Música de fondo, pasarela y... terrazas llenas
La Noche Blanca revive el centro y se consolida con el apoyo de la Asociación de Comerciantes
Hay propuestas que encajan como un guante en las maneras de La Isla. Y, por regla general, todo aquello que tenga por escenario la calle -el centro- suele contar con una buena acogida. Si, además, la cita llega en pleno verano para ambientar unas noches de agosto que andan algo huérfanas de ocio por aquello de la crisis y los recortes, el resultado llega servido en bandeja. La cuarta Noche Blanca organizada por el área de Cultura -que, en esta ocasión, contó con un aliado perfecto: la Asociación de Comerciantes de San Fernando (Acosafe)- consiguió que en el centro se diera cita una notoria cantidad de isleños, fieles a la costumbre de aprovechar la caída del sol, la fresquita, para pasear por la calle y vivir el verano.
La presencia de público paseando por Real, Rosario y San Rafael fue notoria a primeras horas de la velada. Es cierto que las actuaciones musicales programadas en seis espacios diferentes -Alameda, Zaporito, plaza del Rey, plaza de la Iglesia, Las Cortes...- no fueron sino un reclama, un telón de fondo para una noche que, sin embargo, consiguió llenar bares y terrazas y que el comercio local aprovechó para lanzar a los isleños un prometedor guiño que les dejó entrever a lo que aspira con el Centro Comercial Abierto.
La escena fashion que dejaron los desfiles de moda organizados en la calle Rosario y San Rafael por los establecimientos Amaranta y Benito Martín y los aplausos que conquistaron los bailarines del grupo Dance to feel reportaron uno de los momentos más atractivos de una noche en la que algunas tiendas -no todas- abrieron sus puertas hasta la medianoche. Una velada, además, que el Centro Comercial Abierto aprovechó para promocionarse en una auténtica puesta de largo que arropó las propuestas de Cultura.
La Noche Blanca, que ya es un clásico de la temporada estival, arrancó con el concierto de la Banda Sinfónica Municipal frente al Centro de Congresos para repartise luego en distingos escenarios, en función de los gustos de cada cual. A saber, flamenco en la plaza del Rey, hip hop en la Alameda, cantautores en el Zaporito, folk en la plaza de la Iglesia, nostálgicos en Las Cortes... La gente, por regla general, se dedicó a lo que suele hacer siempre. A pasear por el centro y picotear allí donde le llevaba la curiosidad, ya fuera el Museo -que, de hecho, atrajo a bastante público en torno a los Enamorados- o parándose unos minutos para ver algún espectáculo mientras que la hostelería, con autorización para prolongar su horario, aprovechaba el tirón. Es, en definitiva, el propósito de la Noche Blanca. Un objetivo cumplido.
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