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Soldados 'made in' Camposoto

San Fernando | La misión del CEFOT-2

El Centro de Formación de Tropa número dos (CEFOT-2) forma actualmente al ciclo más numeroso que ha recibido: casi un millar de alumnos que aprenden a ser soldados

Soldados 'made in' Camposoto / Román Ríos
Arturo Rivera Barrera

15 de diciembre 2019 - 06:00

San Fernando/Bastan 18 semanas para convertirse en un buen soldado. Unas 520 horas repartidas entre la formación teórica y la instrucción práctica. Es el tiempo que tienen en el acuartelamiento de Camposoto, en San Fernando, para hacer de esos jóvenes que llegan de la vida civil auténticos profesionales de las Fuerzas Armadas, que posteriormente se repartirán por las distintas unidades y regimientos que el Ejército de Tierra tiene por toda España.

El Centro de Formación de Tropa número dos (CEFOT-2) es la forja de estos futuros soldados desde hace ya varias décadas, una misión que comparte con unas instalaciones homólogas que radican en Cáceres. Ese papel que tiene encomendado lo convierte en una escuela de lo más especial, que además tiene la virtud de enlazar con esa tradicion castrense de una ciudad estrechamente vinculada a los militares y en la que antaño convivían además varios centros de formación de las Fuerzas Armadas.

Aquí, en La Isla, estos jóvenes que vienen de todas partes de España y cuya aspiración es llegar a ser soldados se forman y ejercitan, aprenden a desfilar y a disparar, se preparan físicamente, se instruyen en el manejo del equipo, les enseñan a moverse en un hipotético campo de combate, a sortear obstáculos en silencio durante la noche o arrastrándose bajo una alambrada, estudian la teoría de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, la Constitución o el régimen interior de las unidades e instalaciones del Ejército...

Pero sobre todo aquí, en Camposoto, aprenden qué es la vida militar, qué significa en definitiva ser un soldado y vestir el uniforme. Hay valores, disciplina, responsabilidad, compañerismo, una moral... Rasgos que distinguen a un militar, que serán claves a la hora de prestar servicio en una unidad o cuando participen en una misión, y que hay que inculcar a fuego a lo largo de estas semanas que, en cierto modo, cambian para siempre sus vidas. Eso, a pesar de que la formación de los futuros soldados ha cambiado mucho y nada tiene que ver con lo que se hacía hace décadas, es algo que permanece intacto. Y es, en el fondo, el objetivo que se persigue con estas intensas semanas de instrucción.

Uno de los jóvenes aspirantes se desliza bajo una alambrada arrastrando el equipo con el pie. / Román Ríos

No todos los que cruzan las puertas del acuartelamiento de Camposoto lo consiguen. Hay quienes renuncian, a menudo en los primeros días, casi siempre porque cuando llegan descubren que esto no es lo que esperaban encontrar en el Ejército y optan por marcharse.

Si lo hacen durante las dos primeras semanas de formación, que son las de adaptación, la plaza ni siquiera se llega a perder ya que puede ser ocupada por otro aspirante que en el proceso de selección previo se haya quedado a las puertas.

Los mandos del CEFOT-2 coinciden: el periodo de formación es duro y exigente –debe ser así para curtir a los futuros soldados y prepararlos para sus futuros destinos en las unidades del Ejército en las que prestarán servicio– pero la inmensa mayoría de los alumnos pone de su parte y consigue superarlo y salir airoso. Por supuesto, con estudio y esfuerzo, porque eso forma también parte del adiestramiento militar que se imparte en este centro de formación.

En total, tras las últimas bajas, se forman en Camposoto un total de 973 alumnos que jurarán bandera en febrero

"Si tiene vocación no tendrá problemas"; apunta el coronel Francisco Jesús Diéguez Oliva, director del centro desde el pasado mes de abril. El que quiere ser soldado, lo consigue.

Desde luego, moldear a estos futuros profesionales de las Fuerzas Armadas no una tarea fácil pero en Camposoto saben bien lo que se traen entre manos. Llevan décadas formando al personal, desde los tiempos del antiguo CIR-16 que se creó allá por 1964. Varias han sido las denominaciones que ha tenido el acuartelamiento de Camposoto en este sentido hasta convertirse en el CEFOT-2 en el año 2010 pero la tradición de instruir y formar a los soldados –y antes, en la época de la mili, a los reclutas– viene de largo.

Miles de aspirantes a militares profesionales han pasado por estas instalaciones de San Fernando que hoy, curiosamente, están más activas que nunca y en las que también se forman durante el año a los reservistas voluntarios.

