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Corazón
El dolor es el precio que debemos pagar, en ocasiones, por el amor. En consecuencia, que te rompan el corazón es posible. Morir por causa de un corazón herido, también. Quizá las afirmaciones contengan connotaciones retóricas pero el corazón roto en la vida real puede tener consecuencias cardíacas tratadas clínicamente derivadas de los vínculos existentes entre la salud mental y el estrés emocional con las cardiopatías. Los síntomas son los mismos y suelen confundirse en numerosas ocasiones: sudoración, ritmo cardíaco irregular, incluso dificultad para respirar y desmayos. Sin embargo, el efecto es transitorio y no presenta indicios de arterias bloqueadas.
En el 90% de los casos, esta enfermedad viene provocada por un estrés repentino o prolongado. Así, un episodio de ruptura, pérdida o la recepción de una mala noticia puede causar una debilidad cardíaca. Algunos estudios apuntan que ese desmesurado estrés produce la liberación de sustancias similares a la adrenalina que, a dosis muy altas, tienen un efecto tóxico sobre el corazón. De hecho, síntomas similares a los que tienen estos enfermos se han descrito en pacientes que han sufrido sobredosis accidentales de adrenalina.
La reacción es simplemente una respuesta de nuestro cuerpo para escapar de los efectos de estas sustancias como son el aumento de la frecuencia respiratoria, el estrechamiento de los vasos periféricos, la sudoración o el aumento de la presión arterial. Sin embargo, el corazón responde con un aumento de la frecuencia cardíaca más fuerte de lo común.
La enfermedad se manifiesta en el ventrículo izquierdo, tomando la forma de la vasija japonesa que le da nombre. Su pronóstico es generalmente benigno, con una mortalidad del 2% y una recuperación que suele durar días o semanas.
Según publican en la revista Labmedica, un estudio reciente ha evidenciado que esta afección ha aumentado durante los meses de pandemia. Aunque resulte contradicctorio, los meses entre los muros protectores de nuestro hogar no han traído, en términos generales, la ansiada sensación de paz y tranquilidad a nuestros corazones y nuestra cabeza. Investigadores de la Clínica Cleveland, la Universidad Case Western Reserve y otras instituciones, realizaron un estudio de cohorte retrospectivo que involucró a 1.914 pacientes para examinar la incidencia de la también conocida como miocardiopatía por estrés durante la pandemia de COVID-19, comparándolos con cuatro grupos de control que se presentaron en cuatro líneas de tiempo distintas antes de la pandemia. El resultado principal y la medida incluyeron el aumento en el padecimiento de la misma.
Además, según se explica, ''los pacientes hospitalizados con miocardiopatía por estrés durante la pandemia tuvieron una estancia más prolongada que aquellos en el período previo a la pandemia; sin embargo, no hubo diferencias significativas en la mortalidad entre los grupos.''
El paciente estándar, tras analizar los casos, suele ser una mujer posmenopáusica de entre unos 55 a 75 años, sana y sin ninguna patología cardiovascular previa. Los motivos más recurrentes, como hemos mencionado, son episodios de gran estrés derivados de una muerte, una ruptura, un problema económico o un escenario de pánico o miedo. También se asocian con algún tipo de estrés físico como enfermedades agudas como el ictus, los ataques de asma y tratamientos como las cirugías o la quimioterapia.
A este respecto, las probabilidades de que una mujer sufra el síndrome del corazón roto son entre siete y nueve veces mayores que las de un hombre.
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