"La Isla forma parte de mí, de mis raíces. Volver siempre es una necesidad biológica"
José manuel revuelta soba. catedrático de cirugía, profesor emérito
Es uno de los especialistas más reconocidos en cirugía cardiovascular y uno de los isleños más ilustres, miembro de ese club de cañaíllas sobrados de talento que brillaron fuera de su tierra
Su gran pasión -la cirugía cardiovascular- le empujó a salir de La Isla para estudiar, formarse, aprender y trabajar. Pero, paradojas de la vida, se dejó el corazón en La Isla. Añora constantemente sus raíces, su familia, su ciudad. Y por eso siempre vuelve. En la Isla -dice- están los que se quedaron y los que se llevan toda la vida queriendo volver. Con un currículum abrumador que pone de manifiesto una vez más esa capacidad isleña para exportar talentos, José Manuel Revuelta Soba ha conseguido la excepcionalidad de ser profeta en su tierra, a la que esta semana ha regresado invitado por la Academia de San Romualdo para dar un conferencia: El corazón, amigos y enemigos. Pionero en su especialidad, es uno de los profesionales más reconocidos de toda España. Catedrático de cirugía, profesor emérito en la Universidad de Cantabria, jefe de servicio en el hospital universitario de Valdecilla y presidente de la Comisión Nacional de Cirugía Cardiovascular son sólo algunos de los muchos méritos que engrosan su hoja de servicios.
-Le dieron el premio a la Promoción de la Identidad Isleña por llevar a gala el nombre de la ciudad a la par que su prestigio como especialista en cirugía cardiovascular. Tiene una avenida rotulada con su nombre. Parece extraño, pero es profeta en su tierra.
-Bueno, todo eso demuestra como siempre la generosidad isleña. En realidad, mi único mérito es que quiero mucho a esta tierra. A mí, el hecho de haber tenido que estar toda la vida fuera, hace que añore y eche de menos siempre a La Isla. Siempre digo que los listos son los que se han quedado aquí y los tontos nos hemos ido fuera y nos llevamos toda la vida queriendo volver y queriendo estar aquí, con la familia. Es como algo que necesito biológicamente. He reflexionado mucho sobre esto. Una cosa es que uno quiera mucho a su tierra, pero esa necesidad innata, sincera que tengo yo por La Isla... es una cosa biológica, es algo que me tira a volver y volver. Y cuanto más vengo, más necesidad tengo de venir. Aquí están todas mis raíces. Muchos de los que nos saludamos por aquí han sido mis amigos en el colegio de La Salle, en el instituto, en la propia calle jugando, me he pasado mi vida en Pérez Galdós y Velázquez... Ahí está mi infancia y todo esto forma parte de mí. Y, al formar parte de mí, evidentemente lo echo de menos.
-Y ha conseguido mantener esa relación con la ciudad en la que nació y creció a pesar de tantos años fuera.
-Me marche con veintipocos años. Hace casi cincuenta años ya. Llevo casi toda la vida fuera. Y pasa que cuando uno se lleva tanto tiempo fuera se van diluyendo los recuerdos. Yo, sin embargo, me he procurado muchísimo de que permanezcan. Desde luego, me he ido lejos y tengo que decir una cosa: Santander, Cantabria, siempre me han acogido estupendamente y con gran cariño desde que llegue de Estados Unidos. Los montañeses -aquí, en La Isla, lo vemos también- siempre han sido una gente muy entrañable, muy seria, muy trabajadora. Al mismo tiempo, he sentido el afecto de los de allí y de los de aquí. Es una tierra maravillosa, de buena gente y con unos paisajes maravillosos, aunque no tenga ni la luz ni el clima de aquí.
-Precisamente, esa es hoy la historia de muchos jóvenes de La Isla. Tienen que irse.
-Los jóvenes tienen que buscar aquello de lo que realmente le está tirando su mente. Siempre le he dicho a mis hijos -tengo dos- desde pequeños: que para llegar a algo en la vida, uno tiene que estar totalmente enamorado de lo que hace. Si uno está realmente enamorado, apasionado, de lo que hace, llega... Hay mucha competitividad, mucha escasez laboral... La única manera es, realmente, ser un apasionado de lo que haces. Y yo he tenido la suerte de ser un apasionado de lo que hago. La gente me ha permitido durante cincuenta años tocar sus corazones... ¡Y además me pagan por eso! Es un lujo.
-Y La Isla, ¿cómo se ve desde fuera?