A mediados de noviembre, el CEFOT-2 recibió a los alumnos del segundo ciclo de 2019, que además ha resultado ser el más numeroso de su historia: entraron 982 jóvenes, de los cuales 113 eran mujeres. Ahora, con las últimas bajas, son 974.

Acaban de terminar la quinta semana del periodo de formación general básica, que culminará en febrero con la jura de bandera. Posteriormente, y hasta que salgan de Camposoto para incorporarse a sus futuros destinos, participarán en un periodo de formación específica en función de la especialidad escogida: paracaidistas, artilleros, transmisiones, infantería...

La instrucción –explica el capitán Juan Gómez Peña, jefe accidental del batallón de alumnos Isla de León– es gradual. Se empieza con dos semanas de orientación y adaptación a la vida militar de manera que poco a poco los jóvenes se van haciendo a la rutina y van entrando en materia y avanzando en una formación militar básica y común para todos los futuros soldados.

Durante la instrucción realizarán cinco marchas cargando con el equipo, la más larga será de 25 kilómetros

Hay clases teóricas y exámenes, por supuesto. Estudian la Constitución para profundizar en sus principios y valores, las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, la organización de Defensa y el Ejército, el régimen disciplinario, la teoría correspondiente al manejo de armas, munición, equipos... Y también, claro, la práctica: la formación física y militar que va desde nociones básicas de orientación y topografía a la instrucción de orden cerrado y de combate, a aprender a moverse sobre el terreno con la mochila y el fusil y, por supuesto, a disparar y a manejar con seguridad un fusil. Para ello, antes de salir al campo de tiro, se adiestran en una galería interior de tiro con fusiles de aire comprimido. "Así se familiarizan con el arma antes de hacer prácticas de tiro real", apunta el capitán Gómez Peña. Las maniobras –que se hacen fuera de Camposoto, en Ronda,Córdoba o incluso en el Retín– son una de las pruebas de fuego que los aspirantes deben superar.

Durante este periodo de formación se contemplan cinco marchas cargando con un equipo que puede llegar a los 25 kilos.Son progresivas: de 8, 12 y 20 kilómetros en el periodo de formación básica y de 15 y 25 kilómetros en la fase de formación específica. También, claro, aumenta la presión a medida que avanza su formación.

Al alumno cada vez se le exige más a medida que se va haciendo a la vida militar. Endurecerlos es parte del aprendizaje. Así se mejora la condición física pero además el aspirante aprende a superarse a sí mismo y aprende –dice el coronel Diéguez Oliva– a adaptarse con más facilidad a los rigores que pueda encontrarse en su futuro servicio. Es también lo que se demanda desde las unidades en la que prestarán servicio dentro de unos meses.

El millar de aspirantes que actualmente se forma en el CEFOT de Camposoto se reparte en cuatro compañías diferentes –a su vez dividas en secciones– en las que estos jóvenes conviven durante las semanas que duran su formación. Duermen en el mismo edificio, comparten los baños, estudian juntos, harán las maniobras juntos... Eso también forma parte de la formación militar. Ya muchos –admiten sus profesores y mandos– es lo que más les cuesta, especialmente al principio.

Convivirán en régimen de internado hasta que termine su formación específica. Aunque el CEFOT no deja de ser una escuela, con sus horarios, sus clases, su tiempo de descanso y de estudio y sus vacaciones. Eso sí, una escuela donde lo que se enseña es a ser soldados, buenos soldados.

Un acuartelamiento con unas 1.500 personas

El acuartelamiento de Camposoto, en San Fernando, ha sido desde tiempos históricos objeto de controversia y debate político a causa de su proximidad a la playa y de los anhelos turísticos del municipio, que en no pocas ocasiones han llevado a plantear la desafectación de estos terrenos. No deja de ser un tema complicado para los propios isleños, que se debaten entre esos prometedores proyectos de futuro que hablan de hoteles y campos de golf –especialmente cuando tocan elecciones–y las heridas que ha dejado abierta la desaparición de no pocas instalaciones militares en las últimas décadas a causa de la supresión del servicio militar obligatorio y de la reorganización y modernización de las Fuerzas Armadas. Perder una unidad siempre ha sido un duro golpe económico para La Isla. Y, si hablamos de cifras, en el acuartelamiento de Camposoto hay actualmente unas 1.500 personas, con todo lo que eso supone. Se incluyen a los alumnos que se forman en el CEFOT, al propio personal de este Centro de Formación -unas 125 personas– y a la dotación del RACTA, el Regimiento de Artillería.

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