Preservar La Isla que no se ve
El catálogo de elementos protegidos del nuevo planeamiento, aprobado de forma provisional, aplica diferentes niveles de protección a los yacimientos arqueológicos
Debajo de La Isla que conocemos, que pisamos, hay una ciudad sepultada. Una ciudad sumergida. Bajo las capas del presente dibujado se esconde un patrimonio que también pertenece a la ciudad y que de vez en cuando aflora, como un milagro, en algún punto del mapa local. Estos pequeños regalos de la historia -que en San Fernando es prolífica- también merecen una protección, un cuidado, una reglamentación. El catálogo de elementos protegidos del que será el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) los recoge. Así, a los 61 yacimientos arqueológicos locales -tal como se incluye en la carta arqueológica isleña- le dedica todo un capítulo de este apartado.
Este catálogo ordena los yacimientos en cinco zonas de distribución geográfica, en función de su mayor o menor presencia. De esta manera, la zona uno determina en el área central y sur la mayor parte de los mismos, aproximadamente un 80 por ciento, pertenecientes a diferentes épocas, que oscilan desde la prehistoria, hasta la época púnica, romana y medieval. Fue el punto de desarrollo de los asentamientos de la antigüedad y en él había una gran densidad de población, tanto en el área central como en los bordes litorales. Por su parte, la zona dos, constituye la expansión de la población hacia el noroeste. También se incluyen en este apartado elementos ubicados en el suroeste como los molinos del Río Arillo y San José.
El área tres es una de las más destacadas, porque está dedicada a las zonas subacuáticas e inundables del término municipal en las que se han descubierto hallazgos. Su ubicación principal es la zona sur y comprende el yacimiento de la playa del Castillo, el Castillo de Sancti Petri y su entorno subacuático. También se contempla en este punto el curso occidental del caño de Sancti Petri. El área cuatro queda recogida en el plan especial del casco histórico y la zona cinco aglutina las restantes zonas de la ciudad, exentas de protección arqueológica.
Pero cada una de estas áreas recoge también una serie de yacimientos, cuyos niveles de protección oscilan en función del valor del mismo. De esta manera, existe un reducido grupo que comprende una protección integral, lo cual quiere decir que deberán ser conservados de manera íntegra para el estudio científico y disfrute cultural. Éstas áreas no deberán quedar afectadas en ningún caso por obra alguna o modificación del tipo de suelo. Siete son las que por el momento recoge el catálogo del PGOU: Batería Alta, Campo del Gayro, Castillo de Sancti Petri, Castillo de San Romualdo, Hornos Púnicos de Torre Alta, Pozo Alcudia y el Puente Zuazo con sus fortificaciones anejas.
En el nivel dos, por su parte, los yacimientos recogidos tienen la recomendación de ser integrados en la trama urbana, pero no la obligación. Se trata de parcelas en las que se presupone la existencia de elementos arqueológicos emergentes o enterrados con un valor histórico destacable. En este apartado debe tenerse en consideración la valoración de la comisión provincial de Patrimonio para su integración o no en el entorno. Ejemplos son la zona de La Almadraba, los hornos altos del Cerro de Los Mártires, Río Arillo o el sector III de Camposoto.
En el nivel tres deja de considerarse la integración para valorarse la conservación. Sobre estas áreas hay datos científicos que prueban el valor, aunque los restos descubiertos puedan conservarse integral o parcialmente bajo cimentación. Casos en este apartado son la Punta del Boquerón, el convento del Carmen o el Campo de Hockey sobre el que precisamente se ha aplicado este procedimiento. El nivel cuatro, para terminar, aloja todos los elementos no albergados en los apartados anteriores y que requieren de documentación.
También te puede interesar