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Los efectos positivos de la ingesta de alcohol de manera moderada es una de las teorías más extendidas y aceptadas entre la población. Sin embargo, los investigadores saben sorprendentemente poco sobre los riesgos o beneficios del consumo moderado de alcohol en adultos sanos. Para muchas personas, los posibles beneficios no superan los riesgos, y evitar el alcohol es la mejor opción. Pero, para otras, beber alcohol de forma compulsiva y extendida en el tiempo es un hábito integrado en sus vidas, pese a las consecuencias negativas que inciden en su salud y en el propio entorno. Pero,¿por qué? La respuesta podría estar en un pequeño grupo de células nerviosas del cerebro.
Esta es la principal conclusión de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Linköping (Suecia) y publicado en la revista ‘Science Advances’, quienes han identificado un mecanismo hasta ahora desconocido que podría ser un ''un objetivo adecuado'' para el tratamiento con medicamentos.
En primer lugar, hay que dejar claro que cualquier beneficio potencial del alcohol es relativamente pequeño y puede no aplicarse a todos los individuos. De hecho, las últimas directrices dietéticas dejan claro que nadie debe empezar a beber alcohol o beber más a menudo sobre la base de los posibles beneficios para la salud.
Un gran número de resultados experimentales sugieren que el alcohol ejerce efectos muy variados sobre los principales sistemas de neurotransmisión dependiendo del tiempo y el patrón de ingesta de la bebida. Así, el consumo de alcohol a corto plazo potencia la neurotransmisión inhibitoria, mientras que a largo plazo se produce tolerancia, lo que tiende a desplazar estas alteraciones neuroquímicas hacia valores normales.
Por el contrario, si el consumo de alcohol es discontinuo o se reduce bruscamente, se produce activación de la neurotransmisión glutamatérgica e inhibición de la neurotransmisión, lo que desencadena síndrome de abstinencia y consiguiente comportamiento de búsqueda y deseo irrefrenable de consumir alcohol.
En la búsqueda precisamente de frenar ese deseo irreflenable, los investigadores descubieron un pequeño grupo de células nerviosas en una pequeña región del cerebro que regulaban ''la diferencia entre poder frenar de forma normal, como hicieron la mayoría de nuestras ratas, y no poder hacerlo", explica el director del estudio Markus Heilig, en un comunicado.
Los científicos llegaron a este descubrimiento estudiando el mecanismo que subyace en uno de los comportamientos que caracterizan a la adicción: seguir consumiendo alcohol aunque tenga consecuencias negativas, lo que suele conocerse como "consumo compulsivo".
En este sentido, cabe destacar que la toma de decisiones, como la de beber otra copa o abstenerse, es compleja; el cerebro tiene un importante sistema de comportamiento motivado. Este sistema valora las cosas que consideramos gratificantes, como la comida sabrosa, el sexo y también las drogas, y nos impulsa a buscar más. Pero también es necesario un freno para evitar hacer cosas con consecuencias negativas; el freno equilibra la información sobre las posibles consecuencias negativas con la recompensa esperada.
En los experimentos, las ratas aprendieron que podían pulsar una palanca para obtener una pequeña cantidad de alcohol, pero al cabo de un tiempo, estas condiciones cambiaron, de forma que recibían una descarga eléctrica junto con el alcohol tras pulsar la palanca.
La mayoría de las ratas dejaron de presionar la palanca para obtener más bebida, pero el freno no funcionó en alrededor de un tercio, que siguió presionando la palanca para autoadministrarse alcohol aunque ahora se asociara con una molestia.
Para identificar el grupo de células nerviosas implicadas en el consumo compulsivo de alcohol, los investigadores utilizaron un marcador que se forma en los nervios justo después de que hayan estado activos.
Encontraron una red de células nerviosas en varios lugares del cerebro, cuyo núcleo parecía estar en la amígdala central, una estructura cerebral que controla las reacciones de miedo y está implicada en los mecanismos de aprendizaje que van unidos a este.
Hace tres años, el equipo publicó los resultados de un estudio sobre otro comportamiento asociado a la adicción al alcohol, la elección del alcohol en lugar de otra recompensa, y demostraron que esta actuación también está controlada por la amígdala central.
Pudieron activar y desactivar este comportamiento manipulando los mecanismos moleculares de esta parte del cerebro.
En su investigación, los científicos identificaron un pequeño grupo de células nerviosas en la amígdala central que promovían el consumo de alcohol en ese grupo de ratas, a pesar de las consecuencias negativas. Alrededor de un 4% de estas células constituían la red de células que estaba detrás del fracaso del freno de esta conducta específica.
Cuando utilizaron métodos moleculares avanzados para desactivarlas, se restableció la capacidad de las ratas de abstenerse de autoadministrarse alcohol; fue la enzima PKCδ la que resultó desempeñar un papel clave. El descubrimiento hace esperar que esta enzima sea una posible diana para nuevos tratamientos farmacológicos del consumo compulsivo de alcohol.
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