La Corredera
Las lágrimas...
San fernando/El lunes tuvo la virtud de poner las cosas en su sitio. La Cuaresma, con un pie -el izquierdo, por supuesto- bien metido ya en La Isla. El vía crucis de las hermandades, dentro de la Iglesia Mayor, como debe ser. Y Vera Cruz... Vera Cruz volviendo a salir de su capilla de la calle Patrona y regalando esa imagen que tanto se ha añorado, que todos deseaban ver y que por un tiempo se pensara inalcanzable.
Todo llega. Eso los cofrades, que viven en la espera, lo saben bien. Y la particular Cuaresma de ocho años y medio que en este sentido ha vivido la cofradía de la Vera Cruz tocó a su fin hace escasas semanas, cuando regresó a su templo de siempre -ese en torno al que creció este barrio indispensable de La Isla- tras pasar su particular tiempo de penitencia en el desierto. Aunque ese reeencuentro de la hermandad con su capilla y con el barrio del Cristo Viejo no terminó de completarse en realidad hasta ayer, hasta este primer lunes de la Cuaresma que puso de nuevo a contar las manecillas del reloj en la dirección del Domingo de Ramos. Hacía falta esa imagen -la de la Vera Cruz saliendo por las puertas de la histórica capilla- para que la vuelta pudiera sustanciarse, para que pudiera ser palpable. Por eso el bofetón a incienso que llegó desde la silente plaza del Cristo Viejo a las seis y media de la tarde fue doblemente emotivo: porque anunciaba el comienzo de una nueva Cuaresma y porque confirmaba por fin ese regreso que tiene el sabor del Miércoles Santo más señero. Cada cosa en su sitio.
La hermandad fue consciente de eso, de que el vía crucis del Consejo -al estar presidido por la señera imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y al iniciar su recorrido desde la remozada capilla de Patrona- tenía inevitablemente ayer otra significación, otro trasfondo añadido, otro nivel de lectura más allá de ser el solemne acto penitencial con el que las cofradías isleñas ponen rumbo a la Semana Santa. Y se esmeró en los detalles hasta alcanzar esa perfección a la que aspiran las priostías en sus manifestaciones de culto externo. No es que en La Isla no se hayan visto vía crucis bien trabajados, claro. De hecho, en los últimos años ha sido una pauta común en todas y cada una de las cofradías a las que le ha tocado presidir la gran convocatoria cuaresmal, que conste. Pero ayer se notaban las ganas que había en cada uno de los muchos detalles que brindó Vera Cruz en esta salida: el muñidor que abrió el cortejo, el recuerdo en el cortejo a los hermanos difuntos, a los fundadores de la hermandad, la escena de recogimiento que deparó la entrada del crucificado en la Iglesia Mayor en penumbra mientras cantaba la coral Logar de la Puente.... Y, por supuesto, ese protagonismo que se quiso dar también a la reliquia del Lignum Crucis que venera la cofradía, que fue portada en una pequeña parihuela a modo de cruz de guía y que se utilizó además para marcar las estaciones del vía crucis. Aunque sin duda fue esa estampa que ofreció e l Cristo de la Vera Cruz erguido sobre la parihuela que había cedido para la ocasión la parroquia sevillana de San Ildefonso la que brindó la gran imagen de la Cuaresma de 2017 en ese lunes que estaba destinado a poner las cosas en su sitio.
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