El colegio San Ignacio aprende sobre el carbono azul del litoral de San Fernando
Educación y Medio Ambiente
Alumnos de sexto de Primaria desarrollan un proyecto sobre la capacidad de absorción de las plantas marinas en el litoral isleño con la asesoría de la UCA
La ecoescuela prosigue con su proyecto educativo en torno al medio ambiente
San Fernando/Alumnos del colegio San Ignacio medirán la absorción de gases de efecto invernadero de las praderas submarinas de la Bahía de Cádiz, en concreto en una franja que recorre el litoral isleño desde la antigua salina Sagrado Corazón, pasando por la zona trasera de Bahía Sur, hasta Punta Cantera y siguiendo hasta la playa de La Casería. Se trata de una actividad que desarrollan con la colaboración de la Universidad de Cádiz (UCA) y dentro del programa Andalucía, mejor con ciencia de la Fundación Descubre. Con esta iniciativa llamada Atrapa Azules el centro continúa con su proyecto educativo vinculado al medio ambiente.
El compromiso de San Ignacio con el medio ambiente es innegable. Con su apuesta como ecoescuela desarrolla una línea que crece desde el año 2005. Qué bien huele mi huerto, Safari de cacas perrunas o Mi colegio salinero son algunas de las actividades que se han puesto en marcha en este tiempo con una clara vocación de repercutir en el entorno. Han llegado a plantar basura, tras analizar la que más se generaba, para ver si tras regarla daba riqueza al suelo. En 2019 organizaron una limpieza del Parque Natural en la que participaron otros centros educativos de la ciudad, también alguno de Cádiz, Chiclana y Conil. Esto se sumaba a las marchas por el clima que han protagonizado sus alumnos y la comunidad educativa en distintas ocasiones.
Esta vez, de nuevo, se trata de poner en práctica el interés por "el conocimiento del entorno más cercano para desarrollar compromisos concretos con su mantenimiento y conservación, si es posible con la mejora", comenta el director del San Ignacio, José Luis Romero. En ese contexto, presentaron un proyecto a la Fundación Descubre en diciembre, con el objetivo de acercar la ciencia a la ciudadanía sobre un tema desconocido como el carbono azul, la captura de CO2 por las plantas marinas. "Es un proceso similar al que se produce en los bosques, pero con las plantas acuáticas, las fanerógamas marinas, como protagonistas. En su momento fueron terrestres, pero volvieron al mar en el proceso de evolución y ese es su entorno. En España hay cinco tipos, tres de ellas presentes en la Bahía de Cádiz", añade.
La actividad permitirá aplicar el método científico, "la curiosidad por saber y de hacerse preguntas, observar y tomar datos, contrastarlos para llegar a conclusiones". Los alumnos de sexto de Primaria medirán la extensión del terreno que ocupan las plantas marinas –desde una antigua salina, una zona rocosa, una playa fangosa y las praderas marinas delante de todo ese litoral que quedan visibles en bajamar– y verán cómo se contabiliza la captura de los gases de efecto invernadero, para ver si hay alguna especie que capta más que otra. "Veremos en concreto cuánto CO2 de la atmósfera estamos reteniendo, es decir cuánto beneficio reporta", detalla Romero. Según los datos que maneja la UCA las plantas del saco interno de la Bahía son capaces de secuestrar el dióxido de carbono de los turismos censados en la ciudad de Cádiz funcionando durante un año.
"Es con creces muy superior en porcentaje que captan los bosques. Con una ventaja: los bosques pueden arder y el C02 acumulado se libera con las consecuencias que supone para el cambio climático, algo que no puede pasar en las praderas marinas. La debilidad es el desconocimiento de los beneficios que reportan. Además, al desconocer su valor, mientras no dudamos de que la contaminación marina daña a los animales, no somos conscientes del daño de las basuras acumuladas en los fondos (o de los movimientos de fangos por marisqueos extensivos) que hacen que se pierdan las praderas marítimas", expone el director del San Ignacio que es tutor del alumnado que desarrollará la actividad.
Se continúa de esta forma con el planteamiento de conocer el entorno, en este caso marino y litoral entre la antigua salina Sagrado Corazón, pasando por Punta Cantera y hasta la playa de La Casería. "Llevamos planificando desde enero, aunque el visto bueno lo tenemos desde febrero, y ahora toca hacer el trabajo de campo. Con el buen tiempo ya podemos hacer salidas a la zona", señala José Luis Romero. Tendrán en cuenta las tablas de marea y los vientos, "porque tendremos que meternos en agua en bajamar por la rodilla", más o menos, y porque en la Bahía el componente viento hace que tengamos nitidez o no en el agua para poder observar las plantas. Incluso las conclusiones serán expuestas –"en paneles, por ejemplo, o en una publicación con la UCA"– en los primeros días de junio, coincidiendo con el Día del Medio Ambiente y el Día de los Océanos. Será en actividades de divulgación con la asociación de vecinos del barrio, en Bahía Sur o con Navantia.
Toda esta acción tiene el aval científico que aporta el grupo de trabajo Estructura y Dinámica de Ecosistemas Acuáticos (EDEA) de la Facultad de Ciencias del Mar, que lidera Rocío Jiménez, y que desde hace años estudia estos sumideros de CO2 a través de las mencionadas fanerógamas marinas. Esta vinculación permite al centro educativo incidir en su apuesta por la ciencia y las vocaciones científicas, especialmente entre las niñas. "Les preguntamos qué imagen tenían de los científicos y pensaban en señores mayores con batas blancas, y se quedaron muy sorprendidos porque es un equipo muy joven y la mayoría mujeres, que les hablaron en un leguaje muy cercano, y les dieron sensación de proximidad. Están entusiasmados", reconoce el director.
Para desarrollar este trabajo resulta esencial la disponibilidad de los medios adecuados. Así Navantia les apoya con un microscopio que permite asimilar el contenido que se observa a formato digital, un equipo creado por ellos y que se asemeja al proyecto Midas de la compañía para detectar microplásticos. Su delegado responsable de sostenibilidad, Jorge R. Sánchez, estuvo esta semana en la presentación de esta iniciativa, denominada Atrapa Azules, en el salón de grado de la Facultad de Ciencias del Mar.
La cita sirvió además para que el alumnado visitara el laboratorio. "Pudieron observar artemias salinas, los crustáceos que comen los flamencos, además de otros crustáceos, moluscos o erizos", menciona Romero para indicar que no se trata solo de sumideros de CO2, sino que en estas praderas marinas se refugian y se crían muchas especies marinas, algunas de carácter comercial. Allí trabajarán en grupos pequeños con los datos que recojan sobre el terreno acompañados por el equipo científico. Con material prestado de la UCA también han creado un pequeño laboratorio en el colegio para realizar las observaciones.
En la presentación en Ciencias del Mar también estuvieron el director del Parque Natural Bahía de Cádiz, Rafael Martín, y los concejales de Educación, Antonio Rojas, y de Política Social, Virginia Barrera. De hecho, hace unos días se leía en el pleno municipal una declaración institucional que pedía a las administraciones competentes su implicación para recuperar las vueltas de afuera de las salinas, que se describían como "sumideros de CO2" y como barreras esenciales ante la subida del nivel del mar por el cambio climático.
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