Joaquín Benítez
Luces y sombras en navidad
Para los arqueólogos fue una sorpresa mayúscula. Aunque las obras del tren-tranvía que se han llevado a cabo a lo largo y ancho de toda la calle Real han sido bastante ricas en hallazgos, nadie se esperaba que en pleno centro de San Fernando, a tan sólo unos metros del castillo de San Romualdo, pudieran encontrarse restos de unas termas romanas construidas en torno al siglo I d.C.
Su tremenda importancia se reafirma en las conclusiones del informe que el equipo de expertos responsable del control arqueológico de las obras del tranvía acaba de entregar a la Consejería de Fomento, una vez que la actuación de la calle Real ha terminado.
El documento destaca lo insólito de este hallazgo que, sin embargo, pasó bastante desapercibido en su momento. En La Isla, muy pocos son los que saben que bajo la calle Real, por donde a diario pasean, se ocultan los restos de unas termas de época romana que fueron descubiertos durante la ejecución de los trabajos para el trazado del tren-tranvía.
Salvo para el equipo de profesionales responsables de esta intervención, la existencia de las termas -prácticamente- pasó inadvertida. Fue una actuación rápida que además ocultaron otros hallazgos cercanos muy recientes en el tiempo, como los restos del alcantarillado que aparecieron en el entorno de Capitanía. O los cañones de la Guerra de la Independencia que salieron a la luz junto al Puente Zuazo, un singular descubrimiento que acaparó en su día la atención mediática.
Las termas de la calle Real, junto al horno hallado junto al Patio Cambiazo, son sin embargo los hallazgos más interesantes de todos los que han deparado las obras del tranvía.
Y, sin duda, uno de los ejemplos más relevantes de los tesoros que oculta la céntrica calle Real, algo que las obras del tranvía han dejado bien claro al dar con hallazgos de todo tipo a lo largo y ancho de esta céntrica vía.
En un primer momento se pensó que las termas pudieran ser un horno de planta cuadrada -un tipo de hallazgo arqueológico mucho más frecuente en La Isla- pero la hipótesis pronto fue descartada al confirmarse que se trataba de una sala hipocáustica -la cámara subterránea que propiciaba la calefacción a los baños- perteneciente a unas termas romanas cuyos restos se encuentran bajo la actual calle Real, a poco más de nueve metros del actual monumento de la plaza Font de Mora (junto al antiguo edificio de la Cruz Roja, hoy abandonado, y frente al castillo de San Romulado en rehabilitación).
El hallazgo, para el equipo de arqueólogos coordinado por María Luisa Lavado que se ha hecho cargo del control de las obras del tranvía en el tramo de San Fernando, demuestra la existencia de una asentamiento romano consolidado en esta fecha y localizado en las inmediaciones del puente Zuazo.
Otros descubrimientos posteriores -también bastante significativos- redundan en esta idea. Especialmente, los restos de la calzada romana que se han encontrado entre la Venta de Vargas y el puente Zuazo, probablemente parte de la vía romana que unía La Isla con la antigua Gades.
Ambos hallazgos se relacionan en el voluminoso informe que, una vez acabadas las obras del tranvía en la calle Real -los trabajos se centran ahora en el nudo de La Ardila-, el equipo arqueológico ha entregado a la Consejería de Fomento, un documento en el que se detallan los numerosos descubrimientos que ha deparado una intervención tan radical, que ha abierto de cabo a rabo la arteria principal de la ciudad. Casi seis kilómetros de longitud estudiados que, como advierte la responsable del control arqueológico, María Luisa Lavado, "han puesto de manifiesto la coincidencia como núcleo poblacional de lo que es la actual ciudad al menos desde el siglo V a.C.".
Hoy, gracias a las conclusiones de este informe se sabe que la calle Real oculta muchos más tesoros de lo que se creía. Entre ellos, estas termas romanas próximas a la plaza Font de Mora. O los hornos del Patio Cambiazo.
Lo primero que se localizó, en el caso de las termas, fue un muro perpendicular a la calle Real y paralelo a otro que presentaba una fábrica y tipología distinta hasta lo que ahora se había visto entre los restos hallados durante las obras. Eso llamó la atención. Estaban a apenas un metro bajo la superficie actual de la vía, que los operarios habían abierto para ejecutar las canalizaciones de las redes de servicio.
Formado por sillarejos unidos por mortero de cal, los muros casi medían dos metros de longitud y tenían una anchura de medio metro. Entre ambos había una especie de pavimento de tierra compactada mal conservado. Al excavar, a casi metro y medio de la rasante de la calle, se vio que parte de ese pavimento estaba formado por una serie de ladrillos pegados entre sí ,que formaban parte de una estructura cuadrada compuesta por cuatro filas de columnas de ladrillos enmarcadas en una especie de muro de piedra ostionera.
El conjunto estaba roto por los lados menores. En uno, por un prisma de telefónica; y en otro, por el alcantarillado antiguo de hormigón. Aún así la excavación permitió comprobar cómo el muro de cerramiento incluía una especie de vano que permitía acceder a otra estancia. Fue entonces, una vez delimitado todo el espacio, cuando se confirmó que se trataba de la sala hipocáustica de unas termas romanas, el sistema de calefacción del suelo inventado por los ingenieros romanos que fue utilizado a lo largo y ancho del Imperio. Básicamente, el aire caliente procedente de un horno exterior se llevaba hasta las termas a través de canalizaciones existentes bajo el suelo. Los vestigios de esa sala son los que han salido a la luz con las obras del tranvía.
El hallazgo abarca unos 4,60 metros. No se ha podido determinar en la intervención cuáles eran sus dimensiones reales al estar seccionado el conjunto por ambas partes.
Además, los restos se encontraban muy arrasados. Sólo se conservaba el arranque del alzado del cierre perimetral y de los elementos constructivos hallados en el interior.
La investigación llevada a cabo ha permitido concretar la existencia del balneum -los baños- en el que los muros se insertan en el contorno de una fosa realizada sobre las arcillas del terreno. En el espacio interno, se encuentra una serie de pilares realizados a través de la superposición de ladrillos rectangulares. Están dispuestos de forma ordenada, con al menos cinco filas con cuatro columnas cada una. Las de los extremos están adosadas a la cara interna de los muros permitrales mientras que las otras guardan un disposición equidistante en el espacio interno.
Los restos cerámicos que se han encontrado abarcan un periodo cronológico situado entre mediados del siglo I d.C. y la época tardorromana. Pero, a la luz del material estudiado, el abandono de la zona podría alcanzar incluso el siglo VI d.C.
Los especialistas vinculan este nuevo hallazgo con la importancia arqueológica del castillo de San Romualdo y todo su entorno, en el que se han localizado las termas, que en anteriores intervenciones -con motivo de las obras del rehabilitación de la fortaleza- se ha puesto de manifiesto.
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