24 de Septiembre en San Fernando: Souza y Holstein, testigo presencial

El diplomático portugués Pedro de Souza y Holstein dejó uno de los pocos testimonios escritos que existen de los hechos acontecidos en La Isla durante Las Cortes de 1810

Reproducción parcial del retrato que Souza y Holstein se hizo pintar en Cádiz.
Juan Torrejón Chaves - Historiador

24 de septiembre 2021 - 07:17

Desafortunadamente, son escasísimas las fuentes primarias que tratan sobre lo acontecido en la villa de la Real Isla de León en el magno y memorable 24 de septiembre de 1810, cuando se instalaron las Cortes Generales y Extraordinarias. De ahí la importancia de hallar documentos desconocidos que, durante más de dos siglos, se han preservado en la quietud de los archivos, aguardando la paciente y minuciosa labor del investigador. Tal es el caso del manuscrito que aquí se refiere, redactado por uno de los espectadores de aquel magno acontecimiento: Pedro de Souza y Holstein (1781-1850), Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Príncipe Regente de Portugal ante la España libre de la dominación francesa, que fue uno de los diplomáticos y hombres de Estado más relevantes de la primera mitad del siglo XIX. El oficio estuvo dirigido al Secretario de Estado, conde de Linhares, residente con la Corte en Río de Janeiro, y fue datado en la Real Isla de León.

El diplomático portugués había llegado en julio de 1809 a Sevilla, donde presentó sus credenciales a la Junta Suprema Central. Cuando ésta abandonó la capital hispalense tras conocerse que las tropas francesas habían sobrepasado Sierra Morena el 22 de enero de 1810, avanzando y ocupando sin oposición toda Andalucía, los Embajadores de Portugal e Inglaterra ajustaron sus salidas y siguieron la dirección que tomó el Gobierno español encaminándose apresuradamente hacia la bahía gaditana.

Souza y Holstein se halló presente en Cádiz cuando la Junta Central se disolvió en la Isla de León y dio paso a la Regencia el 1.º de febrero, así como en el momento de la llegada y desembarco de las primeras tropas de los aliados británicos procedentes de Lisboa (cuatro Regimientos de Infantería y dos Brigadas de Artillería), que fueron reforzadas a los pocos días con otras unidades provenientes de Gibraltar. También en Lisboa fue embarcado el Regimiento Portugués de Infantería de Línea n.º 20, al que pasó revista Lord Wellington. Esta brillante unidad militar que, con algo más de mil quinientos individuos, se estableció en el Cuartel de Batallones de Marina de la Nueva Población de San Carlos, alcanzó un reconocimiento general por su disciplina y subordinación en la defensa de la Isla de León, atendiendo a los puntos de La Carraca, Torre Alta, Caño de Herrera, Gallineras, Torregorda, Santibáñez…

Podría decirse de Souza y Holstein que fue "el hombre adecuado en el lugar adecuado"

En mayo siguiente, Souza y Holstein viajó a Lisboa para casarse con Eugénia Francisca Xavier Teles da Gama (1798-1860), una jovencita de tan sólo doce años de edad, descendiente de Vasco de Gama e hija de los marqueses de Nisa. En el Cádiz sitiado y sometido a los terribles bombardeos de los obuses Villantroys, les nació en marzo de 1812 su hijo mayor, Alexandre Domingos António, dos días después de la promulgación de la primera Constitución Española.

Cuando la Regencia se trasladó desde Cádiz a la Isla de León para la apertura de las Cortes, la siguió el Embajador de Portugal como el resto de las legaciones; de ahí que se hallara presente en la histórica jornada del 24 de septiembre. En el documento referido, este testigo presencial resaltó que la instalación del Congreso Nacional se había efectuado con la asistencia del Cuerpo diplomático y de las autoridades militares, entre los inmensos ‘vivas’ del pueblo.

