Zahara y su concierto perturbador en el Bahía Sound en San Fernando

San Fernando

La cantante ubetense se presenta ante el público con una propuesta sonora acorde al duro mensaje que lanzan las canciones de su último disco

Zahara, en un momento de su concierto en el Bahía Sound en San Fernando
Zahara, en un momento de su concierto en el Bahía Sound en San Fernando / D.C.

San Fernando/Zahara nunca deja indiferente. El peso emocional de sus canciones siempre ha conmovido a su público, identificado por lo que contaba, entusiasta de las melodías. En su último trabajo, Puta, la artista de Úbeda lanza una carga explosiva de verdad, pasado, dolor y experiencias traumáticas que remueve conciencias. En directo, como en el concierto de Bahía Sound en San Fernando, resulta todo más perturbador, más inquietante, casi en descomposición como la sociedad machista, acosadora, maltratadora que refleja, con ese sonido cargado, electrónico, saturado, constante con el que juega.

Sale Zahara a la batería y rompe con la música que momentos antes ha sonado, una grabación de ¡Pena, penita, pena!, y unos versos Cocinero, cocinero. La copla será principio y fin de la velada. Inaugura la noche con el primer tema del disco publicado en abril, que será el hilo conductor del concierto. Con Flotante el público ya sabe lo que le espera. La cantante reconoce que "te he querido como solo se quiere a un esclavo" para disculparse antes de sincerarse en el resto de temas y hablar de sus malas experiencias.

Sigue el concierto con Crash del disco Santa que calza muy bien con el sonido predominante en la cita de la artista con el público de San Fernando. La oscuridad de Canción de muerte y salvación llega, de bruces, pero los presentes saben que escuchan la verdad de Zahara, en una de las ocasiones en las que casi habla, más que canta. "Te habían quitado lo que era tuyo, lo que era puro. Ingenuo y lo que estaba perfecto. Lo convirtieron en un fruto podrido. Caído del árbol prohibido de los pecados. Dañado para siempre, dañado para siempre", dice y le acompañan ecos, un sonido sintetizado, de ráfagas, y el juego de luces para remarcar el mensaje, antes de derrochar voz y recibir el caluroso aplauso del público.

Enchampela, pasa a lo largo del concierto, canción con canción, y ese ritmo constante tampoco deja respirar, digerir las letras, demasiado viscerales. No sigue uno de los nuevos temas, pero tan bien escogido su significado, lo que cuenta encadena igual que la base musical con el espectáculo: porque Inmaculada Decepción apunta "Recibo la hostia en la boca. Aquella que no deja marca. Fuiste la culpa que todos me daban. La aparición deseada".

El fango, El deshielo suenan antes de Ramona, uno de momentos, con ese rapeo extraño por novedoso en Zahara, con la banda de Puta ya colocada, como algunos asistentes entre el público, que se han hecho con algunas de las piezas del merchandising, en el que vuelve la vulnerabilidad, la de sentirse juzgada. "Entiendo que sea divertido hablar de mí. Comentar si tengo muchos o pocos amigos. Imaginar cómo follo y con cuántos. Pensar en toda la mierda que tengo que aguantar. En cómo cambio si no estoy maquillada. Que a las ocho de la mañana con el moño parezco otra", recita.

Canta la artista Médula, y no es hasta después de hacerlo cuando toma la palabra por primera vez en la noche, más allá de un sucinto gracias previo. Sin mencionarla, "están siendo unos días muy raros", se refiere a la polémica de la retirada del cartel de su actuación en Toledo, que vive feliz y en el mejor sitio posible, "encima de un escenario".

Zahara reconoce el ejercicio de liberación que ha sido Puta, al dar forma a lo que escribe y escribe durante el confinamiento de las sufridas que había mantenido ocultas. "Necesitaba sacarlo y hacerlo público para sentirme bien. Porque la carga de mantener ese secreto y proteger a las personas que me habían hecho tanto daño era demasiado grande", explica. No tuvo miedo entonces, pero enfrentarse a todo eso no resulta fácil. "Esos días en que me quiero esconder debajo de la manta y no ver absolutamente a nadie, escucho o leo o me cuentan un relato de una niña de la que abusaron o a la que acosaron, a la que maltrataron, y entonces digo pues a lo mejor, aunque no quiera, tengo que seguir cantando esas mierdas, seguir subiéndome a este escenario, porque estoy muy cansada ya. Aunque tenga mucho miedo, soy ya demasiado vieja para estar callándome los abusos y los maltratos. Estoy cansada de que siempre callemos, de que siempre tengamos miedo. Así que se acabó", sentencia mientras el público aplaude y la jalea.

Sus palabras dan paso a Taylor, en el que confiesa que "el amor para mí no tiene sentido", justo antes de quedarse sola en el escenario, tomar la guitarra y cantar, de manera íntima, Negronis y martinis. Y cómo suena, el público guarda silencio hipnotizado por la voz dulce de la cantante. Baja el ritmo y lo mantiene suave con Tú y yo. Tras ella comienza la despedida al presentar a su equipo: Martín Perarnau IV, Manuel Cabezalí, Sergio, Pau, Iñaki, Gonzalo, Olga, Sara, Noelia, Manu, Fran y Carlos. Quedan todavía unas cuantas canciones y el público lo agradecerá.

La Gracia, Sansa, Joker, Merichane, Hoy la bestia come en casa, Berlín U5 y Dolores. Disfrutan como si fuera la última los asistentes. Entienden que ahí está la verdad de Zahara. Cuando habla de maltrato. Cuando ironiza con las protestas de los Cayetano. Cuando recupera los tintes políticos de "Miau, miau, miau. Suena en mi cabeza. Tus palabras están huecas" y los hace más evidente al cambiar la letra para introducir "Tu raya del pelo es perfecta. Lo aprendiste de Pablo Casado. Y eres el segundo plato. Una auténtico Ciudadanos". Se lo dedica a esas bestias, proclama, "que me llamaron puta con 12 años", "que niegan la violencia machista", "que quieren un pin parental", "que quieren censurar el arte", "que le llamaron maricón antes de matarlo", "que niegan la violencia homófoba", "que nos acosan", "que nos señalan", "que nos insultan", "que nos dan miedo", "que nos violan" y "que nos matan".

Merichane resume todo lo que expresa el disco: acoso escolar maltrato, abusos sexuales, bulimia o el machismo en la industria musical. Es otro punto álgido del concierto, por su desasosiego que se torna en liberación cuando llega Berlín U5 y toca bailar y saltar, soltarse; que se aplaca- tras unos segundos de silencio y de la voz grabada de su abuela Isabel cantando copla- con una Zahara que cambia del rojo al blanco, el del vestido hecho de manteles, servilletas y paños de las casas de sus abuelas, también Catalina. "Retales del pasado que cuando se juntaban creaban algo nuevo", una metáfora de la canción Dolores.

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