Vivir aquí por 100 euros
casa micolta Diez años del comienzo de su rehabilitación
La casa Micolta es uno de los principales valores de Esisa y cuenta con 17 viviendas que se destinan a las rentas más bajas en un alquiler de uno a cinco años de duración
En el número 185 de la calle Real, frente al colegio de la Compañía de María y a media distancia entre las iglesias del Carmen y San Francisco, con un aire de casa burguesa de fachada en estilo barroco tardío, se alza uno de los edificios más representativos de la principal arteria de la ciudad, la popular casa Micolta. Aunque conocida por este nombre de forma coloquial por los cañaíllas, las investigaciones del historiador Fernando Mósig Pérez durante los últimos años desvelan que nunca perteneció a dicha familia sino que por el contrario fue residencia de los asidonenses García de Ávila, denominación con la que debería hacerse referencia. Además, tampoco el inmueble albergó alguna vez, y tal como se asegura en muchas ocasiones, la sede de la Capitanía General, avalada esta afirmación por las investigaciones del propio historiador isleño. Discusión histórica y nominal a un lado, este edificio es en la actualidad, y tas una obra ardua de rehabilitación comenzada hace diez años, uno de los valores más importantes con los que cuenta Esisa -la empresa local del suelo- y que se destina a las personas de menor renta que por alguna razón acuden a este organismo a pedir una vivienda.
Con vistas a a una de las zonas más transitadas de la calle Real, las familias que aquí viven hacen uso de un edificio que recuerda a las grandes casas palaciegas de la ciudad, desde el escudo de su fachada hasta la amplia escalera que da acceso desde la planta baja a las otras dos que completan el edificio y la azotea. Todo un lujo por un precio de saldo, menos de 200 euros mensuales.
Nada más entrar por el dintel del edificio, y en la misma planta baja junto al espacio dedicado a la sección de informática del Ayuntamiento, se encuentra la casa de Francisco Morano Villegas. Él y su mujer, junto a una pequeña perrita, conviven en esta parte del edificio con un amplio balcón desde hace un año cuando llegaron a la casa Micolta. Aunque ya llevaba dos años solicitando a Esisa una vivienda, no fue hasta hace un año cuando le proporcionaron una que, según nos comenta, "era muy cara, y me sentí engañado ya que no me la enseñaron previamente". Y añade: "Cuando llegué para vivir allí no tenía ni cerradura y todo se encontraba en muy malas condiciones, por eso le recriminé al propio alcalde y al gerente de Esisa, a los que reclamé que me reubicaran en otra. Y me ofrecieron ésta".
Francisco se decidió, tras ver el edificio y las condiciones que se le planteaban, por una de las casas de la planta baja al estar su mujer operada recientemente y no poder hacer uso de las escaleras para acceder al resto del edificio.
En la actualidad Francisco paga unos 150 euros incluyendo la comunidad, en un piso que cuenta con un dormitorio, un salón -en el que nos dice pasa la mayoría del tiempo- y una pequeña saa.
Subiendo por la escalera central y en el segundo piso con unas vistas inmejorables de la ciudad desde su balcón, José Mateos Rodríguez comenta que lleva viviendo en el edificio desde hace tres años, justo el tiempo que ha transcurrido desde que le expropiaron su casa en la calle San Onofre para la construcción de un acceso a la Ronda del Estero.
Su casa cuenta con dos dormitorios y en la actualidad paga 187 euros mesuales en total por la vivienda en la que vive con su mujer. De la situación del edificio destaca las vistas que puede observar de la calle Real, la tranquilidad del edificio y "lo relajado que vivo aquí, es una situación difícil de superar".
Durante el verano José ha recibido la visita de uno de sus hijos, que vive en Córdoba, el cual reconoce que "las condiciones en las que están aquí son muy buenas, la verdad que es envidiable. Fue una buena solución la que se le pudo dar tras el desahucio".
El único fallo que pueden ver los que allí viven es la forma en la que se adjudica la vivienda y el tiempo, puesto que las casas se ofrecen en un contarto de un año ampliable hasta cinco, lo que para ellos "no es un periodo de tiempo lógico, ya que cuando más asentado puedes estar en tu casa tienes que irte y no da tiempo a poder asentarte con la familia, algo que creemos debe ser comprendido por la sociedad".
Subiendo a la última de las plantas, la azotea, la majestuosidad del edificio se superpone al resto de edificaciones colindantes. Las almenas, que sufren el mayor deterioro de los elementos que lo configuran, son el mejor de los remates posibles a una casa que sigue, aún con su nueva fisonomía interna, conservando parte del legado que le dejaron los siglos pasados.
Son éstas, las historias de José y Francisco, dos de las diecisiete que alberga esta casa palaciega, una construcción que hace diez años vivió como comenzaba, tras su adjudicación, unas obras para convertirla en viviendas para los isleños con menos recursos.
Después de una década, el proyecto de la Empresa Pública de Suelo sigue vivo, luchando por dar una opción de vivienda digna para aquéllos que más lo necesitan y, en este caso, en unas condiciones realmente inmejorables en pleno centro de la ciudad.
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