Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
Es viernes en el colegio Quintanilla. Y los viernes todos los niños -los niños de Infantil- saben que es un día especial. Muy especial. Hoy, la clase se ha transformado en el comedor de Hogwarts. Hay velas flotando en el techo, una puerta mágica que aparenta ser un muro de ladrillos, banderolas, una chimenea... Y, por supuesto, no faltan las imprescindibles escobas en una cuidada decoración tras la que hay -resulta evidente de un solo vistazo- horas y horas de trabajo. Harry Potter, el personaje literario infantil de J.K. Rowling llevado con éxito a la gran pantalla, ha dado el salto a las aulas de este centro isleño por obra y gracia de los padres y madres de estos alumnos, que compartirán esta jornada con ellos, contándoles cosas de este célebre mago de ficción y de sus aventuras, haciendo juntos actividades... Servirá para hablarles de los cuentos, un tema que llevan toda la semana trabajando en clase, con las fichas y con sus libros de texto. Pero también para que la comunidad educativa -profesor, alumnos y padres- vivan una experiencia única que tendrá un efecto positivo en el proceso educativo.
Aunque esta actividad del Quintanilla no sería nada fuera de lo habitual, de lo que se viene haciendo periódicamente en muchos otros centros educativos a los que de vez en cuanto acuden los padres para participar en algunas actividades complementarias, si no se hubiese convertido en una pauta, en una rutina de trabajo, una dinámica que se repite cada semana para complementar el trabajo de clase y que cada viernes transforma el aula en una verdadera puesta en escena que cada vez resulta más elaborada: a veces es un castillo medieval con dragones y caballeros, otras una apetitosa pastelería... ¡Y hasta se ha convertido en el escenario ideal para pasar un día de pesca con los niños!
De dónde vienen los bebés, por qué se nos caen los dientes, por qué ya no hay dinosaurios en la tierra... Son algunos de los temas que, semana tras semana, se han ido desgranando en el Quintanilla con una implicación cada vez mayor de los padres. Son ellos, de hecho, los que llaman a este periódico para pedir que se hable de este método, que se dé a conocer lo que se está haciendo en el colegio -y que se ha empezado a hacer ya en otros centros- y para que entrevistemos a su responsable: Francisco Cid, un maestro isleño que pronto cumplirá los 40 años y al que le entusiasma el oficio de enseñar.
En el Quintanilla lleva cinco años con este método, que al principio -admite- costó un poco implantar pero que en poco tiempo se ha convertido en todo un estímulo para todos: para el colegio, para los alumnos, para los padres... En realidad, la experiencia se empezó a aplicar un año antes en otro centro en el que estaba dando clases aunque al curso siguiente pasó ya a ocupar su plaza en el Quintanilla, donde está en toda su salsa.
El método es sencillo, explica. "Abarca todo el ciclo de Infantil, los tres años". Aunque en el primer curso, cuando los niños se acaban de incorporar al colegio, solo se hace una cosa: observar y tomar nota de todo lo que comentan los peques. Son sus inquietudes: por qué vuelan los pájaros, de dónde sale el pan, si San Fernando es un país o simplemente que lo que más me gusta es ver las películas de Harry Potter con mis padres una y otra vez... Cosas que difícilmente se ven en clase pero que Fran Cid va a anotando día a día. "Absolutamente todas las preguntas, que luego son los temas que van a tratar los padres cada semana, son de ellos. Se dividen en miedos, dificultades, inquietudes y dudas, las facetas en las que se va desarrollando el niño", explica.
Lo que viene luego es la planificación, el encaje de estas preguntas en cada uno de los bloques didácticos que se imparten, para que lo que se haga tenga en sentido y no sean cuestiones aleatorias que se tratan un día en clase. Es una de las claves, que lo que se hace tiene que ver con lo que se está dando en el colegio. "Son cuestiones que explotamos durante toda la semana pero que además me permite que el niño no solo trabaje esos contenidos sino que los vivencie: no solo hago fichas de una panadería sino que nos metemos dentro de ella para conocer cómo se hace el pan", desgrana.
La actividad que cada semana se hace con los padres no es arbitraria, sino que responde a una cuidada planificación previa que tiene que ver con la materia y que sirve de complemento. "Tenemos el método de trabajo clásico, evidentente. Los libros de texto y, en el caso de Infantil, las famosas fichas. No se trata de quitar los cuadernillos, eso no. Así se trabajan una serie de valores que hay que mantener: el hábito de que el niño se siente, de que sea responsable de guardar el material, manejar caligrafía... Todo eso es muy bueno y hay que trabajarlo. Pero no nos quedamos en eso solo, vamos más allá", explica.
Y eso es lo que cada viernes se hace implicando -y tanto- a los padres. Al principio les cuesta un poco, admite al hablar del papel que en todo esto les toca a los progenitores. "Se asustan". En cuatro y cinco años, a principios de curso, se exponen los temas que finalmente han sido seleccionados para que cada familia escoja uno. Ya entonces tendrán la fecha a la que tendrán que acudir al colegio para dar su lección. Tienen que hacer lo todo. Trabajarse el tema, la puesta en escena, las actividades que van a llevar a cabo ese día con los niños...
"Aquí, el 50 por ciento de las notas de los niños es la implicación de los padres", afirma Fran Cid. ¿Por qué? Pues simplemente porque está convencido de que es necesario que participen en la educación de sus hijos, en todo el proceso. Porque esas actividades que se hacen en clase se trasladan luego al día a día. Y hasta ahora la respuesta ha sido más que positiva. "Hay un gran ambiente", reconoce. "Es muy muy positivo".
Y la experiencia ha ido evolucionando en poco tiempo. Si las primeras actividades, lógicamente, fueron bastante tímidas y discretas ahora hay verdaderas puestas en escena que requieren de horas de trabajo previo en las que los niños, de alguna manera, participan también. Una comisión permanente de padres se encarga de coordinarlo todo. "Hay incluso algunos que, por su trabajo, tienen menos tiempo pero se han llegado a coger sus vacaciones en la semana que les toca exponer para poder estar todos estos días con sus hijos", advierte el profesor al hablar de una experiencia que tuvo la oportunidad de trasladar a otros profesionales a través del Centro del Profesorado y que se ha extendido ya a otros colegios. Todo parte, advierte, del sistema de aprendizaje por proyectos de Kilpatrick, aunque también de la enseñanza clásica. "Se trata de coger lo mejor de uno y otro sistema", apunta Fran Cid. Por ahora, al Quintanilla le da unos resultados estupendos.
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