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La Isla y la artillería se hermanan

300 aniversario del racta-4 Jura de bandera civil en la calle Real

La calle Real se convirtió ayer en escenario del acto de jura de bandera civil en el que participaron casi 200 personas con motivo del 300 aniversario de la creación del Regimiento de Artillería de Costa número 4

1. Civiles, pasando frente al estandarte, el cual iban besando en el tradicional gesto de la jura de bandera. A un lado, un miembro de la Guardia Salinera y al otro, unidades del regimiento, en formación. 2. Momento de entrega de la bandera coronela, en presencia de María Dolores Rodríguez Castañeda. 3. Unidades de artillería con el público de fondo. 4. Instante en el que se realizaba el tradicional homenaje a los caídos. 5. Izado de bandera, al comienzo del acto, por parte de la Guardia Salinera.
M.ll. / San Fernando

26 de abril 2010 - 01:00

"Hoy queremos rendir homenaje a la ciudad que nos acoge desde 1869, nuestra ciudad". Fue éste uno de los emotivos mensajes que el coronel de Regimiento de Artillería de Costa número 4 (Racta-4), Felipe de la Plaza, dedicó a San Fernando en su alocución ayer en la calle Real, frente a la plaza del Rey, en el acto de homenaje al trescientos aniversario de la creación de este regimiento. Y fueron unas palabras que resumieron a la perfección el hermanamiento, el fuerte lazo que vincula a la artillería y a la localidad, simbolizado además por una jura de bandera civil en la que participaron casi 200 personas.

Porque el acto celebrado ayer en la localidad comulgó a la perfección la solemnidad de todo acto militar con el respaldo sincero de la participación de los isleños, que desde las once de la mañana hasta casi la una de la tarde se apostaron alrededor del evento, acompañando con aplausos, vítores y respetuoso silencio, cuando procedía, la majestuosidad del evento. Un acto que a la postre supuso un homenaje mutuo, que se remonta, tal como también afirmara en su discurso De la Plaza, al trabajo conjunto que unos y otros realizaron en la localidad hace 200 años, cuando España era sólo una isla, cuando España necesitaba del esfuerzo de todos.

Pasadas las once de la mañana, con sendas tribunas -civil y militar- apostadas a ambos lados del palco presidencial repletas, comenzó la secuencia del acto con la formación de la fuerza del regimiento de artillería, la cual fue pasada revista por el jefe de la fuerza terrestre del Ejército de Tierra, el general Virgilio Sañudo. A continuación, en una clara referencia a esta comunión cívico-militar, la asociación Guardia Salinera isleña -ataviada con uniformes de 1810 correspondientes al Regimiento de Infantería de Voluntarios Distinguidos de la Isla de León- se encargó del izado de bandera española.

Se procedió entonces a la entrega de otra bandera, predecesora de aquélla, la bandera coronela, donada por la asociación de amigos de la historia militar Ratógenes al regimiento de artillería. Como madrina del acto, una civil, María Dolores Rodríguez Castañeda, isleña, secretaria de la conferederación española de familiares de enfermos de alzheimer, para quien tanto De la Plaza como el alcalde isleño, Manuel de Bernardo, tuvieron unas emotivas palabras. Así, el primer edil la definió como un ejemplo de esta ciudad "que tiene en la solidaridad uno de los rasgos que la definen".

Llegó posteriormente uno de los momentos más especiales del acto, especial precisamente por lo irrepetible. De esta manera, uno tras otro, hasta 198 civiles juraron su lealtad a la bandera. Fueron pasando, en fila de a uno, en primer lugar el alcalde, así como otros miembros de la Corporación como los populares Alfonso González Nantes o Daniel Nieto, entre otros. También lo hicieron empleados municipales como el archivero, José Luis López Garrido y otros representantes de la actividad isleña, como directores de colegios o miembros de la Policía Nacional, por ejemplo.

El instante más emotivo que se vivió en la jornada de ayer fue el homenaje a los caídos, entre los que se destacó a los cuatro fallecidos en misión en Haití hace tan sólo unos días. Una imponente interpretación por parte de la formación de La muerte no es el final enmudeció a unos asistentes que supieron respetar el momento. Para terminar, y bajo un sol de justicia, el acto concluyó con el tradicional desfile militar que recorrió un gran tramo de una peatonalizada calle Real.

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