-San Fernando es una ciudad con una larga trayectoria. A mí, por ejemplo, me encanta la astronomía. Y en Estados Unidos, cuando he hablado con científicos y astrónomos, he tenido la oportunidad de comprobar que el Observatorio de Marina y el personal que trabaja aquí son una verdadera referencia. Y no solo histórica, también científica. Es lo que llaman los time keeper, los controladores del tiempo a nivel internacional. Además del seguimiento de satélites, físicos... Y en el aspecto militar, desde antes incluso de Carlos III, San Fernando siempre ha sido un bastión importantísimo. Y toda la historia reciente del Bicentenario lo demuestra. Creo que la actividad actual está mermada, como ocurre en toda España, por los problemas económicos, por ese cambio que se ha producido al alejarse las dependencias de las Armada de San Fernando. Eso sí que ha sido una lástima, una pérdida importante. Y bueno el carácter militar de San Fernando es indudable y muy respetado. ¿Cómo se ve La Isla desde fuera? Pues se ve que se está expandiendo, que está creciendo, que la juventud puede dinamizar lo que hoy tenemos. Aunque es cierto que estamos en un momento difícil. España lo está y también Europa.
-¿Por qué estudió medicina?
-Me gustaba también arquitectura, pero mis padres entonces no podían pagarme unos estudios en Madrid. Y la medicina me atrajo. Desde pequeño, me iba con un médico que hacía las autopsias en el cementerio, me iba con él y así fui aprendiendo a hacer cirugía: lo que era el corazón, el cerebro, el cuerpo humano... Y eso me impresionaba mucho y me atraía. ¡Lo que pasa es que lo aprendí rodeado de tumbas! No era la forma más bonita de hacerlo, desde luego. Pero fortaleció mi espíritu investigador. Hoy día continúo investigando. Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en la aplicación de la luz en el sistema cardiovascular.
-¿Y qué le llevo a especializarse en el corazón?
-Cuando decidí hacerme cirujano me marché a Barcelona. Luego a Estados Unidos, donde me casé. Hay algo que me movió de alguna manera a hacer cirugía cardiovascular. Reconozco ahora que era una locura. En unas circunstancias similares, a mis hijos no se lo aconsejaría. Había tres cirujanos que estaban empezando entonces a hacer cirugía de corazón y eran los tres millonarios. Era algo así como un hobby. Estaba el marqués de Villaverde, Puig Massana, que fue mi maestro en Barcelona... Claro, eso me movió a marcharme fuera, a Estados Unidos. Pero aprendí. Siempre se lo digo a todos los jóvenes, les recomiendo -y así lo he hecho con mis hijos- salir fuera. Es importante porque uno reconoce sus fortalezas y debilidades. Es cuando te conoces a ti mismo, sabes cuáles son los terrenos son pantanosos y cuáles son los sólidos. No solamente es lo que puedes aprender -porque aquí se puede aprender lo mismo que en Nueva York o en Houston- es el fortalecimiento de uno, el conocimiento de sí mismo. Esto es muy importante. Le recomiendo a todo el mundo que salga, que lo pase mal afuera si hace falta porque no es fácil demostrar que vales en un entorno que puede parecer hostil, donde las lenguas y las costumbres son diferentes.
-Su carrera ha ido paralela a la evolución de la cirugía cardiovascular en España.
-Totalmente. Mi generación ha sido una de las pioneras en la cirugía cardiaca en España y así se lo reconocen los cirujanos cardiovasculares actuales. Por cierto, que aquí -en Cádiz- hay un grupo magnífico, uno de los mejores que pueda haber en España. Entonces, bueno, pues podría decirse que estas nuevas generaciones de cirujanos me han visto y me siguen viendo como uno de los primeros que hizo la cirugía cardiaca en España.
-¿Y a qué nivel estamos?
-Hace tiempo que estamos a un nivel muy muy bueno. Practicamos la cirugía complicada, compleja, como se puede estar haciendo en los mejores sitios del mundo, en Europa, Estados Unidos, Japón... Se ha invertido mucho en tecnología. Pero tenemos que tener en cuenta una posible dificultad: que todo lo que hemos conseguido se vaya al traste por las dificultades económicas. La investigación ya se está viendo mermada porque los grupos potentes están perdiendo el mejor patrimonio que tienen, lo más importante: la juventud, que se está marchando fuera, a Estados Unidos, a Alemania. Y en este ámbito de la investigación, cuando uno se marcha es muy difícil que vuelva. Ese investigador se pierde. Es una pena. Deberíamos reflexionar seriamente y ver que la única manera de ser independiente en un país moderno es apoyar la investigación. Siempre he pensado que la investigación es uno de los pilares fundamentales de la sociedad, lo que hace que nos respeten, que tengamos solvencia... Todo eso es gracias a la investigación. Y ahora parece que hay otras prioridades. Al margen de estas inquietudes, si me pregunta por el nivel médico de España, creo que estamos muy bien. Si uno está preocupado por cómo le van a resolver un problema médico, tengo que decirle que España está a un nivel muy bueno. Y es respetada en Europa. Ha ido destacando en congresos internacionales. En eso no deberíamos tener problemas.