En cuanto a la solemne ceremonia religiosa que tuvo lugar en la Iglesia Mayor, oficiada por el Cardenal de Borbón, el diplomático portugués destacó que el Obispo de Orense, Presidente del Consejo de Regencia, pronunció un discurso en el púlpito exhortando a los Diputados al cumplimiento de sus deberes y que, seguidamente, prestaron todos el juramento. Asimismo, precisó que fueron ciento dos los que se hallaron presentes, de entre los cuales cincuenta y tres lo fueron en calidad de suplentes por América y las provincias invadidas por el enemigo. Olvidó citar la representación de Filipinas.

Souza y Holstein continuó su relato señalando que, desde el templo, todos pasaron a la Sala preparada para la Asamblea de las Cortes, donde el Cuerpo Diplomático ocupó una tribuna destinada al efecto. La Regencia, que se sentó en el trono, declaró a través de su Presidente que las Cortes se hallaban instaladas y que transfería el poder a sus manos.

Liberal moderado, señaló el peligro que suponía dejarse llevar por el "torrente" de asambleas

Con relación a la primera sesión parlamentaria, el Ministro Plenipotenciario de Portugal advirtió que siempre fue pública y que tuvo una duración de trece horas, dando como resultado el renombrado decreto en el que las Cortes resolvieron que los Diputados que componían el Congreso eran los representantes de la nación española, y que se declaraban legítimamente constituidos en Cortes Generales y Extraordinarias, en las que residía la soberanía nacional; reconocieron, proclamaron y juraron de nuevo a Fernando VII de Borbón por su único y legítimo rey; declararon nula la cesión de la corona hecha a favor de Napoleón; decretaron la división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y se reservaron el ejercicio del poder legislativo en toda su extensión.

Si bien señaló que en los largos debates todos los Diputados mostraron patriotismo y buenos deseos, Souza y Holstein dejó constancia al conde de Linhares de su preocupación, advirtiéndole que "quiera Dios que sepan al menos parar a tiempo, y no dejarse arrastrar por el torrente que ha precipitado tantas Asambleas similares". El joven diplomático portugués era un hombre liberal de carácter moderado que temía los saltos en el vacío y los excesos de las revoluciones.

Si se tuviera que definir lacónicamente a Souza y Holstein y a la inteligentísima labor que desarrolló en esta España reducida conformada por la Isla de león y Cádiz, baluarte de la libertad e independencia nacional, podría decirse que fue “el hombre adecuado en el lugar adecuado”. Individuo dotado de cualidades superiores, mantuvo en todo momento un comportamiento sobrio y sereno, si bien no exento de una frialdad que era propia de su carácter reservado.

El Gobierno de Río de Janeiro recompensó sus servicios otorgándole el título de conde de Palmela, por decreto de 11 de abril de 1812. Y, cuando el primer marqués de Funchal, Domingos António de Sousa Coutinho, fue llamado desde Londres a Brasil para ocupar la plaza de Secretario de Estado por fallecimiento del conde de Linhares, Souza y Holstein fue nombrado Embajador en Inglaterra, que representaba el puesto más importante de la diplomacia portuguesa y era una especie de noviciado para los futuros Ministros de Negocios Extranjeros.

En Cádiz, el 26 de julio de 1812 hubo audiencia de la Regencia para despedir al conde de Palmela. En señal de agradecimiento por los servicios prestados a la causa de la independencia española, así como por haber estrechado los vínculos de ambas naciones, le fue otorgada la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden Española de Carlos III.

Antes de marchar para Lisboa rumbo a su destino londinense, se hizo retratar en Cádiz vestido con el elegante uniforme de Embajador, adornado con banda y condecoraciones. Destacan en él los ojos azules, claros y vivos, de penetrante y aguda mirada; la nariz aquilina y algo prominente; y la fina boca que pergeña una leve sonrisa no exenta de cierto desdén. El conjunto emana un aire de sereno triunfo, revelador de la satisfacción que sentía quien había cumplido con su deber en unas circunstancias tan adversas como difícilmente imaginables.

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