El Patrón recorre la ciudad a pesar de todo
procesión de alabanza y gloria
La lluvia retrasa hora y media la procesión del titular de la hermandad de San José tras impedir a las siete de la tarde su primer intento de salir a la calle
San fernando/Con hora y media de retraso sobre el horario previsto salió finalmente el Patrón de la ciudad en procesión después de que en su primer intento, justo en el momento en que iba a traspasar las puertas de la Iglesia Mayor para iniciar su camino por las calles del centro, la fina lluvia que había comenzado a caer unos minutos antes se hiciera más intensa. Dentro del templo se refugiaban los miembros del cortejo, hermanos de la Esclavitud y algunos ciudadanos que aguardaron para saber la decisión que tomaban los responsables.
Los isleños esperaban en la Plaza de la Iglesia y sus inmediaciones la salida del paso de San José Obrero, con motivo de su festividad, desde un rato antes de las siete de la tarde, la hora prevista para el comienzo de la procesión. Sin embargo, las primeras gotas cayeron cuando el cortejo -en el que estaban miembros de la Corporación Municipal y los hermanos de la entidad, muchos de ellos jóvenes- ya había comenzado a recorrer los primeros metros de la calle. Apenas era un aviso, que sin embargo se intensificó en el momento en que el paso que cargaba una cuadrilla de hermanos bajo las órdenes de Juan Carlos Peña Cerezo y su equipo de auxiliares estaba a punto de salir. Antes el pregonero de las Glorias de este año, José Luis Cordero Baro, fue el encargado de abrir las puertas del templo.
La lluvia frenó el inicio de la procesión de alabanza y gloria y todo el cortejo fue llamado a regresar al interior de la Iglesia Mayor, de la que no se cerró el portón aunque sí la cancela exterior. Dentro, durante los primeros instantes de incertidumbre, el paso viró para acercarse al Nazareno, e iniciar unos rezos y palabras hacia el Regidor Perpetuo. Después de eso, se pidió a los integrantes del cortejo (hermanos, acólitos, monaguillos y servidores, representantes de entidades y de la Corporación Municipal) que volvieran a formar en la nave central. Mientras, en el exterior, los ciudadanos preguntaban si finalmente verían a San José, cuya figura apenas habían vislumbrado.
Con la esperanza y las previsiones de que la nube que se había instalado sobre el cielo de La Isla se fuera desplazando a medida que avanzaba más la tarde, la hermandad aguardó pacientemente y tuvo su recompensa: la lluvia no volvió a aparecer y la nube dejó al descubierto un cielo celeste, por lo que pasadas las ocho y cuarto de la tarde se anunciaba que la salida procesional seguía adelante.
Así fue, y el paso, acompañado por la Asociación Filarmónica Cultural Santa María de las Nieves de Olivares (Sevilla), comenzó su itinerario desde la Plaza de la Iglesia, pasando por Real, Isaac Peral, General Valdés, Losada y vuelta a Real. Desde allí tomaría la calle San José (adornada para la ocasión) para bajar a la plaza y realizar la estación menor ante el Santísimo en la Capilla de los Desamparados. El retraso en la salida hizo que este compromiso se llevara a cabo con más de una hora de retraso sobre el horario previsto. Muchas personas abrían paso en ese camino (en el que se lanzó pétalos desde las azoteas) hacia la capilla para no dejar solo al Patrón de San Fernando. Podían admirar entonces algunos de los estrenos, como los cuatro candelabros de guardabrisas que es obra del tallista Antonio Ibáñez Vallés. La hermandad había mostrado su gratitud a los hermanos que han donado los tinteros de metal para las tulipas. Además, aunque la cruz alzada de las misericordias fue estrenada el año pasado, ahora se podía ver la última fase con la ráfaga, cantoneras, medallones y potencias del Santísimo y la culminación del asta, obra del orfebre Miguel Ángel Cuadros. Varios hermanos han donado la restauración del Ángel Portador del bastón del mando del Colegio Oficial de Graduados Sociales de Cádiz, de la que se han encargado Pilar Morillo y Álvaro Domínguez. Finalmente, también se estrenaba la manguilla para la cruz alzada bordada en oro sobre tisú dorado realizada por el hermano Rafael Rueda a partir de antiguos bordados donados a la Esclavitud.
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