quedase con la pena, que lo peor que pasaría es que la echaran”.
Queda pendiente que la gente que lo quería despida a un hombre que fue valiente, emprendedor, un portento al caballo y un cocinero curtido en el campo. A él le debe la ciudad la creación de uno de los platos típicos de la Villa: los garbanzos con langostinos.Juan Sánchez “se inventó” la receta de obligada prueba para todo aquel que visita Puerto Real. Otro motivo más para recordarle siempre. Descansa en paz, Juan.
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