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"Intentamos fomentar entre los alumnos una mentalidad crítica"

josé luis romero. director el colegio san ignacio

El colegio ha renovado la bandera verde de Ecoescuela, un proyecto que le permite desarrollar contenidos, competencias y valores a partir del medio ambiente

José Luis Romero, en la zona de acceso al colegio San Ignacio, hace unos días. / Román Ríos
Amaya Lanceta

08 de mayo 2017 - 06:47

San fernando/Cuando se acercaba el periodo de escolarización las escuelas públicas de la ciudad decidieron realizar una jornada de puertas abiertas para mostrar sus instalaciones. La idea era enseñar qué ofrecían a sus alumnos, cómo trabajaban. Se dieron cuenta de que era necesario vender sus virtudes porque en muchas ocasiones se desconoce la realidad de estos colegios, al que se les cuelga un sambenito por el simple hecho de ser públicos. Desde hace un tiempo, sin embargo, el colegio San Ignacio se ha lanzado a su entorno en el que pretende influir a partir del proyecto de Ecoescuela: ya sea por la implicación de las familias, de los vecinos del barrio, de entidades o del propio Ayuntamiento. Hace unos días recogieron la Bandera Verde que distingue a las escuelas por su compromiso con el medio ambiente. Era la renovación de una apuesta que San Ignacio inició hace ya muchos años, y en la que se mantiene fiel al espíritu de superación. "Es un aliciente, pero también es un compromiso que debes seguir porque generas unas expectativas en los alumnos", reconoce el director, José Luis Romero.

El colegio se implicó de lleno en el proyecto de la Ecoescuela a partir de 2005, "nos lo sugirió una inspectora, Ana Pilar, y nos dimos cuenta que ya hacíamos muchas cosas relacionadas", comenta Romero, que recuerda el curso de formación que hicieron con Julián Cano; el contacto con ADEAC (que supervisa la acción y concede las distinciones) o su colaboración en la elaboración de la estrategia andaluza de educación ambiental antes de inscribir en el proyecto que pusieron en marcha las consejerías de Educación y Medio Ambiente. La Ecoescuela por tanto comenzó a formar parte del plan educativo andaluz como Familias Lectoras o Espacios de Paz.

La candidatura para convertirse en Ecoescuela debía estar llena de contenido, más allá de actividades de reciclaje que hacen otros centros. En su caso, se trata de una acción formativa que se inicia desde el primer año de infantil y continúa hasta el último curso, e incluso en el instituto (porque El Botánico, al que están adscritos, también desarrollan actividades vinculadas al medio ambiente y a la ciencia). Pero además, resalta el director, han trabajado para conseguir la implicación de toda la comunidad: de profesores, alumnos y padres, pero también del barrio y de la propia ciudad. A partir de esta iniciativa San Ignacio puede desarrollar multitud de contenidos, capacidades, herramientas, competencias, valores... En 2015, por ejemplo, realizaron una actividad de plantar basura. "La Unesco hacía una campaña por el Año Internacional del Suelo", detalla Romero sobre el marco en el que surgió la idea. Primero hicieron una auditoría de las basuras, comprobaron qué residuos se generaban más; plantaron los distintos materiales y los regaron y fueron observando y viendo los resultados. "Había restos que generaban riqueza al suelo y otros, que no. Se observaba y se iba anotando todo para sacar conclusiones", añade. Una, la necesidad de seleccionar la basura, de la que surgió el compromiso, que intentan poner en práctica en la escuela pero también en sus casas. "Son nuestros mejores embajadores, aburren en casa; y por ejemplo hacen conscientes a las familias de que no se puede verter aceite o comidas al agua", comenta. Es una de las recompensas por este esfuerzo: comprender que hay esperanza para los alumnos porque captan el mensaje.

Tanto en esta como en otras actividades se observa un método de trabajo: un análisis de la situación, un ensayo con variantes, el cómputo de conclusiones y el planteamiento de soluciones; podría decirse que aprovechan características de la metología científica. Pero no sólo eso, con el safari de cacas, otras de las acciones realizadas, pudieron trabajar la comunicación oral y escrita. "Intentamos fomentar el espíritu crítico y los alumnos se dieron cuenta de que alrededor había muchos excrementos, y se plantearon qué podían hacer", apunta José Luis. Realizaron un estudio de impacto, con planimetrías, detectaron puntos negros. Hicieron encuestas y entrevistas a los vecinos, redactaron cartas; trabajaron la competencia digital con la elaboración de tablas, se bajaron mapas de google, generar documentos, enviar los escritos a la Consejería. "Se recogió diferentes ámbitos curriculares", explica. Entre los compromisos estuvo pedir al Ayuntamiento que se mantuviera de manera más adecuada los pipican o que las normas se cumplieran. Uno de los puntos con más cacas era la plaza de las Esculturas. "A partir de ahí salió otra línea de trabajo, porque los vecinos tenían muchas quejas por este sitio". Se planteó suprimir los estanques por zonas verdes y trabajaron con los técnicos del Jardín Botánico para establecer qué plantas eran las más adecuadas. "Eran las aromáticas: romero, tomillo, lavanda...", señala. Aunque nos les hicieron caso y se optó por otras plantas, sí que decidieron crear un huerto. Después hicieron otro de flores y más tarde, otro de hortalizas. La Ecoescuela, además, les permite trabajar el bilingüismo al haber colegios de otros países implicados en este compromiso.

El empeño en tener un impacto en el entorno y en la ciudad no ha cejado a pesar de que no siempre se tengan en cuenta sus peticiones. Así a través del programa Andalucía Profundiza un grupo de alumnos, "de altas capacidades y mucha implicación", componen el Plastic Team, que se encarga de realizar un estudio de impacto del plástico en la ciudad: qué uso, qué perjuicios, el impacto que tiene en el medio ambiente, el gasto que supone para el Ayuntamiento y la señalización de los puntos negros. Uno de ellos es la zona de La Magdalena. "Esto es importante para hacer conscientes a las personas del entorno en el que estamos, del Parque Natural, para dar lugar a un compromiso", insiste José Luis sobre el objetivo de este proyecto.

Ecoescuela les sirve incluso para desarrollar actividades vinculadas a la promoción de la convivencia positiva. "Debemos educar en el conflicto para que los niños tengan recursos para actuar, para que desarrollen la empatía, no puedes educarlos para que sean avestruz o león, sino que tengan medios para apostar por el diálogo. Por eso empieza por él mismo: su despacho, situado junto a la entrada al edificio, está abierto. "Apertura", sostiene convencido. Como lo está también por la forma de trabajar con los alumnos : en pequeños grupos, en contacto con la naturaleza ("¡si no son capaces de responder ante algo que no les da réplica, cómo lo van a hacer ante alguién que les contesta!") y siempre con los menores asumiendo la responsabilidad que tienen sus actos.

Son elementos que desarrolla la escuela pública en su labor educativa, defiende Romero, que habla también de un elemento muy importe: "Ayudan a fomentar ciudadanos que valoran la diversidad". En el centro, detalla, hay familias con buen nivel económico y familias con dificultades, "te encuentras lo que hay en tu bloque, en tu barrio, lo que verás en la playa". En San Ignacio, niños con esa diversidad conviven, trabajan en equipo, se incorporan a la actividad, se implican y se comprometen. "Los recursos públicos deben estar para ofrecer igualdad de oportunidades a todos", advierte.

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