Juan José Castiñeiras pregona en San Fernando una Navidad de "nuevas oportunidades"

Juan José Castañeiras, durante su pregón de Navidad en San Fernando.
Juan José Castañeiras, durante su pregón de Navidad en San Fernando. / Ayuntamiento San Fernando

San Fernando/El pregón de Navidad de San Fernando es un momento de reflexión, sus encargados suelen advertir de las carencias de la sociedad, de las dificultades que muchas personas sufren para salir adelante, de la necesidad de que la ciudadanía reaccione. Juan José Castiñeiras, designado este año por la Academia de San Romualdo para anunciar las fiestas, cargó su intervención de recuerdos y pensamientos, sin dejar de lado la historia del nacimiento de Jesús, la razón de ser de estos festejos, y de destacar la Navidad como un tiempo de oportunidades.

La cita en el Teatro de Las Cortes contemplaba este anuncio, pero también un concierto de Navidad del grupo de cámara Santa Cecilia y de la soprano Carolina de Alba, con la participación previa del coro de niños del Liceo.

Castiñeiras dedicó su pregón a su padre, que lo animó a aceptar la encomienda de la Academia. "Me has dejado, aquí, solo. Tengo la esperanza de que, desde el cielo, allí al lado de todos los que amaste estarás henchido de orgullo y presumiendo. Va por ti, Papá", pronunció para recordar a su progenitor recientemente fallecido.

Quizás, por eso, se refirió al tiempo, al tomar la palabra, para argumentar que el hombre siempre ha querido "controlarlo y someterlo", para defender que "lo importante de él es lo que hagas entre un momento y otro; entre el principio y el final, lo demás es efímero". La vuelta a su pasado, a su niñez, le sirvió para rememorar las estaciones, y con ellas la celebración de la Navidad, que reconocía por sus vivencias cuando aún no sabía leer, ni sabía de calendarios, meses o semanas: la primavera, por los naranjos de la calle Ancha; el verano, porque dejaba de ir al colegio; el otoño, porque los días se volvían más cortos; y el invierno, con su Navidad, con el hermano Humberto, que le enseñaba a montar un belén y le contaba historias.

Una de esas historias la convierte en relato el pregonero, para hablar del viaje de José y María a Belén, de los miedos de ella por la visita del Ángel, por las dudas del carpintero y su aceptación, por la llegada a la aldea, donde nadie les dio cobijo y las lágrimas de José por no poder proveer de un refugio a su esposa, a punto de dar a luz y, por supuesto, del Nacimiento.

"La traigo hasta aquí sin más pretensiones que les haga pensar un rato; que les haga meditar y no olvidar el espíritu que impregna estas fechas y en concreto la fiesta de la natividad", había advertido. "No hace falta desplazarnos en el tiempo ni en el lugar, ya que el escenario puede ser cualquiera de nuestras ciudades y pueblos del mundo. Personas que no son tratadas como tales, deshumanizadas a las que miramos sin un ápice de compasión. Personas tratadas como bultos y mercancía en algunos casos. Hace justo unos días, nuestra playa de Camposoto fue el escenario de una nueva tragedia. Desalmados que juegan con la esperanza de unos pobres que solo buscan un futuro mejor; desalmados sin un ápice de humanidad que truncaron la vida de 4 personas, haciendo gala de lo peor que tiene escondido el ser humano. Parece que en siglos nada ha cambiado", expresó.

Las figuras de José y María las representan hoy, en su comparación, convecinos que piden ayuda a la sociedad, personas sin ingresos, desalojados de viviendas, migrantes que buscan una oportunidad, "madres que cruzan el estrecho con sus pequeños en brazos y prefieren morir tragados por las fauces del océano que verlos morir de hambre en su país natal"; "abuelos abandonados en sus casas y a su suerte", "y así un largo etcétera de sufrimientos".

Castiñeiras lamentó la falta de acción de la sociedad, y se centró en la actitud de "nosotros, los que nos llamamos cristianos", que, avisó, "nos parecemos cada vez más a esos habitantes de Belén. Vemos, oímos, opinamos, reconocemos la injusticia o la miseria, pero deseamos que sea otro el que ayude. Hemos caído en una moral selectiva", ante lo que pidió imitar la respuesta de José, la de no desfallecer.