-Ahora se habla mucho del sistema sanitario que tenemos.
-Es muy bueno. En pocos países existe una cobertura como la nuestra. En Estados Unidos lo primero que te piden es la cobertura del seguro o la visa. Y nosotros en tratamientos complicadísimos, como ocurre con el corazón o con el cáncer, no tengamos que pagar nada. No nos damos cuenta de lo que supone. Es un privilegio y tenemos que protegerlo. Uno se da cuenta cuando enferma de lo que tenemos, de la cobertura que tenemos en España y que países más desarrollados que nosotros no la tienen. Tenemos que resolver varias cosas: esas listas de espera, ese esperar cuando hay una prioridad... Las listas de espera se tienen que agilizar. Se está mejorando y la informática está ayudando mucho pero todavía en determinados hospitales, en determinadas zonas, sigue siendo un problema.
-Las publicaciones, las conferencias... Buena parte de su trabajo pasa por la divulgación.
-Creo que la divulgación es un deber, no una afición. Nos debemos a la sociedad, lo menos que podemos hacer es divulgar e intentar pagar un poco de lo mucho que me han dado. La divulgación es una obligación de todo el que tenga conocimiento. Y la divulgación es muy importante porque es la manera de hacerle ver a la sociedad cómo son las cosas, cómo se tienen que proteger, que no tienen que tener miedo a todo...
-'Corazón para cien años' es el título de uno de los libros que ha publicado. Aquí, precisamente, cada vez llegan más noticias de abuelos que cumplen cien años. ¿Cuál es el truco?
-Siempre ayuda tener buenos genes, eso es importante. Uno se debería acercar a estos abuelitos -yo siempre lo hago porque son como libros vivientes- y preguntarle que cuál ha sido el truco suyo para llegar a los cien años. Y siempre te cuentan lo mismo: que salen a diario a pasear, que no exageran comiendo, que no fuman, que les encanta estar con su grupo de amigos. Esa es la clave. Hablar con los demás es muy importante, es como tener un psiquiatra gratis todos los días. Al mismo tiempo, el hecho de caminar, de moverse... Aquí, en esta zona, tenemos la suerte de que hay mucho pescado, que es una proteína buena y además tiene el Omega 3 y el Omega 6, que ayuda a las arterias por dentro, al recubrimiento interior. Somos de los países europeos con menos enfermedad cardiovascular. Y cuando uno se va acercando a la zona de la costa se va dando cuenta de que los índices bajan, precisamente, por la dieta mediterránea.
No soy un médico que prohíba nada. Hay que comer de todo, hacer de todo y vivir todo lo que se pueda pero sin abusar de nada. Bueno, fumar por supuesto que no. El tabaco es el mayor enemigo y está demostrado. Pero tampoco hace falta pegarte la paliza a diario en un gimnasio todos los días. Con andar y hacer dieta mediterránea es suficiente. Simplemente hay que pasear todos los días. Con eso ejercitas las piernas y el corazón. Si haces ejercicio, el colesterol bueno aumenta. ¿Cuál es el malo y cuál es el bueno? El malo es la basura y el bueno, el basurero. Cuantos más basureros tengas, más te limpias las arterias. Y cómo se aumenta el colesterol bueno: caminando, haciendo ejercicio. Ese concepto es el que tenemos que tener: caminar, ejercitarse, no quedarse en el sillón...
-Parece sencillo pero la vida actual, más sedentaria, complica esa receta.
-Los hábitos alimenticios van cambiando hacia la comida rápida, hacia el consumo de las grasas trans, que son un absoluto desastre. Hicimos un estudio de los niños de Cantabria y vimos que tenían el colesterol como si fueran viejos. Y era todo por la comida rápida, por las meriendas, la bollería industrial, todos esos productos envasados que se consumen. Hay tres claves: evitar esas grasas trans, quitar los saleros de la mesa y no abusar del azúcar. Es muy sencillo. En definitiva, se trata de adoptar hábitos saludables: caminar, hablar con los amigos, moverse, comer verdura, pescado, fruta... Y de hacerlo cuanto antes. Hay que cuidarse siempre aunque, sobre todo, a partir de los 60 años, que es cuando la curva de riesgo empieza a aumentar.
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