La Isla que quiso mirar al mar
Los proyectos náuticos que se plantearon hace una década no han dado los resultados esperados El club de La Casería sigue atenazado por el fango a la espera de una solución
Mirar al mar. El viejo sueño de La Isla -el manido tópico del discurso político- inspiró la filosofía de muchos de los proyectos urbanísticos que dibujaron una nueva ciudad hace ya más de una década. Eran años de bonanza económica y de desarrollo urbanístico en los que la ciudad crecía por sus extremos: Camposoto y La Casería. El nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) -entonces en redacción- daba cabida esos sueños, completaba y daba forma a esas aspiraciones. La lista es larga: desarrollo turístico de Camposoto, ampliación del puerto deportivo de Gallineras y construcción de una nueva sede, nuevos clubes en La Casería y en Puente de Hierro, Fadricas y más de un millar de amarres en Punta Cantera, escuela de piragüismo en el entorno del Zaporito , recuperación de los molinos de mareas, puesta en marcha del Parque de la Historia y el Mar...
La crisis, la falta de recursos, la paralización de las inversiones, la demora de los trámites administrativos o la escasa rentabilidad empresarial de algunos de estas iniciativas en una conyuntura económica tremendamente complicada -como el polémico Parque del Mar, que sigue sin abrir sus puertas tras haberse invertido nueve millones de euros- acabaron con ese entusiasmo de La Isla pre Bicentenario de 2010. La ciudad despertó bruscamente de su sueño.
No es que todos estos proyectos se quedaran en el camino. Algunos, como el de Puente de Hierro, consiguieron salir a flote y hoy están a pleno rendimiento. Otros, como la nueva sede para el náutico de Gallineras, siguen en la lista de actuaciones pendientes del Ayuntamiento a la espera de tiempos mejores. Pero esa visión general que se pretendía con todo este conjunto de iniciativas planteadas hace una década -ese pretender que La Isla mirara al mar- no ha alcanzado los resultados esperados. Basta solamente recordar el ilustrativo ejemplo del Parque del Mar, que se ha convertido en el perfecto icono de esa Isla que chocó de bruces con la realidad de la crisis.
Hubo también actuaciones que llegaron tarde, fuera de tiempo, envueltas en múltiples trabas y problemas administrativos. Así, renqueando, consiguió arrancar hace dos años el club náutico de La Casería, del que se puso la primera piedra allá por 2006, en plena polémica de las torres. Una inversión promovida por el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía que rondó 1,6 millones de euros y que, a la postre, resultó que se había hecho en el peor sitio posible.
En la pasada Semana Santa, la directiva, presidida por Sinforiano Flores, dio la voz de alarma: el club náutico se iba poco a poco a pique a causa del progresivo empuje causado por la sedimentación natural del terreno. Los pantalanes colocados en 2011, todavía flamantes, cedían ante el empuje del fango. Las embarcaciones descansaban sobre un lecho de lodos y salir y entrar en el embarcadero solo era posible cuando la marea estaba alta porque de lo contrario no se podía maniobrar sin quedar encallado. "Si no se pone remedio -advertían entonces- el club está desahuciado, no le queda ni un año de vida".
El problema es, evidentemente, lo costoso de la solución que puede garantizar su supervivencia: la construcción de una escollera a lo largo de todo el perímetro del náutico que actúe como refugio, proteja pantalanes y embarcaciones y evite la sedimentación de los lodos. Una inversión millonaria cuya puesta en marcha resulta en la actualidad muy difícil de abordar.
Hasta ahora, las gestiones llevadas a cabo por el club para revertir su situación no han dado los resultados pretendidos. Han llamado a la puerta de las administraciones implicadas pero nada se mueve. Esperan desde hace dos meses una reunión a tres bandas, entre el Ayuntamiento, Costas y Medio Ambiente, que se planteó como posible salida tras reunirse en junio con el alcalde. Sinforiano Flores insistía ayer en la preocupación de la directiva y afirmaba que la sedimentación de los lodos no ha dejado avanzar.
La puesta en marcha de la Escuela de Vela -un proyecto que forma parte del náutico desde que fuera concebido por el Ayuntamiento- choca también con estas dificultades. Cuentan con cuatro embarcaciones de vela optimist que el Consistorio les entregó en el pasado mes de junio con la idea de que las clases de vela pudieran dar comienzo este verano. Pero no resulta tan fácil. Por un lado, la escuela no tiene más remedio que supeditarse también al horario de las mareas por el problema de los lodos que aqueja al club. Por otro, las clases tienen un coste: hay que pagar seguros de accidente y de las embarcaciones y la lógica remuneración del monitor. Son problemas que intentan resolver de la mejor manera para que la iniciativa resulte viable.
Otro de estos antiguos proyectos -la ampliación de amarres en Gallineras- ha sido finalmente descartado, aunque no la construcción de unas nuevas instalaciones para el club náutico, que era una vieja demanda de los socios y también un compromiso municipal.
Recientemente, el Ayuntamiento ha rescatado el tema al afrontar los trámites para la expropiación de los terrenos en los que se levantará estas nueva sede (existía un acuerdo anterior con los propietarios del suelo, pero las condiciones dejaron de ser rentables cuando estalló la crisis). Son pasos hacia adelante aunque el Consistorio tendrá todavía que solventar el principal escollo que esta actuación tiene en su camino: la financiación de unas obras presupuestadas inicialmente en 1,2 millones de euros.
Por su parte, del equipamiento previsto en el entorno del Zaporito -la construcción de un club de pesca deportiva (la gestión se iba a encomendar a La Corchuela) y la puesta en marcha de una escuela de piragüismo- ha quedado prácticamente descartado después de que, en junio de 2010, la Dirección General de Costas negara la correspondiente autorización para su puesta en marcha. Hubo una última tentativa del Ayuntamiento -en abril de 2011- que planteó el tema a la Junta de Andalucía después de que ésta asumiera las competencias en la gestión del litoral. Pero no se consiguió nada.
Un millar de amarres y un nuevo puerto deportivo excepcional en el entorno de Punta Cantera -entre La Casería y Caño Herrera- se preveían también por aquel entonces con el desarrollo urbanístico de los polvorines de Fadricas. El proyecto no se ha descartado, pero sigue a la espera de ese desarrollo una vez desbloqueado -desde 2012- el histórico conflicto con Defensa.
Y el Parque de la Historia y el Mar, construido en las proximidades de La Carraca, se ha convertido con el paso de los años en la verdadera estrella mediática de todos estos equipamientos. Sin duda, son las instalaciones de las que más se ha hablado y escrito. Y no es para menos. Tras una inversión que ronda los nueve millones de euros y varios años de obras, el Parque ha sido incapaz de abrir sus puertas o de encontrar a alguna empresa dispuesta a hacerse con las instalaciones.
El carácter finalista de los fondos empleados en su construcción y lo limitado de los usos permitidos al estar construido en zona de dominio público marítimo-terrestre han terminado por encorsertar toda iniciativa llevada a cabo por el Ayuntamiento para dar una salida a las instalaciones. En unas reveladoras declaraciones, el alcalde, José Loaiza, se refirió al Parque del Mar como "un muerto" con el que tenía que cargar el Ayuntamiento, que además tiene que hacer frente a su costosa vigilancia (a más de 118.000 euros asciende el importe del último contrato, adjudicado en el pasado mes de marzo).
Ahora se estudia la posibilidad de reconducir el proyecto hacia otros usos más rentables. Sobre la mesa está la propuesta realizada por el PSOE para transformar las instalaciones en un Centro Tecnológico Naval dada también su cercanía con Navantia.
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