En el segundo capítulo de su relato el pregonero desprovee de belleza y romanticismo la idea del establo, un lugar maloliente y frío, lleno de orines y estiércol que el esposo de María intentó limpiar. "Jesús nació entre bestias en la más absoluta de las miserias", comenta como muestra de que "Dios nos da una lección de humildad": "El Rey de Reyes naciendo en un establo como el más pobre de los pobres", "no viene para ser servido sino para servir", "Él preferirá siempre la compañía de los que nada tienen, los leprosos y apestados, parias, enfermos, pecadores, prostitutas… de la gente de la que nadie se preocupa", son algunas de las reflexiones.

Juan José Castiñeiras retrata un mundo actual alejado de esa forma de actuar, en el que "Dios nos regala la libertad y la utilizamos precisamente para intentar arrebatársela a los demás", con las guerras "el mal endémico del hombre", de las que nadie se preocupa, "tan hipócritas que solo nos interesamos por las que pueden afectarnos económicamente en nuestra vieja Europa". Menciona "la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza", la invasión rusa de Ucrania o conflictos armados a gran escala en Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.

La Navidad, considera, nos da una nueva oportunidad, a pesar de las veces en que se deja para otro momento la tarea, de las quejas por la falta de tiempo para actuar y enmendarse. "La Navidad es capaz de devolver a la humanidad los valores que se pierden en los anales de la historia. Esto es aplicable a nosotros. Preparemos nuestros corazones, busquemos, limpiemos nuestra alma y reposemos nuestros sentimientos. Para, respira, piensa, aclara, busca, encuentra, medita, incluso reza… no tengas miedo a equivocarte, pero prepárate para recordar, para recibir la maravillosa oportunidad de albergarlo en tu corazón. Prepárate y pídele que sea tu guía, tu faro, que sea tu luz… Yo lo llamo Jesús, tú decides cómo quieres llamarlo", anima.

El tercer capítulo de Las lágrimas de José cuenta el nacimiento de Jesús, "la luz del mundo. El bebé, el niño, el salvador, el redentor, el libertador, el mesías... había nacido"; como José lo lavó y le hizo una cuña; cómo el ángel anunció a los pastores su llegada y estos se acercaron al establo a adorarlo.

El pregonero rememora qué era para el Navidad. Lejos de la idea de que era una época triste, significaba "tiempo de reunión, de cantos, de risas al ver a tu familia; de juntarme con mis tíos, primos, vecinos, amigos y allegados. Era el tiempo de comer en casa de la abuela". Era, prosigue, "risas, algarabía, chistes, e instrumentos raros que solo utilizaban en diciembre: zambombas, el triángulo, la caja, la matraca y la guitarra".

Castiñeiras recuerda la casa de su abuela, que "era como un antiguo seiscientos". "La casa de mi abuela no parecía una casa. Siempre con el portón abierto porque siempre cabía uno más... bueno siempre que trajera una silla…", cuenta con una sonrisa. Sin embargo, llega la tristeza de la que hablaba antes: cuando las sillas ya no hacían falta, cuando los villancicos dejaron de sonar, cuando ya no adornaban la vivienda. "Ha pasado tiempo desde eso. Al principio, las fechas me fueron entristeciendo, y este año puede parecer que aún más, pero he aprendido a recordar a los demás desde el amor, desde el cariño", desvela.

Su mensaje, de nuevo vinculado al tiempo, es que "disfrutemos de cada momento, de cada segundo que nos regala esta vida. Esta misma que a veces nos ahoga y nos destroza en un minuto el alma, pero que a la vez es única e insustituible". La Navidad es, insiste "tiempo de nuevas oportunidades", "de objetivos por cumplir; de brindar, reír, llorar, redescubrir, perdonar, invitar, desear". "Es el tiempo de esperanza, de la verdad, del reencuentro. Es el tiempo. El tiempo por antonomasia. Es tu tiempo...", cierra su discurso, antes de culminar con una oración para dar las gracias y un final: "Que es tiempo de recordar, que es tiempo de amistad,/ que se acabó la espera,/ que llegó, llegó.../ ... llegó Navidad./ ¡Felices Fiestas y Feliz Navidad!".

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