Bahía Sound en San Fernando: La 'guerrilla' de emociones de Jorge Drexler
El artista uruguayo echa el telón a un mes de agosto repleto de conciertos en La Isla
San Fernando/Jorge Drexler habló, cantó y recitó -resulta difícil saber dónde están los límites cuando el artista uruguayo sube al escenario- sobre las tramas y los desenlaces en un concierto que, desde luego tuvo mucho de relato y que -con la venia del par de citas que aún quedan en la programación, entre ellas la de Robe Iniesta, el próximo 18 de septiembre- vino a echar el telón de agosto y, por ende, de este verano de grandes conciertos en San Fernando.
Drexler, en la única cita andaluza de su nueva gira, ejerció de trovador para echar la vista atrás, rememorar lo pasado durante la pandemia y "exorcizar malos recuerdos" a golpe de canción y de emoción, como hizo con una inolvidable interpretación de Toque de queda.
Pero también cantó al "valor de una vida" con Polvo de estrellas, recordó que ésta a menudo no avisa y resulta Inoportuna y alentó la solidaridad Codo con codo -el tema que escribió tras verse obligado a cancelar sus conciertos en Costa Rica allá por marzo de 2020- para afirmar que "el corazón no solo se toca con las manos".
No hubo tema de su repertorio que se dejara al azar. Todo en esa narrativa drexleriana que se adueñó de la última noche de agosto en el Bahía Sound tenía su correlato con esa realidad vivida tan de cerca en los últimos meses y tal vez por ello emocionaba el doble: "¡Qué viva la ciencia!", proclamó en los primeros versos de Mi guitarra y vos, que dedicó los sanitarios.
Pero, sobre todo, el artista uruguayo aprovechó su paso por La Isla para reclutar a guerrilleros de la concordia de cara a los convulsos tiempos que toca vivir. El tema de guiños góspel -aunque la ausencia de coros, esta vez, se suplió con el siempre predispuesto público- se alzó sin lugar a dudas por encima del resto del repertorio con ese mensaje de esperanza y confianza en lo bueno del ser humano que en tiempos de odio viene como anillo al dedo. "Odiar es más sencillo, amar es cosa de valientes", alentaba revolucionario Drexler desde el escenario.
En ese recorrido de hora y media por el Bahía Sound, que hizo acompañado de Borja Barrueta a la percusión y de Meritxell Neddermann al teclado, Drexler se presentó con la Milonga del moro judío y recordó también sus comienzos con esa canción-adivinanza que todo el mundo adivina, Pongamos que hablo de Martínez, dedicada a su padrino en esto de la música, Joaquín Sabina.
Tuvo también algunos momentos de improvisación que encantaron al público y confesó que haber sido pregonero del Carnaval de Cádiz -en 2013- era el título que lleva con mayor orgullo al rescatar Cái creo que caí, el tema que compuso especialmente para la ocasión. Aquello, claro, complació enormemente a un auditorio arrastrado por esa corriente de emociones que Drexler -con ese lirismo tan pausado como poético y a la par ingenioso- consigue articular desde el escenario dejando fascinado a todos.
No faltó en el repertorio la premiada Al otro lado del río -por supuesto todos la esperaban- y gustó especialmente que Drexler rescatara Bolivia, el tema que recuerda a los refugiados judíos que acogió el país más pobre de Latinoamérica, cuyo paralelismo con la situación actual de Afganistán -"todo es un círculo que se repite", dijo- hacía que adquiriese una relevancia especial al recordar la importancia de decir que sí -como hizo Bolivia en 1939- cuando todos dicen que no.
Otro detalle de la noche fue que el uruguayo se hiciera acompañar por un invitado muy especial, el saxofonista isleño Antonio Lizana, con el que brindó una memorable interpretación de Los transeúntes y de Todo se transforma antes de echar el telón con el que La Isla, además, se despide a lo grande de un mes de agosto repleto de música.
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